Un homenaje a los actores
Un recuerdo suele ser el disparador para pensar el presente. José María Muscari, autor y director de Póstumos, lo sabe. Y a partir de esa premisa construye un espectáculo que subtitula Un show filosófico sobre la vida y la muerte, en el que reúne figuras que han sido parte entrañable del teatro, el cine y la televisión. Basta con nombrarlas para comprender los aplausos que reciben no bien aparecen en el escenario del teatro Regio: Gogó Rojo, Erika Wallner, Ricardo Bauleo, Edda Díaz, Max Berliner, Hilda Bernard, Nelly Prince, Tito Mendoza, Pablo Rinaldi y Luisa Albinoni. Todas figuras que en otra época tuvieron mucha exposición pública, y algunos de ellos siguen trabajando y con buenos resultados. Pero de lo que habla Muscari en el programa de mano es de los sueños. Él cuenta que su papá era verdulero, que trabajó toda su vida y que cuando murió aún deseaba comprarse la casa propia. Y nunca pudo.
Conocí a Erika Wallner cuando era alumno de la escuela primaria N° 17, de Castelar. Por algún motivo que desconozco, ella esperaba a alguien en la puerta del colegio montada en una bicicleta negra de mujer. La primera vez que la vi pensé que no podía ser ella, ya que una mujer famosa no iba a ir a la puerta de mi escuela, y mucho menos en bicicleta. Este recuerdo, bastante remoto, por cierto, lo recuperé la noche en que asistí a la función de Póstumos. Otros pensarán en el "¡Hola, mami!", de Luisa Albinoni, o evocarán algunas actuaciones de ese actor inmenso que es Max Berliner, y que lo sigue siendo a los noventa y tres años. Lo cierto es que el recuerdo es una cosa íntima, privada y caprichosa. Nada me gusta más en la vida profesional que escribir sobre teatro. Pero a medida que pasa el tiempo me he dado cuenta de que cuando se escribe sobre algo también se está escribiendo sobre uno mismo. Toda escritura, y no es ninguna novedad decirlo, es autobiográfica. Mi madre leía la revista Radiolandia y yo me encontraba con algunos de esos rostros en mi propia casa. De ahí que Póstumos, más que una reflexión sobre la vida y la muerte, sea para mí la posibilidad de volver a dialogar con zonas de la infancia que creía olvidadas. Y esto no guarda relación directa con la edad de los intérpretes, que de verdad pienso que son todos jóvenes, ya que bailan, cantan y hasta se permiten hablar de sus vidas privadas con auténtico tono emotivo. Lo que se pone en juego aquí es la propia estructura de los recuerdos. La ingenuidad de las películas en las que actuaba Ricardo Bauleo, la picaresca de Luisa Albinoni, los excelentes unipersonales de Edda Díaz, la versatilidad interpretativa de Hilda Bernard, las plumas muy bien llevadas de Gogó Rojo y la siempre admirable Nelly Prince forman parte de un universo lejano y cercano al mismo tiempo. A lo largo de la vida, alguna vez nos topamos con estas figuras, de las que sólo me falta nombrar a Pablo Rinaldi y Tito Mendoza. Forman parte de nuestra cultura y, aunque no lo sepamos, también configuran una manera de ver el mundo que representa toda una época. Los besos en los labios de los antiguos teleteatros hoy parecen versiones moderadas de "La Cenicienta". Lo que se mostraba en las revistas del Maipo es mucho menos de lo que puede verse en las playas más recatadas, y los efectos especiales, por llamarlos de algún modo, de las películas de los superagentes no serían admitidos en la pantalla contemporánea ni como ejercicio de principiantes en una escuela de cine. Sin embargo, canales como Volver tienen mucha audiencia. Y no sólo por el efecto de la nostalgia. Recordemos que el concepto de "recuerdos encubridores" fue acuñado por Freud en 1899. Él se refería a recuerdos conscientes que recubren a otros recuerdos que no pueden aparecer en la conciencia. Nuestro aparato psíquico es un laberinto de conexiones y asociaciones impensadas. Quizás Erika Wallner nunca estuvo en esa bicicleta negra en la puerta de mi escuela, aunque estoy seguro de que ha sido así. Lo que importa, en el teatro, no es la verdad, sino la construcción entre los actores y el espectador de un puente de verosimilitud. Es valiente Muscari al hablar de su padre verdulero. Y lo es también Luisa Albinoni al contar que extraña a quien fue su pareja: el gordo Porcel. Con esas mínimas confesiones cada uno de ellos muestra que también está hecho de la materia de los sueños. Y al estar sobre el escenario se burlan, y lo bien que hacen, de la supuesta cercanía de la parca. Póstumos es un homenaje a los actores. Y también a la continuidad del espectáculo. Es un show sobre la vida y los recuerdos del espectador. Y los recuerdos no tienen por qué ser verdaderos. Recordamos lo que podemos. Y lo que deseamos.
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