Un golpe mortal
El país está en una etapa muy crítica. Por el desastre económico, social y político que dejó el anterior gobierno peronista, el presidente Javier Milei está llevando a cabo exitosamente un ajuste profundo. Logró bajar la altísima inflación, pero sus medidas trajeron aparejada recesión y aumento de la pobreza, flagelos que el Gobierno asegura vencer en un tiempo acotado. Ojalá. Tiene nuestro apoyo.
Este contexto causa que algunos asuntos importantísimos, cruciales, no sean considerados en su real magnitud por la opinión pública y, en especial, por la dirigencia. Me refiero específicamente a la postulación del juez federal Ariel Lijo como candidato a ocupar un sitial en la Corte Suprema de Justicia de la Nación, propuesto incomprensiblemente por el Presidente de la Nación.
Es incomprensible porque el juez Lijo representa cabalmente a la denominada “casta” contra la cual Milei vitupera incansablemente como principal responsable de nuestra decadencia.
¿Qué es la casta para Milei? Sería la corporación prebendaria que corroe las entrañas del país, conformada por políticos, sindicalistas, empresarios y funcionarios, a los que amalgama la corrupción, entendida como la anteposición de los intereses personales antes que los del común: la ganancia personal a toda costa, el atajo antes que la ley, la arbitrariedad antes que la Justicia, el amiguismo antes que el mérito.
Pues bien, Ariel Lijo puede considerarse un epítome de esa casta. Llegó a juez federal de la mano de conspicuos miembros de esa casta, como la doctora Riva Aramayo, menemista confesa y autora de resonantes fallos que favorecieron a Carlos Menem y a los Yoma. Fue designado juez por Néstor Kirchner, un adalid de esa corporación, y lo apadrina el doctor Ricardo Lorenzetti, cuya ambición por recuperar el poder en la Corte parece no tener límites. Política, negocios y justicia imbricados indisolublemente.
Lijo se mantuvo por casi veinte años como juez a pesar de varias denuncias ante el Consejo de la Magistratura de la Nación, de las que pudo salir indemne justamente por la ayuda de algunos poderosos miembros de esa casta.
También fue imputado en una causa penal por enriquecimiento ilícito iniciada por la denuncia de Elisa Carrió, dada la exhibición de riqueza de Ariel y su hermano, “Freddy” Lijo, el “operador judicial”, ambos con casas importantes, autos de lujo y un haras de caballos de carrera (el turf es la pasión de ambos hermanos). Cosas de ricos.
Sin embargo, esa causa fue sobreseída rápidamente y sin mayores investigaciones. Otra vez la casta al rescate de Ariel Lijo.
¿Qué es lo trascendente? Que un juez de primera instancia que estuvo a punto de ser removido por el Consejo de la Magistratura y que fue imputado en una causa penal por enriquecimiento ilícito esté muy cerca de ser nombrado miembro de la Corte Suprema.
Eso no ocurrió nunca. Nunca llego a ser ministro de la Corte Suprema un abogado sin antecedentes académicos, ineficiente, como lo demuestran las estadísticas del funcionamiento de los tribunales a su cargo. Y lo peor de todo, sospechado de tantas inconductas y delitos.
Su nombramiento sería un soberano despropósito, inaudito, escandaloso y hay que evitarlo por la salud de la República. Si Lijo obtiene el acuerdo del Senado, será un golpe de muerte a las esperanzas de recuperación moral, política y económica de la Argentina, la consolidación de la decadencia de nuestro querido país, el triunfo de la anomia, una burla a la Justicia, solo para beneplácito de gente non sancta.
La Corte Suprema es el vértice de la pirámide del Poder Judicial de la Nación. Es el máximo Tribunal, el último interprete de la Constitución Nacional, cuyos fallos son finales e inapelables.
Sobre ella reposa la seguridad jurídica, fundamental para el desarrollo del país y para la convivencia en paz. De allí su importancia sustantiva, esencial, máxime en momentos críticos como los que vivimos actualmente.
O Javier Milei no advierte el error que comete o es que nos hemos equivocado mucho sobre sus valores. Si lo propusiera un Kirchner sería comprensible pero que lo proponga Milei es inimaginable, inexplicable, raro y muy misterioso.
El presidente de Pro, Mauricio Macri ya se pronunció tajantemente en contra. Ahora falta que se expida la presidencia de la UCR, cuyo silencio atrona.