¿Un gobierno sin rumbo en el peor momento del país?
Un cóctel explosivo de impericia, negligencia y procrastinación, por un lado, y ambición desmedida, malicia y falta de transparencia, por el otro, en la base de una deficiente administración
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Para quienes siguen, con mirada crítica, el día a día de la gestión, desde que Alberto Fernández asumió hasta ahora, el actual es visto como un gobierno sin rumbo en uno de los peores momentos del país. Un cóctel explosivo de impericia, negligencia y procrastinación, por un lado; con ambición desmedida, malicia, y falta de transparencia, por el otro. La responsabilidad por la mala administración se la endilgan, mayoritariamente, a los ministros y secretarios cercanos al Presidente. Y la sospecha de ambición desmedida aparece repartida entre los chicos grandes de La Cámpora, el Instituto Patria y los cristinistas puros.
Es bueno no dejarse engañar por las apariencias. Cristina tiene un peso en la estructura del Gobierno mayor al del jefe del Estado y al del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. Y lo fue acrecentando desde el minuto cero con el manejo directo sobre las más grandes cajas de la política: desde YPF hasta el Ministerio del Interior, sin olvidar al PAMI la Anses y Aerolíneas Argentinas. Eso, sin mencionar la ayuda extraordinaria y discrecional del Poder Ejecutivo Nacional al gobernador que grita pero no gobierna, Axel Kicillof. Los intendentes peronistas del conurbano pero también de la oposición sostienen que, con semejante nivel de colaboración, ni Scioli ni Vidal habrían perdido las últimas elecciones que disputaron.
Por otra parte, y hablando del puro relato, la diferencia entre lo que dice y lo que hace el Presidente ya ni siquiera se pone en cuestión dentro del Frente de Todos. Sin embargo, hay una frase que, más que una contradicción, parece un pronóstico fallido. Y suele ser recordada, cada tanto, por algunos analistas clásicos. El último en citarla fue Van der Kooy, el domingo pasado, en Clarín. Fue dicha por Alberto el 11 de marzo de 2019, cuando todavía nadie sospechaba que dos meses y cinco días después, ella lo ungiría presidente con el dedo. “O Cristina es candidata o se va a su casa. No tengo ganas de que el poder esté en Uruguay y Juncal y que en la Casa de Gobierno haya un títere al que Cristina le prestó los votos”.
Como todos sabemos, los peores temores de Fernández se vienen haciendo realidad. Pero ¿es ahora mismo Cristina quien maneja los hilos del verdadero poder o hay un “nuevo centro de gravedad del poder”, como escribió Jorge Liotti en su revelador y completo panorama del domingo pasado? Liotti se basa en que la “mesa de los lunes” que presidía Alberto en Olivos y a la que se sentaban Santiago Cafiero, Massa, Máximo Kirchner y Wado de Pedro, parece haber perdido relevancia ante “la mesa de los martes”. De esta participan: Kicillof, en condición de anfitrión, porque se desarrolla en la sede de la casa de gobierno de la provincia, y Massa, Máximo, Wado y el ministro Katopodis.
Un intendente peronista que no responde a la Cámpora sostiene que la mesa de los lunes era “de gestión” y la de los martes se armó para ganar las elecciones en la provincia, donde las últimas encuestas están empezando a registrar el impacto del mal manejo de la pandemia y las consecuencias de la política económica. En especial, sobre las figuras de Alberto, Cristina y Kicillof. Es decir: se trata de una mesa, la de los martes, “para conseguir más votos, y no para mejorarle la vida a la gente”.
Mientras, los funcionarios del Frente de Todos siguen improvisando y tomando decisiones equivocadas. Y los datos y las cifras lo confirman. Con un veloz crecimiento de la pauperización y la desigualdad. De hecho, todos los días se agregan a la “estadística” 2.000 pobres más. Con una inflación galopante, que acelera la pérdida del poder adquisitivo a razón de entre 4 y 5% cada mes. Con casi 12.000 restaurantes bares y hoteles que tuvieron que cerrar, desde que empezó la pandemia. Y ni hablar sobre la gestión sanitaria, cuyos números hablan por sí solos. Con casi 80.000 muertos, casi 4 millones contagiados y un aumento constante de la ocupación de camas Covid. Con 18 millones de vacunas recibidas pero solo casi 13 millones de vacunas aplicadas. Con poco más del 21% vacunados con una sola dosis y poco más del 6% inoculados con dos, lo que implica un leve crecimiento en el número de vacunas conseguidas y un levísimo aumento en la velocidad de aplicación.
En los últimos días, además de echarle la culpa de todo a la oposición, el oficialismo empezó a ensayar una excusa para su ineficacia. Una más sofisticada que el negacionismo. Los funcionarios están diciendo a los periodistas que, la segunda ola, así como llegó, nadie la vio venir. Que la esperaban para mayo y se adelantó a marzo. Que no calcularon el comportamiento de las nuevas variantes, como las de Reino Unido o Manaos, más veloces para contagiar, más dañinas y más mortales. Quizá estaban papando moscas. Como lo estaban el 23 de diciembre de 2020, cuando Ginés todavía era ministro, se daba el lujo de retar a los gerentes de Pfizer y se vanagloriaba sobre lo que definía como la mayor campaña de vacunación de la historia argentina. Fue cuando anunciaron 60 millones de vacunas para el primer semestre de este año.
Tampoco se sabe durante cuánto tiempo se va a prolongar el misterio sobre la negociación con Pfizer. ¿Quién decidió dentro del Gobierno y por qué, de un día para el otro, dejar de conversar con el laboratorio norteamericano? Es una respuesta que una parte de la oposición reclama, mientras otra parte se prepara para prevalecer en la batalla electoral. Los que ya trabajan para la campaña de Juntos por el Cambio son, por ahora, optimistas. Afirman que, según sus cálculos, estarían ganando en casi todos los distritos en los que triunfaron en las últimas presidenciales de 2019. Y que estarían “para pelearla” en provincias donde fueron derrotados, como Santa Fe y Chubut.
¿Qué tiene en la cabeza Rodríguez Larreta? Le hubiera gustado ver a Vidal encabezando la lista de diputados en la provincia de Buenos Aires, pero a esta altura descuenta que no lo hará. Que sí estaría dispuesta a liderar la lista, pero desde la Ciudad. No le parece mala la idea de que lo haga su vicejefe de gobierno y ministro de Seguridad, Diego Santilli. Confía en poder convencer al intendente de Vicente López, Jorge Macri, para que no vaya a una interna y se transforme en su jefe de campaña. También confía en que, al final, Patricia Bullrich, termine aceptando la posibilidad de ocupar el tercer lugar en la lista de diputados por la Ciudad, sin ir a una interna con Vidal, a la que considera desgastante y piantavotos. Fuentes cercanas a Bullrich dicen que la presidenta de Pro está dispuesta a ir a una interna, aunque la pierda, porque el resultado sería, de todos modos, la obtención del tercer lugar en la lista, por la minoría.
¿Y el factor Randazzo, compitiendo en la provincia más grande del país? Todavía nadie sabe bien, ni en el Frente de Todos ni en Juntos por el Cambio, cómo puede impactar su candidatura. Fuentes cercanas al exministro suponen que les puede quitar muchos votos tanto a unos como a otros. Los que hacen cuentas en el Frente de Todos entienden que su perfil de peronista moderado y moderno le hará más daño a la oposición que a ellos mismos. Y una fuente muy cercana a Rodríguez Larreta calcula que le podría arrebatar voluntades un poco más al oficialismo que a la oposición, en un rango del 60 para los primeros y el 40 para los segundos. “Lo que deberíamos empezar a hacer es plantear qué país queremos, en vez de tirar denuncias todos los días por televisión”, opinó. Cerca de Mauricio Macri explican que si a “este gobierno de inútiles” no se le pega fuerte, el 40% de los votos que se lograron en 2019 se puede ir para cualquier lado. Y que el sueño de volver en 2023 quedaría más lejos todavía.