Un éxodo masivo que tomó por sorpresa a la región
Empujada por la emergencia social y económica, la migración venezolana es la segunda en el mundo después de Siria
En la región sudamericana tres países –la Argentina, Brasil y Venezuela– recibieron históricamente corrientes inmigratorias provenientes del exterior. Primero extracontinentales, de las cuales solo Venezuela mantuvo un flujo constante hasta la década de 1980; posteriormente las migraciones llegaron desde países limítrofes, pero nunca en el volumen de las provenientes de ultramar.
En las últimas décadas el "narcisismo inmigratorio" de estos tres países se fue diluyendo, pudiéndose observar una creciente emigración de sus nacionales hacia el exterior, explotando en el caso venezolano en los últimos años en el marco de una sociedad con un alto nivel de violencia, y una situación de emergencia social, política y económica. Esto la ha llevado a ocupar el segundo lugar en el mundo, después de Siria, como mayor flujo emigratorio y de refugiados, (el 12% de su población), con un total aproximado de 3,7 millones en la actualidad –de acuerdo a los datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)–,de los cuales el 80% se encuentra en América Latina y el Caribe. En América del Sur se han asentado hasta ahora alrededor de 2,7 millones, siendo los mayores países receptores Colombia (1,2 millones), Perú (708.000), Chile (288.000), Ecuador (221.000), la Argentina (130.000) y Brasil (96.000).
Un primer fenómeno a observar es que los migrantes venezolanos se han instalado principalmente en países de la región con poca o reciente tradición inmigratoria. Esto ha hecho difícil su inclusión tanto desde la perspectiva de su regularización, como de la asistencia de emergencia, la cual ha sido posible gracias a un fuerte apoyo de organizaciones como el Acnur y la OIM. En ese sentido, el caso de Colombia, país tradicionalmente de origen de migrantes hacia Venezuela, es el más difícil, tanto en sus zonas fronterizas como al interior de su territorio.
Una segunda cuestión es la de la respuesta de los gobiernos a este fenómeno, la cual se ha manifestado en la consideración del migrante venezolano con el mismo estatus que el otorgado a migrantes de cualquier otro país de América del Sur en el Acuerdo sobre Residencia para los Nacionales de los Estados Partes del Mercosur, a pesar que Venezuela nunca adhirió a dicho tratado. Por otra parte, en una acción proactiva, los gobiernos de la región, más México y Panamá, han acordado a través de la Declaración de Quito sobre Movilidad Humana de ciudadanos venezolanos en la región, una serie de acciones entre las cuales cabe destacar el establecimiento de un programa regional de ayuda humanitaria, el compromiso para asegurar a estos migrantes el acceso a los servicios de salud y educación públicas y las oportunidades en el mercado laboral; el fortalecimiento de la normativa jurídica de los Estados a fin de respetar los derechos de los migrantes, y una lucha coordinada contra la discriminación, la intolerancia y la xenofobia.
En tercer lugar, cabe considerar las respuestas de las sociedades de recepción. Salvo en algunas situaciones puntuales de rechazo, los migrantes venezolanos han sido bien recibidos en los países de la región. En casos como el de la Argentina, la actual migración venezolana es la de mayor nivel de calificación de todas las recibidas en su historia, mientras continúa el "éxodo de talentos" argentinos.
Más allá de los exilios provocados por las dictaduras militares, nunca la región se vio enfrentada a una movilidad forzosa de población de estas dimensiones y a la necesidad de respuestas inmediatas para las cuales muchos países no estaban preparados. Estas respuestas humanitarias desde una perspectiva regional pueden considerarse un ejemplo a seguir en un mundo donde la xenofobia, el racismo y los fundamentalismos religiosos se han incrementado al calor de movimientos políticos y sociales basados en la discriminación frente al otro, al diferente, al migrante.
El autor es director del Instituto de Políticas y Gestión de las Migraciones (MPA), Universidad Nacional de Tres de Febrero
Lelio Mármora