Un escenario crítico para la pediatría que es imperioso revertir
La falta de pediatras en la Argentina ya tiene una luz roja: estamos ante un escenario difícil para el ejercicio profesional de la pediatría que está dado por condiciones de trabajo inaceptables, alta carga laboral, inestabilidad en los empleos, falta de estímulo para el crecimiento, situaciones de violencia, baja remuneración, necesidad del pluriempleo para llegar a fin de mes, ausencia de oportunidades para la actualización profesional, juicios de mala praxis, precarización laboral y desjerarquización profesional.
Hoy, formar parte del sector asistencial del sistema de salud es desgastante, sea en la salud pública como en la medicina privada. Influyen factores asociados con el aumento de la demanda social, la disminución del recurso humano en el equipo de salud (falta de nuevos nombramientos, cargos vacantes que no se cubren y contratos temporales), las carencias en equipamiento e infraestructura y la falta de tiempo para examinar adecuadamente a los pacientes con una desvalorización constante de la tarea profesional (Sociedad Argentina de Pediatría, mayo de 2023).
Aunque se refieren valores de atención éticos desde los colegios y círculos médicos, lo cierto es que las obras sociales o las prepagas establecen las condiciones del mercado laboral a su favor (tanto de los valores como los tiempos de pagos). Esto retroalimenta el sistema de desgaste continuo. Pero, en el consultorio, todos los gastos los asume el profesional, sin beneficios sociales de parte de los prestadores. Esto es parte de la precarización laboral. Las constantes consultas por WhatsApp en cualquier momento del día, de todos los días de la semana -incluidos feriados, en cualquier horario- que por eso no dejan de ser atención médica, no están contempladas en ningún nomenclador prestacional.
Toda esta presión genera en los profesionales lo que se ha dado en llamar “burnout”, que afecta la calidad de vida familiar, social y el desempeño laboral.
Es sacrificado nuestro camino en la formación continua (sin apoyo en el lugar de trabajo y con necesidad de organizar el tiempo para participar en congresos, cursos, perfeccionamientos o especializaciones sin afectar el pluriempleo y la salud personal), la docencia y la investigación (un campo más magro aún que la docencia que sigue siendo “a pulmón”, por lo que cada vez están menos abocados los profesionales).
En la pediatría se ponen en juego conocimientos esenciales de puericultura, crecimiento y desarrollo, alimentación y familia. Por eso se constituyó en el ámbito ideal para que el equipo de salud apoye, acompañe y brinde las pautas de crianza, nutrición y sueño que necesitan el bebé y la familia, con respeto de sus creencias y costumbres. La preocupación por los aspectos emocionales, familiares, sociales y culturales de los pacientes y un abordaje interdisciplinario caracterizó la concepción pediátrica del doctor Florencio Escardó desde sus inicios y tuvo alto impacto en la manera de pensar la atención en la especialidad. El dictamen es claro en nuestra formación: “Sepan escuchar, sean observadores cuidadosos, comunicadores sensibles y clínicos eficientes”.
En todos los ámbitos involucrados –público, político y científico–, se destaca la importancia del primer nivel de atención, la prevención y la educación para la salud. Pero esos sectores responden con presupuestos bajos o inexistentes y los sistemas de salud se manejan desde una gerencia o un efector sindical, no por un profesional médico con experiencia en gestión.
Los sueldos más bajos del sector corresponden justamente a los profesionales del primer nivel de atención. La mayoría de los profesionales que se van de la Argentina son los que necesitaban entre tres y ocho trabajos para una subsistencia digna. Donde se radican, viven con un solo trabajo, menos estrés y mayor calidad de vida. El ingreso de un médico residente en la Argentina oscila entre 300 y 400 dólares, y en el exterior del país, entre 2000 y 25.000.
Por lo tanto, cabe preguntarse por qué si el primer nivel es la base del control de las enfermedades y la prevención en los presupuestos está en el lugar más bajo de la grilla. La excelencia de la atención médica y la investigación, que era de vanguardia y formaban parte del patrimonio en el sistema público de salud de nuestro país, se fue perdiendo y trasladando al sector privado. Escuchamos mucho la palabra inequidad y la estamos viviendo a diario.
¿Por qué las leyes urgentes nunca son las de salud? ¿Por qué las leyes del sector de la salud duermen en cajones del Congreso Nacional y las económicas se votan velozmente? ¿Por qué el primer nivel de atención es el peor nivel y a pesar de que los indicadores de salud de la población siguen manifestando valores que inquietan?
Estamos ante un panorama sanitario que preocupa, a la vez que alarma, se agrava más con el tiempo y demanda la acción general del personal de la salud. A medida que pasan los años, el Estado le va dando menor importancia a la salud, la seguridad y la educación, cuando deben ser una prioridad relevante e imperiosa.
Lograr que se avance en soluciones integrales debe llamar a reflexionar a los gobiernos de turno. La idea es sentar en una misma mesa a sociedades científicas, organizaciones federadas médicas, universidades públicas y privadas y colegios médicos para diseñar e implementar políticas de estado para revertir esta situación, que sean independientes de las ideologías. Que participe el sector salud en leyes de salud. Es fundamental la autonomía médica, en el accionar diario, en todo sentido. El pediatra Saúl Gleich tenía un sueño: niños felices atendidos por pediatras felices. Nuestro hermoso país lo puede lograr. Solo hay que darle prioridad.
Los autores en especialistas en Clínica Pediátrica