Un ejemplo republicano
Cuando se cumplen 50 años del derrocamiento de Arturo Illia, el 28 de junio de 1966, es notorio el arrepentimiento de la mayoría de los militares que dieron el golpe y de los civiles que lo apoyaron creando el clima propicio. Por eso es necesario para la verdad histórica destacar tanto los hechos que marcan la brillantez de su gestión y de su gabinete como los valores republicanos que mantuvo durante toda su vida, y la sencillez y honradez que tuvo siempre.
A Arturo Illia lo acompañó un gabinete de lujo, que alcanzó éxitos importantísimos en su gestión. Entre ellos, el canciller Miguel Ángel Zavala Ortiz, que logró la resolución 2065 de las Naciones Unidas que obligaba a Inglaterra y a nuestro país a reunirse y negociar una solución al conflicto existente por la soberanía de las islas Malvinas. También se logró poner en marcha el Concordato -con lo que se daba punto final al conflicto de casi un siglo con la Iglesia Católica- y resolver con éxito el grave entredicho con la República de Chile por las Altas Cumbres.
En economía, con la conducción de Eugenio Blanco y Juan C. Pugliese, y la colaboración del notable equipo económico liderado por Roque Carranza, en el Conade, y Félix Elizalde, en el BCRA, se logró bajar la inflación en menos de dos años y un notable crecimiento del PBI y de la producción, que en 1965 llegó al 10,3% y en 1966 al 9,2%. Esto permitió cumplir con el pago del salario mínimo, vital y móvil y los haberes jubilatorios del 82% y 75% móvil. Se puso en marcha la represa del Chocón.En Salud Pública, el ministro Arturo Oñativia mejoró notablemente los servicios hospitalarios; se sancionó la ley de medicamentos que ponía límites a los abusos de los laboratorios.
El ministro de Defensa, Leopoldo Suárez, debió enfrentar en Tucumán el primer foco guerrillero, de cuyas características informó al Parlamento y logró su derrota. En la elección de 1965 se incorporó a la competencia electoral el justicialismo, que se constituyó en la segunda fuerza política en Diputados, y Rodolfo Tecera del Franco fue el vicepresidente primero de esa cámara.
Durante la presidencia de Illia, el respeto a la independencia de los poderes fue absoluto. Tanta fue su honradez y su transparencia que, cuando asumió, su declaración jurada daba cuenta de una casa en Cruz del Eje, regalada por los vecinos, un automóvil y depósitos bancarios. Al ser expulsado de su cargo, le quedaba solamente la casa. Esto, y el hecho de que ningún integrante de su gobierno recibiera denuncia judicial alguna, contrasta con la Argentina de hoy, saturada de escándalos, procesamientos y detenciones de altos funcionarios del gobierno anterior, y marca las diferencias.
Por eso el presidente Illia pudo recorrer las calles de todos los pueblos y ciudades del país, andar en transporte público, entrar en cualquier bar o restaurante y recibir el afecto y el saludo de todos sus compatriotas. Eso muestra que es posible gobernar con transparencia y honradez, y que vale la pena hacerlo.
Emilio Gibaja y José María García Arecha