Un distrito para el arte
Que el mundo cambia probablemente debe de ser una de las verdades más antiguas, pero la forma en que cambia siempre es una novedad. Estar a la altura de ese cambio implica entender el código de la época, la forma en que la gente se relaciona, hace negocios y se comunica, y supone aceptar los nuevos desafíos y generar propuestas que fortalezcan ese proceso.
Frente al cambio, al igual que las personas, los gobiernos pueden actuar de tres formas: negarlo, intentando por todos los medios instalar un relato del pasado que no coincide con la realidad y produce una ceguera cuyo costo es el crecimiento mismo; ignorarlo, es decir, tomar una actitud de sujeto tácito frente a la responsabilidad que cualquier cambio implica, o aceptarlo y hasta pensarlo como una oportunidad para crecer y desarrollar condiciones para que ese cambio ofrezca todo lo que puede dar.
Desde hace unos años, los artistas emergentes y no tanto de Nueva York impusieron un cambio: empezaron a moverse en circuitos fuera de Manhattan, lejos de las megamarcas, buscando edificios bajos con menores costos de alquiler, en un barrio donde no hubiera grandes empresas y se respirara una atmósfera más bohemia. Se fueron a Brooklyn, y allí también empezaron a mudarse las pequeñas galerías y centros artísticos de vanguardia. Brooklyn hoy mejora sus espacios, recupera sus fábricas abandonadas de la mano de los artistas. Son los privados los que revitalizan la zona con una propuesta distinta: un distrito artístico.
París y Londres son otros ejemplos de ciudades con gran apertura al cambio. Ahora, en la Legislatura, desde el gobierno porteño, tenemos un proyecto de cambio como el de las mejores ciudades del mundo: queremos que los barrios de La Boca, San Telmo y parte de Barracas se conviertan en un Distrito de las Artes. El objetivo es generar, a través de incentivos a la inversión en infraestructura para el arte, un lugar en donde convivan talleres de artistas, centros culturales, museos y teatros. Para eso pensamos en estos barrios, que tienen una fuerte identidad cultural y en donde ya están radicados muchos artistas e instituciones de gran nivel. Se trata de una zona inicialmente portuaria y fabril, que tuvo un período de postergación y decaimiento, pero al mismo tiempo que fomenta la integración cultural y social, y que por eso constituye uno de los destinos turísticos más visitados del país.
Estimular el desarrollo económico y cultural de estos barrios con una fuerte articulación público-privada en actividades artísticas es el gran desafío del Distrito de las Artes. Esto es lo que hicieron otras ciudades del mundo: tomar al arte como actividad regeneradora de zonas postergadas. Revitalizar zonas que quedaron relegadas por la desindustrialización y convertirlas en nuevos focos dinámicos de crecimiento y de desarrollo económico. En definitiva, aceptar el cambio y pensarlo como una nueva oportunidad.
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