Un día en la NRA, escuela de pistoleros
El reciente tiroteo en Newtown volvió a dar notoriedad a la Asociación Nacional del Rifle, que, con cuatro millones de miembros, se ha convertido en un actor central de la política de EE.UU., donde la mitad de la población guarda un arma en su casa
El sonido es tan brutal que, incluso con cascos protectores, la sorpresa hace que se retroceda y se yerre el tiro. Un disparo es impactante. Decenas de ellos a la vez sobrecogen. Cuando la cantidad se acerca a centenares, el cuerpo ya se ha acostumbrado, se relaja y se empieza a sentir –ajeno al estruendo– la inmensa sensación de poder que genera un arma de fuego en las manos. Rellenar el cargador de balas, introducirlo en la culata y disparar. Repetir una y otra vez la operación. Enfrente, un blanco inmóvil cosido a balazos, repartidos por toda la extensión del papel. Cuanto más experto se es, más concentradas están las balas en torno al punto vital, el corazón.
Para poseer un arma y dispararla se deben afrontar dos preguntas y obedecer religiosamente tres reglas básicas. Las reglas son: mantener siempre la pistola apuntando a una dirección segura; siempre, siempre, siempre –el instructor recalca esta palabra hasta el agotamiento– tener el dedo fuera del gatillo hasta que se vaya a disparar, y siempre mantener el arma descargada hasta que se vaya a usar. ¿Fácil? En absoluto. El primer instinto tras empuñar un arma es colocar el dedo en el gatillo. Bang. En este caso, un bang indeseado, con consecuencias indeseadas.
Respecto de las preguntas, la primera es sencilla. ¿Para qué se quiere el arma? En la sede central de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, en sus siglas en inglés), en Fairfax, en el norte de Virginia, el martes por la noche es Ladies Only, lo que significa que la zona de tiro se reserva al sector femenino y que el curso que esa noche se imparte está dedicado exclusivamente a mujeres, pensado por mujeres e impartido por mujeres. "No queremos testosterona intimidándonos", explica Amy, la instructora a cargo del programa de esta noche, mientras extiende sobre la mesa de la clase una intimidante Glock 19, un caduco revólver Smith and Wesson –que perteneció a su abuelo– y una elegante Walther 380, "la pistola de James Bond".
"En 15 segundos, su nombre, por favor, y por qué quieren aprender a disparar y tener un arma", demanda Amy. Uno pensaría que harían falta por lo menos algunos minutos para explicarlo, pero la cascada de nombres y razones avanza tan rápido que cuando le toca el turno a esta redactora decide sumarse a la corriente predominante y disparar: "Para defensa personal". Varias asistentes añaden que la matanza a tiros de 20 niños y seis adultos en Connecticut, días atrás, las hizo despertar y darse cuenta de que necesitan armarse. "Un arma en manos de un profesor del colegio le habría volado la cabeza a ese son of a gun", dice Diane, utilizando la expresión –tan apropiada y venida al caso– como eufemismo de hijo de puta.
Sin prestar demasiada atención al comentario anterior, Amy pregunta: "¿Nadie quiere aprender para competir?". Ni una sola mano levantada entre las 25 mujeres que esa noche asisten al curso de la NRA, que las certificará –si lo pasan, lo que harán todas– para poder solicitar en Virginia un permiso para llevar armas ocultas, ya que a la vista de todo el mundo ya pueden hacerlo, puesto que Virginia es un estado con la denominación Open Carry, donde es legal llevar una pistola al cinto o en una cartuchera bajo el brazo, siempre visible mientras haces tu vida diaria, como la llevan, por ejemplo, las fuerzas del orden. Prácticamente todos los estados, excepto seis, permiten portar armas a la vista. Y en todos, menos en Illinois y Washington DC, es posible llevar armas escondidas (bajo la chaqueta o en la guantera del auto, por ejemplo).
"Si todas quieren un arma para defensa personal o de su familia –prosigue Amy–, la siguiente pregunta que tienen que responder honestamente es: ¿puedo matar a un hombre?" La sala esta vez no necesita ni siquiera 15 segundos para responder. Le sobran todos los que vienen después de haber hecho un signo afirmativo con la cabeza. Me sumo a la corriente y asiento.
Imposible sumarse a la siguiente petición. "Quienes hayan traído su propia arma, por favor, déjenla fuera de la clase, que la debo revisar y comprobar la munición." De las 25 mujeres sólo quedamos tres sentadas en el aula. De las tres, dos aseguran que, su padre y su marido, respectivamente, les van a regalar una y ya no la necesitarán prestada. Yo no soy ninguna de las anteriores, lo que me convierte en la única que no tiene pistola.
El mantra
Establecidas las reglas básicas –seguridad y la convicción sin pestañear de poder matar a una persona–, la instructora hace la siguiente analogía para relajar y ahuyentar el miedo a las armas de fuego, si es que alguien lo tiene. "Un arma no es más que un pedazo de metal, como un coche, metal, hierro", explica convencida. "Ninguno es peligroso si se utiliza con responsabilidad. Si no se es responsable y consciente de lo que se tiene entre manos, se puede matar."
Ahí está. Menos de 25 minutos de desarrollo de curso y el mantra constante de los seguidores de la NRA de que las pistolas no matan, matan las personas. Cada año, cerca de 100.000 personas son alcanzadas por un disparo de bala en Estados Unidos. Cada día, más de 250, según datos de la campaña Brady para prevenir la violencia con las armas. En total, 30.000 personas perderán la vida anualmente (la mitad de ellas en suicidios). Uno de cada tres norteamericanos conoce a alguien que ha sido alcanzado por un arma de fuego. En teoría, cada estadounidense podría ser su propio policía, ya que el país tiene prácticamente el mismo número de armas que de personas, lo que se traduce en que EE.UU. es el país del mundo con el mayor ratio de armas en manos de civiles (el segundo es Yemen, cuya cifra es, sin embargo, la mitad que la de EE.UU.). Un 47% de la población reconoce que guarda al menos un arma en su casa.
Los hombres tienen mayor tendencia a poseer un arma que las mujeres, a pesar de que el ratio de propiedad entre los hombres cayó de uno de cada dos, en 1980, a uno de cada tres en 2010, mientras que el de las mujeres permaneció estable: una de cada diez. Los blancos poseen más armas que los negros, hay más armas en el campo que en la ciudad y son más comunes entre la gente mayor que entre los jóvenes.
La Asociación Nacional del Rifle fue fundada en 1871 por dos veteranos de la guerra civil –un abogado y un antiguo reportero del diario The New York Times–. Su evolución ha sido significativa casi un siglo y medio después de sus comienzos como asociación defensora de la caza y el tiro de competición, y en la actualidad como actor fundamental en la política norteamericana, con influencia en temas de tanta relevancia como la reforma sanitaria, la financiación de campañas o los jueces que se sientan en el Tribunal Supremo.
A pesar de que hoy es su bandera, en los años sesenta el derecho constitucional a poseer un arma no estaba tanto en la agenda de la NRA como en la de, por ejemplo, los negros nacionalistas. Malcolm X, en 1964, y Huey Newton –fundador de los Panteras Negras–, en 1966, pronunciaron sendos discursos que hablaban de la necesidad de la población negra de armarse como autodefensa ante una sociedad racista.
El cuartel general de la NRA en Virginia es un moderno edificio de cristal que también alberga el Museo Nacional de las Armas de Fuego. La oficina y los pasillos del centro de tiro tienen en sus paredes cabezas de ciervos –en esta temporada, tuneadas como renos navideños, con cuernos y narices rojas de Rudolph– y carteles en los que se anuncian las bondades de las armas y la advertencia contundente de que está terminantemente prohibido tomar fotografías. Cae la noche y varios miembros hojean revistas como American Rifleman, una publicación de la NRA.
Con más de cuatro millones de miembros engrosando sus filas, la NRA defiende con pasión su derecho constitucional a poseer armas establecido en la Segunda Enmienda de la Constitución norteamericana, enmienda que fue redactada a fines del siglo XVIII por el que luego sería el cuarto presidente de Estados Unidos, James Madison, y que dice así: "Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar armas no será infringido".
El texto admite diferentes interpretaciones y hay quien considera que esa afirmación se refiere a un período anterior a la creación de un ejército nacional, cuando las milicias eran necesarias como único cuerpo de defensa de los ciudadanos. Sin embargo, que una encuesta de 1991 probase que los norteamericanos estaban más familiarizados con la Segunda Enmienda que con la Primera, el derecho a hablar, creer, escribir y publicar libremente, es significativo de la pasión que el tema despierta en la sociedad norteamericana.
Ajena a la crisis, la industria de las armas en EE.UU. ha sobrepasado este año los más de 11.000 millones de dólares en ventas. De hecho, la crisis financiera y la elección en 2008 de Barack Obama –la gran bestia negra del lobby de las armas– dispararon las ventas. Quienes las compraron estaban preocupados por dos motivos: que los tiempos se volvieran convulsos debido a la crisis o que Obama promulgara leyes restrictivas que controlaran su venta –o ambos–.
De los bajos de la sede de la NRA sale un sonido inconfundible una vez que lo has escuchado en directo y no en una sala de cine. No son petardos. No son truenos. Es el sonido de un arma de fuego al ser disparada. A la zona de tiro se accede por una puerta que te sitúa en un pequeño pasillo frente al que hay otra puerta que no debe abrirse hasta que se ha cerrado la primera. "La seguridad es muy importante cuando hay armas en juego", dice Dori, la instructora a cargo de las prácticas de tiro. Dori empezó a disparar a los ocho años y desde entonces no paró. Tiene más de 40 y asegura que va armada por autodefensa. "Disparo si me veo en peligro, con los ojos abiertos y sin miedo."
La primera pregunta que hace Dori al situarse junto a ti en la cabina de tiro es tu estado civil. Dependiendo de si estás soltera, con novio, casada o casada con hijos te recomienda un tipo u otro de arma. "Con la Glock no te equivocas nunca", dice, ofreciendo una 17 y abriendo la caja de munición del calibre 9 milímetros parabellum. "Prueba, sin miedo."
Con una Glock iba armado el asesino de Newtown. Adam Lanza, 20 años, acabó con la vida de su madre –dueña de las armas–, la de otras 25 personas y la suya propia con un rifle semiautomático Bushmaster AR-15 y la seguridad de que si esa poderosa arma le fallaba contaba con la siempre efectiva Glock –la que usan los militares en Irak debido a su dureza y resistencia en escenarios agrestes como el desierto– y una Sig Sauer.
"Mi nombre es... y te voy a disparar", recomienda Dori que se diga muy despacio mientras lentamente se va colocando el dedo sobre el gatillo y se presiona suavemente –para evitar perder la puntería– y se dispara. Bang. La bala alcanza el estómago. "Otra vez: mi nombre es..." Y otra. Y otra. "Hasta el corazón y hasta que sientas que tú posees el arma y no ella a ti." Una vez que se acaba de disparar es obligatorio lavarse las manos y la cara, para desprenderse de los restos de explosivo que se pegan a la piel.
La sala de tiro consta de 15 cabinas. En la número 9 practica Roberta. "Mi nombre es..." Y dispara. Roberta intercambia una Glock con una 22 Magnum. En ocasiones dispara sólo con una mano, la derecha, para practicar su puntería con la mano con la que es menos experta, ya que es zurda. Su madre le recomienda que descanse porque empieza a tener una ampolla en el dedo. A pesar de llevar cinco años disparando, Roberta hoy ha tenido que recurrir a las curitas al sufrir un pellizco en la mano izquierda al cargar la Glock. "Mi nombre es..." Su nombre es Roberta y tiene 10 años.
Seguridad, riesgo y negocio
La industria de las armas no deja de crecer en EE.UU.
- 47%
Población con armas
Los Estados Unidos tienen el mayor ratio de armas en manos de civiles de todo el mundo. - 250
Muertes diarias
Se producen por armas de fuego. Cada año, cerca de 100.000 personas en ese país son alcanzadas por un disparo de bala. - 4
Millones de miembros
Tiene la Asociación Nacional del Rifle (NRA), creada en 1871, y hoy un actor clave en la política norteamericana.