Un desafio urgente: reformar la escuela secundaria
Nuestra escuela secundaria fue diseñada para estudiantes de la primera mitad del siglo pasado. Hace más de 70 años que no se ha modificado su esencia. Si bien en este tiempo se han realizado distintos intentos para mejorarla, estos han sido tímidas reformas que no se animaron a atacar a fondo el problema.
La ciudad de Buenos Aires se caracterizaba por la variedad y riqueza de su propuesta educativa, respondiendo así a las múltiples necesidades de su heterogeneidad. Desde las escuelas de gestión privada, esta multiplicidad se veía reflejada en las distintas alternativas (bachilleratos, comerciales y técnicas) ofreciendo una formación sólida y sustancial para aquellos estudiantes que optaran por un conjunto de aprendizajes orientados a la vida universitaria o laboral. Este panorama se trunca en 2006 con la Ley Nacional de Educación (26.206) bajo la cual se enmarcó a toda la enseñanza media de la ciudad. A partir de ese momento, las escuelas debieron renunciar a la singularidad y al desafío que propone un proyecto educativo identitario.
Este cambio perjudicó aún más a un sistema que ya estaba agonizando y que todavía intenta dar respuesta a las necesidades de los casi 200.000 alumnos que lo transitan. El Ministerio de Educación de la Ciudad pone al descubierto esta falencia en el profundo diagnóstico con el que inicia el Documento marco “Secundaria aprende”. El alto grado de deserción, con chicos que empiezan pero no terminan su secundaria (en 2022 sólo egresó el 65,76% de los que ingresaron en primer año) y los bajos desempeños en el área de lengua y literatura y matemática (41,3% y 61,5% con desempeños básicos y por debajo del básico en tercer año en la escuela secundaria de la ciudad).
Sumado a esto, le podemos agregar algunos datos que cualquiera que esté al frente de una institución conoce: la difícil realidad que atraviesa el sector educativo de gestión privada, que representa el 66% de las escuelas de educación media de la ciudad, golpeadas tanto por la situación económica del país como por la caída de matrícula, debido a la tasa negativa de crecimiento vegetativo de la ciudad de Buenas Aires. Se suma la dificultad para encontrar y retener profesores, fruto de la falta de reconocimiento social y económico de su trabajo y el desencanto en la propuesta de formación docente
Ahora la ciudad de Buenos Aires prepara una nueva reforma secundaria, y es importante recordar que los cambios profundos y permanentes son los que nacen desde la escuela, respetando la unicidad de cada proyecto. Por eso lo primero que habría que procurar es dar mayor autonomía y confiar en los equipos de gestión de las escuelas, que son quienes saben lo que necesita su comunidad; lo segundo desregular el aparato administrativo, que con sus reglamentos, normas y requisitos inamovibles agobian y desaniman cualquier atisbo de innovación. Y en tercer lugar, acompañar la necesidad de descubrir y habilitar nuevas vocaciones docentes muchas veces ocultas en profesionales apasionados por su disciplina, dispuestos a transmitirla y a formarse como educadores en el ejercicio de la tarea cotidiana. La innovación necesita de una cápsula normativa propia que permita volar por fuera de las normativas existentes. El exceso de regulación y la innovación no pueden convivir en un mismo espacio.
Por último es importante tener claro lo que se busca cuando se afirma que la escuela debe capacitar para el mundo del trabajo. ¿Estamos hablando de generar las habilidades y conocimientos académicos específicos para el ingreso a la universidad o del desarrollo de las habilidades necesarias para el ejercicio de una tecnicatura? Ambas propuestas son necesarias para el crecimiento de nuestro querido país y es por eso que cada institución debería poder capacitar a sus estudiantes de acuerdo al perfil del egresado que soñó y no de acuerdo al perfil que surja de una nueva reglamentación.
No olvidemos que la razón de la existencia de la escuela, en todos sus niveles, son sus estudiantes. Cualquier cambio debería dar satisfacción a las necesidades del adolescente actual. Apostamos por un acompañamiento individualizado, que despierte su curiosidad y desarrolle su dimensión racional en un contexto “intelectualmente desafiante y emocionalmente significativo”, como diría la educadora Lila Pinto, sin dejar de lado la incorporación de hábitos y habilidades que promuevan una ética liberadora, capaz de sacar a relucir la mejor versión de cada uno.
Abogado y director general del Colegio Los Robles