Un desafío planetario ante el deterioro del medio ambiente
El cambio climático es un problema global porque, sin importar dónde se emitan, los gases de efecto invernadero se mezclan en la atmósfera y tienen el mismo impacto; el progreso económico es indispensable, pero la biodiversidad debe ser preservada
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Enfrentamos un desafío planetario, ya que las condiciones ambientales se han deteriorado y seguirán empeorando si continúan las tendencias actuales. El cambio climático es un problema global, porque los gases de efecto invernadero se mezclan en la atmósfera y tienen el mismo impacto no importa dónde se emitan. El último siglo ha sido extraordinario por el desarrollo de las fuerzas productivas, con un progreso tecnológico que enterró la profecía malthusiana que nos condenaba a no poder mejorar nuestro nivel de vida. El crecimiento económico de la centuria pasada fue el mayor de toda la historia. El progreso económico es indispensable, pero debemos reconocer que el medio ambiente y la biodiversidad deben ser preservados.
Las evidencias actuales son concluyentes: nuestra Tierra se está calentando y las crecientes amenazas son múltiples y bien claras. La humanidad es responsable del cambio climático, ya que desde la Revolución Industrial la actividad humana viene acumulando enormes cantidades de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera. El clima está cambiando como consecuencia de las actividades humanas, fundamentalmente por la combustión de fósiles (carbón, petróleo y gas) y la deforestación.
La Tierra ya ha experimentado un calentamiento en los últimos años y se prevé un calentamiento adicional en los próximos años si no se aplican enérgicas medidas acordadas en el nivel internacional. Los resultados serán precipitaciones más variables y una mayor incidencia de fenómenos meteorológicos extremos. Eso, junto con la elevación del nivel del mar, afectará negativamente la agricultura, los recursos hídricos, los asentamientos humanos, la salud humana y los sistemas ecológicos. Miles de glaciares están replegándose y el espesor de la capa de hielo en el Ártico ha disminuido. Las evidencias científicas sobre el calentamiento terrestre y sus efectos adversos se han incrementado en los últimos años.
Aun cuando se adoptaran de inmediato medidas para reducir las emisiones, la estabilización de los gases de efecto invernadero tardaría tiempo, porque el sistema climático de la Tierra se caracteriza por una gran inercia, lo que significa que el cambio climático se prolongará a lo largo del presente siglo. El mundo deberá volverse menos intensivo en emisiones de carbono, para evitar desastres ambientales. Los combustibles fósiles son las principales fuentes de las emisiones de gases de efecto invernadero, que causan el recalentamiento y el cambio climático. Por eso resulta esencial el incremento en el uso de fuentes de energías renovables y “limpias”, alternativas eficientes menos contaminantes.
La Agencia Internacional de Energía ha señalado que para 2030 deberíamos triplicar nuestra dependencia de las fuentes de energía renovables, duplicar la eficiencia energética y reducir significativamente las emisiones existentes. También expresa que ya debe comenzar sin demoras la reducción del consumo mundial de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) para abatir las emisiones contaminantes de CO2. También la Organización Meteorológica Mundial viene realizando serias advertencias.
Debido al ritmo de aumento de las emisiones de CO2 cruzaríamos la barrera crítica de CO2 acumulado en apenas 8 años.
Aún es posible evitar los peores efectos previsibles del cambio climático si se actúa con decisión a escala internacional. Los costos adicionales por actuar ahora y no después son inferiores a los beneficios generados por la acción inmediata. No hay tiempo que perder, ya que si no se modifica rápidamente nuestro patrón de consumo energético, el clima continuará deteriorándose. La buena noticia es que es tecnológicamente posible propiciar un nuevo modelo de generación y consumo de energía que acompañe al requerido crecimiento económico en las naciones en desarrollo, pero sin perjudicar nuestro medio ambiente. Como hemos avanzado poco, aún queda mucho por hacer, pero hay aquí una gran tentación para el comportamiento “oportunista” que transfiera todos los costos a las próximas generaciones, evitando ahora que cualquier esfuerzo procure reducir las emisiones globalmente contaminantes.
La realidad climática mundial es bien clara: no nos queda mucho tiempo para poder evitar el desborde de crecientes fenómenos climáticos. El deterioro ambiental en todo el planeta ya es una importante alerta para que la humanidad actúe sin demoras, de una manera globalmente coordinada, para superar la pasividad existente en esta cuestión, que es crucial para nuestro futuro. Pagaremos un precio cada vez más alto en términos de costos económicos, millones de vidas afectadas por un clima más extremo y grandes daños al medio ambiente y la biodiversidad.
La mejor manera de enfrentar la grave amenaza del cambio climático es avanzar por el sendero de iniciativas que sean amigables con nuestra casa común. Por eso es importante que se logre un consenso efectivo en esta próxima COP-29 que convocan las Naciones Unidas en noviembre en Bakú, capital de Azerbaiyán. Lamentablemente, nuestras máximas autoridades políticas sustentan infundadas opiniones que niegan el origen del cambio climático, expresando que el cambio climático no está vinculado al consumo de energías contaminantes.
Inacción ahora significa mayores riesgos de daños para las futuras generaciones; esto pone a prueba si la humanidad de hoy es realmente solidaria con las generaciones futuras. La preservación de nuestro planeta es un bien público global. Por eso los organismos internacionales deben cumplir eficazmente su mandato en esta cuestión, que hace al futuro de la vida humana en la Tierra. Queda por ver si seremos capaces de encauzar el crecimiento de la riqueza material, estimulado por la globalización, para asegurar que no haya excluidos de la prosperidad, ni en esta generación ni tampoco en las futuras. Al fin y al cabo, el mandato bíblico fue este: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla” (Génesis 1:28). Pero eso no significa destruirla.
Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente