Un congelador serial se cuela en el comic nacional y popular
El Señor Frío -Mr. Freeze en inglés- es uno de los villanos más extraños entre todos los que le toca enfrentar a Batman. Es un villano con una causa noble: un ser que no nació malo sino que se llenó de rencor, un malvado condenado a vivir a temperaturas bajo cero cuyo único propósito es -y esto de alguna manera lo redime- salvar a su amada, afectada por una rara enfermedad. Por esas cosas de la ficción, este noble objetivo de salvar a su esposa no hace de él una mejor persona, sino todo lo contrario. Ciego de odio, busca por todos los medios la destrucción -el congelamiento- de Ciudad Gótica, lo que equivale a decir el mundo, o la realidad. Y por cierto bastante cerca llega a estar de lograrlo. Ya quisiera Guillermo Moreno, nuestro héroe de los precios congelados y el noble propósito de salvarnos de la inflación; ya quisiera este titán injustamente tratado por algunos como un villano de comic, despojado de sentimientos; ya quisiera él, decía, tener el poder congelante del Señor Frío. Un disparo del rayo helado y chau para siempre a los malvados remarcadores. Un sólo tiro, a él que le gustan las armas, y ni un movimiento más en las góndolas de los mercaderes de la destitución.
Si sólo fuera tan fácil...
El problema de Moreno es que no le alcanzan las balas. Dispara su cargador de hielo contra los precios de los supermercados y congela el aceite, el pan y el asado de tira, pero a sus espaldas al mismo tiempo se le derriten los impuestos, se le recalienta el transporte público y las tarifas de los servicios se acercan peligrosamente al punto de ebullición. Congela la papa y se le quema el puchero, digamos. Y no es culpa suya nada más: por más entusiasmo que le ponga al gatillo y suponiendo que la causa de nuestro Señor Frío es tan noble como declara, los villanos de la maquinita (que dicen estar de su mismo lado y luchar por los mismos ideales) están dale que dale con la manija, imprimiendo billetes a lo loco para cubrir los gastos del modelo en el año electoral. Y así no hay rayo congelante que valga.
Si sólo pudiera y lo dejaran, Moreno haría mucho más por su jefa: no sólo congelaría los precios -y con ellos cierto descontento social que a juicio del Gobierno no tiene razón de ser, porque inflación no hay- sino la realidad toda. Por lo menos hasta octubre, y ahí vemos cómo seguimos. Si fuera por su voluntad, Moreno extendería el congelante K por el país entero, a gusto y necesidad del proyecto nacional y popular, helando estadísticas y disidencias, inmovilizando las ruedas de algún que otro camionero molesto y congelando las ideas aventuradas de un par de peronistas con ambición recalentada, para eternizar este momento tan grato. Cuando se está en el poder no hay nada más irritante que una realidad cambiante. ¿Qué mejor que la eternidad, entonces, aunque sea en un cubo de hielo? ¿Qué mejor que proyectar al futuro esta Argentina sin Batman, oposición ni alternancia a la vista, congelada en un liderazgo con desinteresada vocación de servicio?
Corrección K al comic nacional: congelamiento para todos y todas, Señor Frío, eso está muy bien. Pero apunte con cuidado: no vaya a ser que se le vaya la mano y el rayo congelante alcance también a la Constitución Nacional, a la que necesitamos imperiosamente sacar del freezer.
lanacionar