Un círculo virtuoso para pasar del asistencialismo al empleo federal
La pandemia nos enfrentó a la dura realidad de la concentración poblacional de nuestro país, que genera problemas como los que quedaron de manifiesto con la situación epidemiológica del área metropolitana: allí se encuentran aproximadamente el 80% de los casos de Covid-19.
Para cambiar esta realidad hace falta distribuir mejor nuestros recursos económicos. Una forma de hacerlo es dando incentivos claros para reconstruir al mercado laboral, en al menos dos sentidos. El primero, para combatir la informalidad, que hoy afecta a unos ocho millones de trabajadores, entre empleados en negro y cuentapropistas informales. El segundo, para que pueda haber más empleadores a lo largo y a lo ancho del país productivo.
Lograr esto requiere consensos multisectoriales en torno a un objetivo claro: disminuir en los próximos años la asistencia y reemplazarla gradualmente por creación de empleo. Hoy tenemos 5% menos puestos formales en el sector privado que en 2011, el momento en el cual nuestra economía dejó de crecer de manera sostenida.
Se requiere de consensos multisectoriales en torno a un objetivo claro: disminuir en los próximos años la asistencia y reemplazarla gradualmente por creación de empleo
El problema no se arregla de la noche a la mañana y va a requerir algún esquema de transición en el que las políticas enfoquen con claridad el norte. ¿Cuál es? Formación y educación para el trabajo, incentivos para el reingreso al sector formal de la economía y medidas que orienten la creación de empleo hacia las economías regionales.
La pandemia nos mostró, a la fuerza, que muchas de las tareas se pueden hacer de manera remota sin perder calidad ni efectividad. Con eso, es mucho más fácil pensar medidas que ayuden a distribuir el empleo de manera más equitativa. Para eso es importante que nos sirva de guía la lógica que inauguró el Decreto 814, que permite computar determinado porcentaje de contribuciones patronales a cuenta de IVA según la localización de la empresa –a mayor distancia del principal centro urbano del país, mayores beneficios. También es clave que las normas que se establezcan para regular las nuevas formas de relación laboral, como el teletrabajo, las fomenten en lugar de disuadirlas.
Estos cambios no se logran solo a través de normativa sino que requieren del acuerdo y de la participación de todos los actores con injerencia en el tema, tanto en la creación de empleo como en la representación de los sectores ya empleados o con potencial de serlo: empresarios, sindicatos y movimientos sociales.
La crisis que vivimos hoy es más profunda que la de 2001, que quedó instalada en nuestro imaginario como ejemplo de debacle. Lo es porque no es una crisis que nos afecte solo a nosotros sino que tiene alcance mundial, con lo cual va a reconfigurar la forma en que se relacionan las naciones. Pero a casi 20 años de aquel momento traumático, nuestro país ha logrado construir una importante red de asistencia que ha ayudado a contener y sostener a los sectores más vulnerables. Esa red cuenta con un consenso implícito de toda la dirigencia. Desde los planes jefas y jefes de hogar que surgieron a la luz de la crisis del 2001 a la reciente creación del Ingreso Familiar de Emergencia, ese acuerdo inter-partidario ha sido clave para que no veamos en esta crisis las escenas de tensión social que vimos en aquella.
Ahora, sin embargo, es hora de lograr un consenso superador, para que las políticas de inclusión sean sostenibles en el tiempo y se integren a un proceso de desarrollo económico. Una cosa tiene que venir con la otra: no habrá desarrollo sin una estrategia de inclusión y empleo.
En los últimos días ha habido varios movimientos interesantes en este sentido, que precisan consolidarse y sumar más voluntades para ampliar los acuerdos. Uno de ellos es una iniciativa presentada por varios sindicatos importantes de la CGT y un conjunto de movimientos sociales, que proponen un Plan Integral de Desarrollo Humano a partir de la creación de empleos sociales. Es clave que estas iniciativas tengan una mirada federal, tanto en su diseño como en su ejecución. Por otro lado, el exministro Roberto Lavagna planteó hace poco la necesidad de elaborar un régimen que incluya a la mitad de los trabajadores que hoy están desempleados, subempleados o empleados en la informalidad. En la Unión Industrial también tenemos propuestas concretas para la reactivación y el crecimiento, que incluyen incentivos diferenciales para la creación de nuevos empleos en inversión productiva. En la salida de la pandemia vamos a tener que poner todos estos esfuerzos en común para elaborar el mejor plan posible para que la recuperación, esta vez, pueda sostenerse en el tiempo.
Dirigente industrial