Un caso de identidad oculta
Por Siegfried Helm
LONDRES (Die Welt) ARTHUR BALFOUR, primer ministro británico entre 1902 y 1905, suele ser visto como el paladín de la creación de un Estado judío en Palestina. En 1917, siendo secretario del Foreign Office, dio su nombre a la Declaración que prometía a los sionistas un hogar nacional en Tierra Santa, aunque, en realidad, el famoso documento había sido ideado y redactado por Leopold Amery, miembro del gabinete de guerra allegado a Winston Churchill. Según afirma ahora un historiador británico, Amery ocultó deliberadamente su origen judío.
En un artículo de la revista History Today , William Rubinstein, profesor de historia moderna de la Universidad de Gales, sostiene que Amery falsificó su ascendencia hasta en su autobiografía, My Political Life , publicada en 1955 muy poco antes de su muerte.
De Budapest a Londres
Su padre, Charles Fredrick Amery, pertenecía a una antigua familia del oeste de Inglaterra. Su madre, de soltera Elizabeth Leitner, era una refugiada húngara que, como tantos otros, había recalado en Constantinopla tras la oleada revolucionaria que barrió a Europa en 1848. Desde allí logró abrirse camino hasta Inglaterra.
Rubinstein descubrió que el verdadero nombre de soltera de la madre de Amery era Elizabeth Johanna Saphir y que había nacido, de padres judíos, en el barrio judío de Budapest. Amery _según Rubinstein_ ocultó este hecho, y cambió su nombre, Moritz, por Maurice para cristianizarlo, y se hizo llamar Leopold Charles Maurice Stennett Amery.
Fue un político conservador extremadamente influyente durante las dos guerras mundiales y en la década del 20. Desde su posición, respaldó tenazmente el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina y su posterior consolidación y desarrollo.
Hacia un Estado judío
Arthur Balfour (aún no era lord) dirigió el Foreign Office desde 1916 hasta 1919. En 1917, envió su Declaración al líder sionista lord Rothschild, el vocero más influyente de la comunidad judeobritánica. Se lo considera un paso decisivo en el avance hacia la fundación del Estado de Israel. Una de sus cláusulas estipulaba que Gran Bretaña apoyaba tal idea siempre y cuando no afectara los derechos civiles y religiosos de las comunidades palestinas no judías.
Amery sabía que los británicos actuaban impelidos por una combinación de política de poder imperial _el deseo de contar con un Estado aliado cerca del Canal de Suez_ e idealismo religioso: la idea de un retorno a la Tierra Prometida.
La Declaración Balfour quedó incorporada al mandato conferido a Gran Bretaña por la Liga de las Naciones para que administrara Palestina. Vendría a ser el equivalente de la carta fundacional del Estado de Israel.
Amery también desempeñó un papel prominente en la organización de la Legión Judía, la primera unidad de combate exclusivamente israelita creada en Palestina desde la diáspora que ocurrió después de la destrucción del Templo de Jerusalén por orden del emperador romano Tito, en el año 70. Durante la Segunda Guerra Mundial, batallones judíos combatieron en Palestina a las órdenes de los británicos; fueron los predecesores de las Fuerzas Defensivas israelíes.
Desafío a Chamberlain
También se recuerda a Amery por aquel encendido discurso de 1940, en la Cámara de los Comunes, en el que, dirigiéndose al apaciguador primer ministro Neville Chamberlain, le espetó: "¡Váyase, en nombre de Dios!" Sus palabras provocaron la renuncia de Chamberlain, al que sucedió Winston Churchill.
Un año antes, en una carta sobre la persecución de los judíos en la Alemania hitleriana, Chamberlain había escrito: "Sin duda, los judíos no son un pueblo simpático. Yo no los soporto. Pero, ciertamente, eso no justifica un pogrom".
El destino fue cruel con Amery. Su hijo John, partidario del nazismo, se marchó a Alemania. En plena guerra, solía hablar por radio desde Berlín en apoyo de la causa nazi, y al término de la contienda fue ahorcado en Londres por traidor.
Rubinstein sospecha que John Amery conocía la ascendencia judía de su familia. Al comentar la "doble vida" de Leopold Amery, el historiador señala que fue un secreto de lo más raro, probablemente el caso más asombroso de ocultamiento de identidad en la historia política británica del siglo XX.
(Traducción de Zoraida J. Valcárcel)