Un ataque contra todos
Este 18 de julio se cumple un nuevo aniversario de un atentado que nos enluta a todos. Hace 26 años una bomba asesina se llevaba consigo la vida de 85 seres humanos y causaba heridas de entidad a otros centenares.
No pretendo con estas líneas abordar la proyección política, judicial o las tramas ocultas que han circundado la feroz acometida; por el contrario, trato de enfocar la cuestión desde una mirada más amplia que germina en la culminación de los sueños o en el desmembramiento familiar y generacional que causó la explosión.
Ese lunes, a las 9.53 de la mañana, se estrelló un coche bomba contra la sede ubicada en Pasteur 633 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; el vehículo -creo que conducido por el diablo mismo- destruyó los cimientos de un emblemático edificio porteño generando dos efectos deletéreos: por un lado, llevo al óbito a personas inocentes a la vez que, de manera procaz e indirecta, pretendió instalar el mito de crisol de razas ya que el relámpago del estallido trajo a la memoria colectiva toda la persecución de una comunidad a lo largo de la historia.
Por momentos, pareció que el huevo de la serpiente tendía a regresar del infierno y recrear lo peor que tiene la historia de los seres humanos: la lucha por la vanguardia étnica.-
Se cumplen 100 años del texto Licencia para la aniquilación de la vida sin valor de vida editado en Leipzig, en Abril de 1920, de autoría de Karl Binding y del psiquiatra Alemán Alfred Hoche. Allí, básicamente, los autores reivindicaban el exterminio masivo de aquellos individuos previamente seleccionados, estigmatizados y descartables que no merecían vivir; luego de una construcción darwiniana, inferían la ausencia de cualquier tipo de castigo en oportunidad de dar muerte de manera masiva a los alcanzados por malformaciones congénitas, débiles mentales y otros desdichados.
Esa doctrina fue tomada -con mayor volumen y crueldad- por los genocidas nazis quienes estimaban que, al igual que un agricultor abrevaba por mejorar la calidad de su ganado, el Estado debía mejorar la calidad de sus ciudadanos.
Al amparo de la amplificación de las ideas de Binding y Hoche -quienes no fueron los únicos integraron del estridente coro que, en definitiva, reemplazó los lineamientos de Weimar por la voluntad del führer- se delineó la esterilización de personas con defectos físicos.
Nos recuerda Hicks en su obra Nietzche y los Nazis que, si nos detenemos en el período en que el nacionalsocialismo detentó el poder en Alemania, allí se han tomado como perno las alunadas ideas de Gerhard Wagner -el de führer los médicos- y propulsor de las leyes raciales. Su discurso era claramente legitimante del asesinato masivo de personas que no encajaban en el molde de la raza aria.
Gran parte de todo ese horror, que fue el nacionalsocialismo, cobro vida en los segundos que se gestaron al compás de la descarga en la AMIA donde se acabaron sueños, proyectos, ilusiones y esperanzas.
Si bien excede el alcance de esta columna analizar la genealogía del antisemitismo, fácil es inferir su recorrido por el arco del tiempo y lejos estuvo de ser una creación de aludida dictadura alemana. No obstante ello, aquel, es primo hermano de la cobardía; es un odio irracional que no puede tener cabida en la aldea global. Los Estados tienen obligación jurídica y moral de actuar, sin la menor ambigüedad, para desterrar de la faz de la tierra toda tipo de expresión antisemita.
La convivencia pacífica y ordenada entre las diferentes etnias y credos son como dos hermanas siamesas que han de vivir separadas y que volverán a juntarse espalda contra espalda. La asonada contra la AMIA lleva en su tuétano una agresión contra todos: quienes murieron fueron, en primer término, hermanos nacidos en esta querida tierra con independencia de su posterior creencia.
Debe ser una política de Estado el compromiso Argentino con la asistencia a las víctimas de tan fatídico atentado; su recuerdo, su evocación, su rechazo a cualquier tipo de justificación, los necesarios diálogos interreligiosos, son algunos de los estandartes que empavesan mi solidaridad con aquellos a quienes les arrebataron los horizontes, se los privó de observar los amaneceres, los atardeceres, los jacarandás en flor, los lapachos o las calandrias.
En tiempos de Covid-19, donde nadie está exento de sepultar al ser querido, pero cuya culminación nos va a sorprender abrazando tanto al amigo como al desconocido y comprendiendo de manera cabal cuán frágil es seguir vivo, no dejaremos de añorar la presencia de 85 seres humanos privados inexplicablemente del don más maravilloso que Dios nos ha dado: la vida.
Juez de Cámara por ante el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N° 4 del Poder Judicial de la Nación . Doctor en Derecho Penal y Ciencias Penales