Último tramo de campaña en una calma previa a la tormenta
“No hubo un solo tractorazo porque fuimos a abrazar a cada productor sin importar cómo pensaba y decirle que estábamos a su servicio”, afirmó Sergio Massa en el marco de su gira proselitista en Córdoba, el distrito más problemático para el candidato de Unión por la Patria. En su afán por seducir al votante independiente y moderado, segmento que acompañó parcialmente a Juan Schiaretti, todavía gobernador de esa provincia, Massa se esfuerza en diferenciarse del kirchnerismo y posicionarse como un potencial presidente experimentado, previsible, pragmático y abierto. Anclado en la idea de un gobierno de unidad nacional (algo de lo que desconfían, según un sondeo reciente de D’Alessio/IROL-Berensztein, el 46% de los votantes, incluido el 76% de los que eligieron a JxC y casi la mitad de los que sufragaron por las otras fuerzas), el ministro de Economía afirmó que, de ganar, la persona que lo suplantará en esa cartera no pertenecerá a su espacio político. No queda claro si se refería al Frente Renovador o al conjunto de UP, incluido el peronismo.
De cualquier forma, “no es que sobren los candidatos si es que pretende un shock de confianza”, afirmó un veterano banquero. “No sería un gesto de amplitud o generosidad, sino de astucia”, agrega. La gravedad de la crisis económica es tal que el coraje y la decisión que necesitará el próximo gobierno serán tan extraordinarios como el desgaste político y personal de quienes lideren tan fundamental proceso. Como la saga cinematográfica, el costo político sería “rápido y furioso”. Este primer capítulo podría titularse “En busca del Remes perdido”, en homenaje a Jorge Remes Lenicov, el primer ministro de Economía posconvertibilidad que, luego de cuatro dificilísimos meses de gestión, renunció para asumir en Bruselas como embajador ante la Unión Europea.
Al gobernador cordobés se lo notó decidido a boicotear la “fuga hacia la moderación” que se propone Massa. Ofuscado, lo vinculó con el juicio político a la Corte Suprema y con el proceso inflacionario. Quedan heridas sin suturar del súbito divorcio de Alternativa Federal, el espacio que a comienzos de 2019 compartieron junto a Roberto Lavagna, Juan Manuel Urtubey (ambos expresaron su apoyo a Massa) y Miguel Ángel Pichetto (que por ahora se mantiene neutral). Massa enfatizó su viejo vínculo con José Manuel de la Sota, que se venía preparando, antes de su trágica muerte, el 15 de septiembre de 2018, para ser el candidato de unidad del peronismo en los comicios del año siguiente, en los que resultó elegido Alberto Fernández, también con la idea de la unión nacional como principal bandera. Además, Schiaretti es consciente de que la mayoría de los cordobeses y una buena parte del casi 7% de los ciudadanos que lo votaron desconfían de todo lo que se asocie o se acerque al kirchnerismo.
Muchos observadores, en especial extranjeros, están sorprendidos de la aparente (y relativa) calma que impera en los grandes centros urbanos: el Gobierno estuvo presto para “abrazar”, con un costo fiscal muy elevado, a productores agropecuarios y sobre todo a los (casi) siempre activos movimientos sociales, sindicatos combativos y otros grupos que hacen del conflicto y las movilizaciones su razón de ser. Los datos así lo sugieren: a partir del informe mensual que realiza Diagnóstico Político, se observa que en el acumulado de enero-octubre de este año, la cantidad de piquetes cayó 11,3% en comparación con el mismo período del año anterior. Desde que entramos de lleno en el proceso electoral –agosto, septiembre y octubre– hubo un total de 642 piquetes en el área metropolitana: una disminución del 20% en relación con los mismos tres meses de 2022 (795). Otro dato curioso: cayó de manera notoria la cantidad de homicidios en la ciudad de Rosario: los 8 casos en octubre representan la cifra mensual más baja de los últimos tres años, según la información del Observatorio de Seguridad Pública del Ministerio de Seguridad de Santa Fe.
Aquellas muestras de “afecto” no parecen, de todas formas, ser eficaces. Por ejemplo, Atilra (Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina) lleva tiempo enfrentada con Sancor, poniendo en juego la supervivencia de la histórica firma. Se trata de un gremio con comportamientos depredadores que es al menos corresponsable de la larga decadencia que vive el sector. Errores de gestión también explican la crisis profunda de esa cooperativa, como sus cercanía a los gobiernos K, incluidos pésimos negocios con Venezuela. Las zonas de producción lechera, en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, serán claves en términos electorales. No existe evidencia contundente de que el mensaje ecuménico y pacificador de Massa pueda generar mucha diferencia.
Otro interrogante que cruza ambas campañas apunta al último escándalo que conmociona a la sociedad argentina y que muestra, una vez más, la obsesión de la política por las maniobras de inteligencia clandestina, entre ellas las escuchas telefónicas ilegales. En esta oportunidad no solo están comprometidos La Cámpora y el diputado Rodolfo Tailhade, hasta ahora ariete de CFK en su infundada ofensiva contra la Corte (que quedó herida de muerte: “huyeron como ratas de la comisión”, coincidieron en señalar Graciela Ocaña y Mario Negri), sino que revive y se enlaza con una de las más sórdidas páginas de la historia contemporánea de este país: el asesinato del fiscal Alberto Nisman. Seguramente esta cuestión se colará en debate presidencial que mantendrán el domingo Massa y Milei. Un experimentado hombre de medios sostenía que este episodio podría no tener demasiadas consecuencias en las urnas, tal como ocurrió con el Yategate o las tarjetas de Chocolate Rigau. Sin embargo, La Cámpora agrega a su ya reconocida ineficiencia en el manejo de grandes empresas públicas, como Aerolíneas e YPF, una dosis de incompetencia en un área tan sensible como la inteligencia: los grandes defensores del estatismo a ultranza terminan, por sus torpezas e impunidad, legitimando el paradigma libertario del Estado mínimo.
A propósito del debate presidencial, sería prudente que ambos candidatos le explicaran al país cómo piensan garantizar la gobernabilidad frente a una situación económica que, si bien no estalló como algunos suponían (y otros anhelaban), es insostenible. El famoso economista Rudiger Dornbusch explicaba que las crisis tardan en explotar más de lo que uno supone, al tiempo que sus efectos resultan mucho más devastadores de lo que se esperaba. Esto sugiere que existe un riesgo no menor de que la próxima administración sufra un desgaste rápido y contundente, más allá de quién gane esta elección.
¿Quién estará en mejores condiciones de navegar aguas tan turbulentas? ¿Acaso un presidente con una larga experiencia de gestión estatal pero que lidera una coalición en la que muchos votantes suponen que la situación económica mejorará significativamente el año próximo? ¿O un líder novato, pero con un programa transformacional, que llega sin ataduras ni compromisos con factores de poder y con la promesa de modificar de plano las razones que explican la larga decadencia que sufre este país? “Tal vez ninguno de los dos cuente con los recursos para atravesar el duro período que nos espera con solvencia y aptitud”, afirmó un ejecutivo de una empresa multinacional a quien le cuesta encontrar argumentos para convencer a sus superiores de que vale la pena seguir apostando por el país. “No habrá luna de miel: más vale que se preparen para comenzar a tomar decisiones el mismo lunes 20″, agrega.