Ulises ya no es invisible
En los grupos de Facebook que reúnen a vecinos del barrio de Villa Urquiza, proliferan los debates y los contrapuntos sobre cuestiones diversas de la vida ciudadana: las elecciones, la inseguridad, los desechos de los perros en la vía pública, los ruidos molestos y el mal estacionamiento, entre otras. Pero en las últimas semanas hay un tema que ha logrado unir a todos, o casi todos, en un ejercicio de aceptación y solidaridad que llama la atención en medio de los habituales hervideros de las redes sociales .
En realidad, el eje en torno del que se alinearon los vecinos no es un tema, sino una persona. Ulises Silva, un hombre de 59 años que vive hace alrededor de un año en la vereda de la calle Blanco Encalada, casi Triunvirato, el corazón comercial del barrio. "Educado, agradecido, respetuoso, muy bueno", son las palabras más usadas por los vecinos para describir a este ciudadano uruguayo que llegó a la Argentina en 1985. Y que, alejado de su familia, ahora se reencontró con el afecto gracias a la cálida recepción que le prodiga todo un barrio, no sólo en Internet.
"Todo lo que tengo me lo fueron trayendo", cuenta Ulises a LA NACION, sentado sobre un par de colchones que le sirven también como asiento. "Yo llegué sin nada. Y tampoco nunca pedí nada", relata, sorprendido por la movida vecinal que generó. Parece ser, precisamente, esta humildad con la que Ulises se maneja lo que más reconocen los villurquenses que lo ayudan con comida, medicamentos, ropa y la difusión de su caso en Facebook. Hasta impulsaron una colecta para poder pagarle una habitación en una pensión y lo aconsejaron para buscar trabajo, tratando de dar un paso más del mero asistencialismo y de que el hombre saliera de la calle.
Ulises tuvo una mujer y dos hijos. Dice que no terminó en la calle por ser un desplazado del sistema. "Me casé y tuve dos hijos; ella ya falleció. No me porté bien con ellos, no fui esposo ni fui padre. Llegué acá por problemas personales", enumera. "Acá" es una de las esquinas más transitadas de Villa Urquiza, rodeada de bancos y de negocios de distintos rubros. El ir y venir de gente es constante y, mientras dura la charla con LA NACION, Ulises es saludado amigablemente por múltiples vecinos de esos que ya conocen bien al uruguayo.
En Facebook, la movida continúa. "Hoy estuve con Ulises. Lo llevé a cenar y empezar a conocernos para saber qué necesita", escribe Alejandra. "Yo me he parado varias veces a charlar con él, soy de la zona y él ya es parte del barrio", suma Bárbara. "Con mis hijos le hemos llevado comida. ¡Es muy educado y respetuoso!", agrega Ana. También hay vecinos que lavan la ropa de Ulises en sus casas y se la devuelven limpia, y una tradicional confitería de la esquina de Monroe y Triunvirato le permite el uso de los sanitarios para higienizarse.
Con el mano a mano personal y la difusión de su caso en Facebook, todos ayudan sobre todo a Ulises a salir de la invisibilidad que suele acompañar a las personas en situación de calle. En la ciudad, viven en esa condición entre 1066 y 4394 personas, según la fuente. El censo del gobierno porteño contabilizó aquel número; pero un relevamiento realizado por varias ONG registró tres veces más. Mientras que el operativo oficial se realiza en una sola noche, para el extraoficial cada zona fue recorrida dos veces, una a la mañana y otra a la noche, un día de semana y otro de fin de semana.
Sana relación
Si bien los vínculos con su familia no supo cuidarlos, según admite, Ulises mantiene una sana relación con los vecinos y con el espacio que ocupa. "No se mete con nadie, no construyó una toldería, no usa animales para dar lástima, es una persona accesible y agradecido siempre", dice una vecina, María. "Yo no pido. Yo no busco conversación, pero la gente se me acerca. Será cierto que uno cosecha lo que siembra -aclara Ulises y, tras esa reflexión evangélica, agarra una Biblia-. La palabra de Dios me ha centrado."
Hoy, además de su buen trato, los vecinos le reconocen su decisión de abrirse camino con un pequeño trabajo: la venta de jazmines. Desde hace dos semanas, Ulises viaja al despuntar la manaña en el subte B y el colectivo 59 hasta el Mercado de Flores de Barracas y regresa alrededor de las 9 con bellos pimpollos para comercializar. Los coloca sobre una mesita y en pocas horas se agotan. La novedad también corrió en los Facebook barriales, donde los vecinos celebraron la iniciativa. La respuesta fue inmediata: muchos se acercaron, compraron y subieron sus fotos con los jazmines adquiridos. Ulises tiene su propio perfil en la red social, pero se lo maneja Juan, un comerciante de la zona que es uno de los que más lo incentiva a salir adelante.
"¿Usted es el señor de los jazmines?", lo indaga una mujer mientras él habla con LA NACION. "Sí, señora, hoy no tengo, venga mañana temprano", la invita Ulises.
"Mejor que quedó en la nada esa idea de juntar dinero para ayudarme a pagar una pensión. Yo ahora con los jazmines voy juntando y podré hacerlo por mi cuenta. Vendo como pan caliente. A veces me agarra la desesperación por irme, otros días estoy cómodo acá", se confiesa. "Acá" es una de las esquinas más transitadas de Villa Urquiza, rodeada de bancos y de negocios de distintos rubros. También, muy especialmente, de vecinos que encontraron en una persona en situación de calle un canal en el que fueron dejando atrás, probablemente sin darse cuenta, las diferencias que con frecuencia los alejan.