Ucrania: sigamos firmes
Hace 18 meses que Rusia desencadenó una guerra despiadada contra Ucrania. Son 18 meses de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad, que han sido remitidos a la Corte Penal Internacional y que le valieron a Vladimir Putin una orden de detención en una de sus más despreciables especialidades: el secuestro de niños ucranianos llevados a la fuerza a Rusia. Hace 18 meses que Rusia está destruyendo todos los marcos jurídicos y morales que rigen el orden internacional y sustentan la paz y la estabilidad en el mundo.
La persistencia del crimen no reduce su gravedad. Tengamos cuidado de no acostumbrarnos a ello. Ante una Rusia que está agotando a su pueblo, sus recursos y su reputación en pos de una quimera imperialista cuya muerte se niega a aceptar, debemos seguir teniendo una postura clara. Y en esta Rusia en la que un líder miliciano hace el trabajo sucio, luego desafía al poder, es calificado de traidor pero es perdonado, y finalmente desaparece en un desafortunado accidente, debemos seguir teniendo una postura clara.
Ante la mentira erigida como método de gobierno, ante las falsas elecciones para avalar las anexiones, debemos seguir teniendo una postura clara: no reconoceremos estas anexiones.
Ucrania cuenta con todo nuestro apoyo y lo seguirá teniendo mientras sea necesario. Apoyo militar, político, financiero y humanitario que continuará, porque lo que está en juego aquí es el derecho y la moral, pero también nuestros intereses, la seguridad de Europa y la estabilidad internacional.
La agresión rusa debe fracasar. Desde su invasión el 22 de febrero de 2022, nuestro apoyo a Ucrania ha sido constante y se ha manifestado en todos los ámbitos.
En el plano político, la vocación de Francia es, por supuesto, afirmar su solidaridad con Ucrania y reunir al mayor número posible de personas en torno a nuestros principios comunes, atropellados por esta guerra: lo hicimos con una mayoría aplastante de más de 140 votos, frente a tan sólo un puñado, en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
En lo material, nuestro apoyo militar se complementó con un esfuerzo humanitario sin precedentes, con 300 millones de euros ya movilizados sobre el terreno y, el 13 de diciembre, una gran conferencia internacional que permitió movilizar 1000 millones de euros dedicados a la resiliencia civil de un país cuyas infraestructuras, en particular las energéticas, estaban bajo el fuego ruso.
Por último, nuestro apoyo es jurídico, con la labor que se está realizando en torno a un tribunal internacional para juzgar los crímenes cometidos por Rusia en Ucrania, y el apoyo que estamos prestando a la Corte Penal Internacional y a los investigadores ucranianos. Convencido de que la justicia es una de las condiciones de la paz, el ministro francés de Relaciones Exteriores tuvo el honor de presidir, en septiembre de 2022, la primera sesión ministerial del Consejo de Seguridad dedicada a Ucrania y, concretamente, a la lucha contra la impunidad.
Con la apertura de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York dentro de unos días, Ucrania cuenta con todo nuestro apoyo y lo seguirá teniendo mientras sea necesario.
Algunas voces en la escena internacional creen que no tiene sentido apoyar a Ucrania porque hay tanta injusticia en el mundo que no hay razón para ayudar a Ucrania más que a otras naciones en problemas. La confusión puede ser el resultado del relativismo. Ya conocen a las voces que nos dicen que los derechos humanos no son universales. Que la igualdad no se aplica a las mujeres afganas o a las iraníes. Que la democracia no es para todos ni para los Estados del Sahel en África. O que Ucrania, que es la víctima, ha provocado la agresión de Rusia. Mantengámonos firmes, porque cada milímetro que se concede, se pierde para siempre. No defendemos valores occidentales, sino principios comunes: la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, la libertad de creencia y de expresión, la igual dignidad de la persona humana. A veces, se expresa otra forma de relativismo, que consiste en juzgar a las personas según criterios diferentes, poniendo un signo de igualdad entre las imperfecciones muy reales de las democracias y los crímenes masivos cometidos en otros lugares. El surrealismo de las lecciones morales de los países que pisotean los derechos humanos sería motivo de risa si no revelara su cinismo y la confusión reinante.
Por lo tanto, reiteramos que es impensable permanecer indiferente ante este conflicto, cuyo efecto desestabilizador es mundial, tanto desde el punto de vista de la regulación de las relaciones internacionales como en términos de las consecuencias económicas y sociales de esta guerra, especialmente en lo que se refiere al encarecimiento de los productos de primera necesidad en todo el mundo.
A quienes banalizan la invasión de Ucrania, les decimos que se equivocan. Invadir a un vecino, pretender volver a trazar sus fronteras, negarle la posibilidad de elegir alianzas, cometer los crímenes más despreciables contra su población, y luego utilizar el arma del hambre para imponer el silencio ante transgresiones sistemáticas, no son meros sucesos, sino un verdadero punto de inflexión. Nos guste o no, el mundo cambió el 24 de febrero de 2022. El resultado de esta guerra determinará en gran medida el futuro del mundo y el de la gobernanza internacional. Francia siempre estará del lado de la ley. Del lado del derecho a la legítima defensa, reafirmado junto con otros derechos el pasado mes de julio en la cumbre de Vilna. Del lado del derecho a luchar contra la impunidad, con nuestro apoyo a la Corte Penal Internacional y a los tribunales ucranianos. Del lado del derecho a una vida digna, que explica la magnitud de nuestra inversión en la seguridad alimentaria mundial. Cuando Moscú promete algunos miles de toneladas de cereales a países en posición de vasallaje, nosotros aumentamos nuestra ayuda alimentaria llegando a más de 800 millones de euros. Hay quienes matan de hambre. Y hay quienes actúan frente a ello.
Embajador de Francia en la Argentina