Ucrania ganó el derecho a recibir equipamiento militar
A un mes haberse iniciado la invasión ordenada por Putin, se realizó en Bruselas la reunión plenaria de emergencia de los jefes de Estado de la OTAN para analizar la situación de Ucrania.
Los líderes de los 30 estados miembros que conforman la alianza militar tuvieron la oportunidad de escuchar desde Kiev al presidente Volodymyr Zelensky, quien reiteró su dramático y bien fundamentado pedido de ayuda militar más decisiva. Las palabras de Zelensky reflejaron frustración, no exenta de reproches por la negativa de la alianza a cerrar el espacio aéreo y al envío del equipamiento para equilibrar la guerra y permitir a sus fuerzas una defensa efectiva del territorio propio y también, en palabras de Zelensky, a brindar un 100 por ciento de seguridad al este de Europa.
La realidad es que, en términos de ayuda militar, existe una brecha importante entre las demandas del presidente de Ucrania y lo concedido hasta el presente por la OTAN. Mientras Zelensky solicita, casi metafóricamente, un equivalente al 1 por ciento del total del equipamiento militar de la alianza, principalmente en aviones, tanques, sistemas de lanzamiento de cohetes, sistemas anti buque y sistemas de defensa aérea, por ahora la OTAN, salvo esfuerzos individuales de algunos de los estados miembros, se ha limitado al envío directo de ayuda humanitaria y equipamiento no crítico, apoyo tecnológico y entrenamiento.
El comunicado emitido al fin de la reunión de Bruselas deja en claro esta brecha. En un extenso documento de rigor la Alianza condena la agresión y las falacias informativas del Kremlin, reitera el apoyo al gobierno y pueblo de Ucrania, alerta sobre la posibilidad del armado de operaciones de falsa bandera y que resalta lo realizado por la comunidad internacional en términos de las severas sanciones a Rusia, pero no promete demasiado. Sí da cuenta de los múltiples mecanismos de ayuda implementados hasta ahora y advierte que cualquier uso de armas químicas o biológicas por parte de Rusia “sería inaceptable y daría lugar a severas consecuencias”. Al respecto, se desconoce aún el alcance de la posible respuesta de la OTAN a un ataque semejante y sus mencionadas consecuencias, como tampoco cuáles serían los umbrales de una eventual intervención directa, motivo de un intenso debate puertas adentro de la alianza.
El punto es que hoy no se puede desconocer que Ucrania, con gran sacrificio de su pueblo, está actuando como una firme contención a la expansión de Putin hacia Europa del este con la ambición de refundar la Gran Rusia. El argumento de una supuesta “angustia de seguridad” de Rusia por un eventual ingreso de Ucrania a la OTAN fue la excusa que desató la invasión. Del mismo modo, en un futuro y dependiendo del resultado de esta guerra, nadie puede asegurar que otras falacias similares den lugar a excusas para los intentos de expansión del dominio ruso a otros estados europeos, tales como las Repúblicas Bálticas o Polonia.
Obviamente, mantener el conflicto armado acotado al territorio de Ucrania resulta de máximo interés para la alianza, y es razonable. Pero la gran paradoja es que un estado no-miembro, luchando por su supervivencia, en la práctica está prestando los mayores servicios a la OTAN.
Zelensky lo menciona abiertamente cada vez que puede. Es más, hizo notar a los líderes reunidos en Bruselas que no se cumplieron las garantías de seguridad que las potencias otorgaron en el pasado a Ucrania, más concretamente a través memorándum de Budapest, firmado en 1994 por Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido. Fue el momento histórico en que Ucrania entregó sus más de 1600 ojivas nucleares a Rusia, a cambio de la posibilidad de conservar su soberanía e integridad territorial.
La OTAN considera a esta guerra como la más grave amenaza a la seguridad euro-atlántica en décadas, pero su respuesta hasta el momento ha quedado corta en función de los peligros potenciales que encierra la cuestión. La decisión de no-envío de los materiales militares esenciales solicitados por Zelensky hoy está bajo fuerte cuestionamiento internacional, por sus connotaciones presentes y futuras. Dicha actitud auto-restrictiva, está basada no sólo en el declamado peligro de disparar una Tercera Guerra Mundial, que podría tener una deriva nuclear, sino también en la aguda dependencia de Europa del gas, que aún hoy y a pesar de las sanciones Rusia sigue enviando a un gran número de países.
El dilema de la OTAN es complejo. Por un lado es clave la prudencia para evitar que el conflicto escale en extensión territorial o por el uso de armas de destrucción masiva. Por el otro, la negativa a avanzar con medidas más concretas da lugar a interpretaciones que ponen en duda su credibilidad a la vez que otorga a Putin un cómodo margen de maniobra para utilizar con impunidad su superioridad en recursos, incluso contra la población civil.
Disuadir al Kremlin de esta u otras aventuras ofensivas en Europa, requiere sin dudas, de la firmeza de la OTAN en cuanto a proyectar su poder real. Si bien el artículo 5 del Tratado de 1949 que dio vida a la Alianza sirve de amparo para la no-intervención directa de tropas en Ucrania, por no ser ésta un estado miembro, hoy hay conciencia de que esta guerra puede ser un punto de inflexión para un cambio de doctrina que habilite acciones militares preventivas, frente a amenazas palpables que puedan afectar a los miembros. Seguramente, la reunión de trabajo de la Alianza en abril debatirá esta posibilidad.
Es claro que el envío del equipamiento para autodefensa requerido por Zelensky, tiene una naturaleza muy diferente al envío de tropas y debería ser reconsiderado favorablemente si se quieren evitar males mayores.
En un mundo que después de la pandemia, anhela construir condiciones sólidas para una paz y prosperidad sustentables, ha llegado la hora de poner límites contundentes a los atropellos de autócratas irresponsables que para concretar sus ambiciones atentan contra la seguridad de las naciones. El sacrificio del pueblo de Ucrania es suficiente mérito para recibir esa ayuda militar esencial, no sólo por lo ya hecho en defensa de su propia libertad y de los valores compartidos de Occidente, sino por el desastre global futuro que ayuda a impedir con su valerosa resistencia.
Analista de política nacional e internacional