Ucrania en la OTAN: tan lejos, tan cerca
La tan esperada (especialmente para Ucrania) reunión cumbre de la OTAN culmina con demasiado gusto a vacuidad. Eso, en cuanto a hechos concretos y alentadores, porque en lo que se refiere a “relato” o “narrativa”, los miembros de la Organización Atlántica del Norte se han superado y con creces. La trascendencia de lo que se resolvió en Vilna, Lituania, parece que dependerá más de la voluntad real de involucramiento de los países de la OTAN y del G7 que de lo que surge de los textos oficiales como resultado del summit lituano.
En los días previos a la cumbre, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, se mostraba esperanzado sobre los resultados de la cita lituana, y así lo hacía saber a los medios, tanto ucranianos como internacionales. Pero ya en el día de inicio del summit, el lunes 10 de julio, las primeras informaciones que llegaban de los miembros de la OTAN, principalmente las declaraciones de las primeras figuras de EEUU y Alemania, el presidente Biden y el canciller Scholz, le cambiaron el semblante al líder ucranio, al punto de mostrarse irritado camino a Vilna, señalando que era “absurdo y sin precedentes” la no existencia de una promesa clara de rápida adhesión a la Alianza.
A pesar que eso no sucedió, Zelensky, el día martes 11, morigeró su discurso y comenzó a declarar -quizás para no afectar severamente la moral de su pueblo- que los resultados de Vilna eran exitosos y significaban un camino esperanzador para Ucrania.
¿Fue tan así? De ninguna manera, debe señalarse. Los resultados del summit lituano contienen promesas de “asistencia militar mientras dure la guerra” y una “promesa de adhesión inmediata” una vez que culmine la misma. Pero además, en forma de “compromisos de seguridad”, no de “garantías de seguridad”. Para dar una idea del poco peso real de lo que significa “compromiso de seguridad”, es necesario recordar que el Memorándum de Budapest de 1994 era una “garantía de seguridad” firmada por Rusia -también por EEUU y Gran Bretaña- y se sabe como esa “garantía de seguridad” terminó convertida en “letra muerta” ante la primera invasión rusa a Crimea y al Donbas en el 2014.
Por otra parte, el hecho de que ni siquiera se haya mencionado una hoja de ruta para la adhesión, como sí existió en Bucarest en 2008, tanto para Ucrania como también para Georgia, el nunca cumplido (ni escasamente) Membership Action Plan (MAP), parece significar otro paso atrás. “Bucharest minus”, lo apostilla la revista The Economist.
No obstante esas claras limitaciones de lo resuelto con Ucrania, ahora, contrario sensu de lo que declaró Biden antes de la Cumbre, Ucrania ingresaría de manera inmediata a la OTAN “una vez que finalice la guerra”. ¿Pero cuánto durará la misma? ¿Está realmente preparada Ucrania para un largo conflicto? En ese caso, ¿permanecerá la OTAN férreamente dispuesta a sostener esa larga lucha? ¿Qué resultados conseguirá Ucrania, si no logra recuperar la totalidad de los territorios invadidos por Rusia, incluida Crimea? Más aún, ¿en qué condiciones llegará Ucrania a esa situación? Muchos interrogantes que por ahora son respondidos con una retahíla de declaraciones de “amor eterno” que cuesta creer, dados los antecedentes (muchos) que varias de las exrepúblicas soviéticas han sufrido desde la llegada de Putin al poder, hace ya veinticuatro años.
Debe tenerse muy en cuenta, que esta guerra no provocada por Ucrania se ha convertido en una “guerra de desgaste” y por lo tanto, además del factor armamentístico, también cuenta el factor de la cantidad de hombres en condiciones de ser reclutados en las fuerzas armadas de ambos contendientes. En este momento, Rusia sigue teniendo mayor cantidad de uniformados que Ucrania. A eso debe agregarse, que el controvertido Grupo Wagner está entrenando soldados bielorrusos, lo que indica que muy posiblemente en algún momento habrá un involucramiento de Bielorrusia en el conflicto.
Cuando comenzó la guerra, la proporción de fuerzas armadas era que por cada soldado ucraniano había tres soldados rusos. Hoy, luego de la cantidad de muertos o fuera de combate de un bando y de otro -doscientos mil soldados rusos contra ciento veinte mil ucranianos, según fuentes de institutos especializados occidentales- Rusia sigue teniendo dos millones de reservistas que podría enviar al frente, contra poco más de seiscientos mil por el lado ucranio. Vale decir, que la proporcionalidad sigue siendo la misma o incluso se amplió un poco a favor de Rusia esa brecha. Además, dado que siempre el bando que está a la ofensiva, en general es el que más pérdidas sufre, si bien todavía no está fehacientemente documentado, los trascendidos señalan que en esta etapa de la contraofensiva, Ucrania pierde dos soldados por cada soldado ruso muerto.
Lo mismo ocurre con el armamento. En los inicios de la contraofensiva que comenzó en junio, es mucho el armamento occidental que ha quedado en el camino de las defensas rusas. Ucrania declara que eso estaba previsto, pero las dudas y la incertidumbre se disparan.
A todo ello, debe adicionarse que, a pesar de todas las declaraciones, el armamento occidental que llega a Ucrania llega tarde, mal, o nunca. Los famosos aviones F-16, recién en agosto comenzarán a ser entrenados los pilotos ucranianos, considerándose que, como temprano, solo antes de fin de año dichos aviones estarán a plena disposición en el frente.
Francia ha prometido el envío de misiles de largo alcance y EEUU, con mucha polémica, bombas de racimo. ¿Serán efectivos? ¿Serán suficientes? Institutos de estudios estratégicos de la guerra señalan que, uno de los problemas que ha enfrentado Ucrania es el aprendizaje y rapidez de la correcta utilización del armamento enviado por Occidente, no por incapacidad de los ucranianos sino por el poco tiempo de aprendizaje y de entrenamiento dada la premura en utilizarlos.
En relación a las bombas de racimo, algunas ONGs y grupos relacionados con los derechos humanos han puesto “el grito en el cielo” sobre el envío por parte de EEUU a Ucrania de ese controvertido armamento. Nada se escuchó o se alertó antes, cuando Rusia ya los utilizó en esta guerra y lo que es peor, contra poblaciones civiles. A veces, no hay forma de evitar o evadir la “doble moral”.
Para maquillar los modestos resultados obtenidos por Ucrania en la Cumbre de Vilna, las autoridades de los países miembros de la OTAN, como siempre ocurre, difundieron profusamente todas las promesas de nuevo dinero y armamento que enviarán a Ucrania. Hay que resaltar la palabra “enviarán”. ¿Cuándo? Está por verse.
Quizás la mejor definición de los resultados de esta Cumbre OTAN 2023 la dio el Director Ejecutivo del Centro para los Estudios de las Relaciones EEUU-Ucrania, Walter Zaryckyj, en la finalización de la 29na. Cumbre de la Alianza Atlántica de Bruselas 2018, quien -cuatro años después de la primera invasión de Rusia a Ucrania-señaló: “El ejercicio final consiste en considerar cuán aterrador podría volverse 2028 si la OTAN continúa en la misma trayectoria fallida de 2008, con un buen número de estados postsoviéticos cayendo nuevamente en una ‘Unión Soviética ligera’, con Europa volviendo a dividirse y anhelando resolver viejos problemas, disputas fronterizas, o con el Mar Negro convirtiéndose en una plataforma de lanzamiento para interminables aventuras rusas en el Medio Oriente, Asia Central y el Mediterráneo Oriental.”
En esa misma línea se expresaron, ahora en 2023, las autoridades de los países bálticos, así como también Polonia. En sentido contrario al que manifiestan los países centrales, incluido EEUU, estas naciones consideran que los ucranianos son los que se están sacrificando por ellos (o sea los bálticos y Polonia). “Apoyar a Ucrania es defendernos a nosotros mismos”, dijo Egils Levits, ex Presidente de Letonia hasta hace un mes. “Todos tenemos que poner más de nosotros”, señaló por su parte Kaja Kallas, actual primera ministra de Estonia, a Levits.
Ambos estadistas consideran que EEUU ha administrado la OTAN de manera sobresaliente, pero que ha habido un exceso de cautela en el suministro de armamento y municiones a Ucrania, poniendo como ejemplo los misiles de largo alcance, los misiles para protección anti aérea o los modernos aviones de combate.
Los políticos bálticos agregaron que han habido -durante un par de décadas- muchos políticos de Estados Unidos, Alemania, y europeos occidentales que se creyeron la fantasía de que Rusia podía ser acogida sin inconvenientes en los ámbitos occidentales. No fue así por parte de los países bálticos. Es por eso que reclaman a viva voz que se le brinde a Ucrania, total y acabadamente, los medios necesarios para defenderse y ganar esta guerra.
“Sería una pésima idea y un grave error dar por concluida la guerra con un acuerdo que le entregue Crimea y parte del Donbass a los rusos”, dijo Levits, y reforzó: ”[Eso] sería la causa de la próxima guerra”. Y mucho más peligrosa, cruenta y extendida, me permito agregar.
No obstante, los magros resultados en cuanto al impacto directo y positivo de las resoluciones de la OTAN sobre Ucrania de esta última cumbre, necesario es reconocer que sus resultados tampoco dejan plenamente sin preocupaciones a la Federación: el levantamiento del veto de la veleidosa y sinuosa Turquía al ingreso de Suecia a la OTAN deja a Rusia con mucha menor, o casi nula, influencia de su flota en el Mar Báltico; la constitución de un Consejo Permanente Ucrania/OTAN, que significa un paso intermedio entre la adhesión y la no adhesión, deja a Ucrania no como “miembro” pero por lo menos como un “igual”, según lo declarado por Jens Stoltenberg, el Secretario Ejecutivo de la Organización; el clarísimo refortalecimiento militar de la OTAN, de modo nunca visto antes desde su creación en 1949, con un clarísimo reposicionamiento estratégico y con una concreta percepción de cuales son los reales desafíos y peligros por parte de otros grandes referentes internacionales (v.gr. China, además de Rusia) que se le contraponen a la OTAN, son todas señales en el sentido positivo y que opacan de manera categórica todos los sueños y desvaríos del nuevo zar ruso.
Pero lamentablemente, en lo que en verdad importa, que es la inhumana e injusta guerra desatada por Rusia, Ucrania es la que ha puesto y pone los muertos. Muertos que debió poner involuntariamente ante la feroz y salvaje invasión de su territorio por parte de un país que intenta, o bien suprimirle la identidad, o peor aun, suprimirla total y absolutamente en su existencia. Occidente, la OTAN, Europa, el G7, dicen comprenderlo pero a Ucrania no le valen las palabras, a Ucrania, a su pueblo y a sus autoridades, solo le valen los hechos.