TV on demand: ¿Nace un género narrativo?
La llamada streaming TV, con sus nuevas prácticas de consumo, es un desafío para guionistas y productores
Cuando en el 2004 el periodista y tecnófilo Chris Anderson escribió acerca del long tail como el nuevo modelo de negocios que encarnaban Amazon.com o Netflix, lejos estaba de imaginarse que ese concepto serviría para explicar un nuevo paradigma de producción y consumo de TV: lo que hoy conocemos como video on demand. Su modelo, en vez de hacer foco en los productos de mayor rotación, introducía la idea de que para cada público hay un interés puntual por explotar; sólo es cuestión de encontrarlo.
Adelantemos un par de años y esto es precisamente lo que los ejecutivos de Netflix, Amazon y Hulu han descifrado. ¿Por qué contentarse con ofrecer dos o tres series para un público masivo en el prime time, si se puede apuntar a distintos nichos con productos que narren la historia de un matrimonio de políticos corruptos, de personajes adaptados del cómic o de un caballo animado que habla? ¿Te interesa el mundo de la música clásica? ¿O una serie cuyo protagonista tiene una crisis de identidad sexual? Los nuevos canales tienen algo para cada uno: alojan propuestas cada vez más específicas que permiten, por un lado, explorar universos y personajes muy disímiles, y por otro, llevar a la pantalla temáticas que quizá no habrían encontrado espacio en un canal tradicional.
Esta nueva manera de generar contenidos conocida como streaming TV no sólo ha promovido un cambio en el negocio, las mediciones de la propia industria (cómo se mide el rating, su relevancia hoy) y el modo de consumirlos -de una lógica semanal a la práctica de mirar series en maratón (binge TV)-, sino que también ha incidido en cómo se piensan y escriben las series actualmente.
Así, mientras que los grandes intermediarios como Amazon se frotan las manos y recurren al big data para crear éxitos, los guionistas han tenido que enfrentar los desafíos que trae una TV pensada para ser digerida en "tirones", y una audiencia menos pasiva que elige qué ver y cómo. Aparte de desarrollar un arco narrativo que contemple la evolución natural de episodio en episodio, hay que tener en cuenta el cuadro completo, la integralidad de la temporada. Hasta tal punto se piensa ahora en términos globales que, según Ted Sarandos, el jefe de contenidos de Netflix, "la primera temporada, no el primer capítulo, es lo que se considera como el piloto". Pero, ¿qué efecto tiene esta incipiente metodología de producción en la manera de contar?
Consumir historias
Hay que aclarar que esta nueva clase de televisión -si bien pareciera que la noción misma de TV va quedando obsoleta- desarrolla una relación distinta con la audiencia. El consumo semanal no sólo permite generar anticipación, sino que es otra forma de asimilar los contenidos. La experiencia de ver una serie en una o dos sentadas en oposición a la lógica semanal puede alterar la interpretación de la historia. La intriga o la incomprensión por el comportamiento de un personaje o un hecho se sostiene de otro modo al verse dosificadas, así como se maximiza la atención por el detalle episódico.
Por otro lado, a diferencia de la TV lineal en la que se asume que el tiempo es escaso, aquí la premisa es totalmente opuesta: estos servicios operan bajo la noción de que son dueños del tiempo libre de sus audiencias para llenarlo con horas de programación. Cuantas más opciones, más chances de que esto suceda, y por eso, a diferencia de los canales tradicionales, eligen momentos como feriados o vacaciones para estrenar sus series. En EE.UU. hay actualmente 400 shows en el aire. La televisión no sólo ha acaparado gran parte de la conversación online, sino que parece haberse convertido en un espacio de catarsis y procesamiento colectivo de temas sociales y culturales varios.
Si bien se dice que ver una serie streaming se parece más a la lectura de un libro, en el sentido de que se recibe toda la información junta y uno decide su administración, esta comparación no es del todo adecuada: al leer, los tiempos de procesamiento suelen ser más pausados, quizás hasta más parecidos a los de la antigua TV. Sin dudas es posible practicar el binge reading, pero no es lo más común. En todo caso, la comparación con el consumo de videojuegos o la faceta interactiva y de inmersión de los juegos de rol tal vez sea más pertinente.
Los nuevos mecanismos de reproducción de los consumos afectan las narrativas. En el pasado, la lógica implicaba que cada capítulo debía tener un cliffhanger -esas escenas finales que se resolverán en el capítulo siguiente- para mantener la audiencia semanal, que los capítulos debían durar entre media (sitcoms) y una hora (dramas seriales) porque así era posible organizar la programación de modo realista y distribuir tandas publicitarias. Estos cánones se superaron, con otra versatilidad y libertad creativa. Sin embargo, como sugiere el periodista Todd VanDerWerff, los creadores enfrentan otras limitaciones al tener que producir temporadas de 12 o 13 capítulos de forma compulsiva, con series que a veces se estiran innecesariamente mediante baches climáticos o de calidad narrativa. Con una mano en el corazón, ¿cuántas veces adelantaste un capítulo intrascendente en el contexto global de la serie?
Muchas de estas plataformas trabajan bajo el axioma de que cuanto más tiempo se tiene para desarrollar una historia, mejor, pero esto no siempre resulta así. Al no tener que estar guiando al espectador por lo que ya pasó -las series se ven de un tirón-, se les da lugar a detalles o subtramas individuales que pueden no ser entretenidas o no aportar a la trama central. Para rematar su tesis, VanDerWerff cita, como ejemplos de narrativas con menos "gaps climáticos", series pre-streaming, como The Wire o Breaking Bad, y menciona que aún hits recientes (Unbreakable Kimmy, Orange Is the New Black y Transparent) surgen de creadores con un amplio bagaje televisivo clásico, lo que permite capítulos memorables que se sostienen por sí mismos en tanto moldean la temporada. "El episodio sigue siendo la unidad más importante del relato, no la temporada o la serie", dice.
En la línea de reivindicación del episodio, el crítico televisivo y autor de The Revolution Was Televised, Alan Sepinwall, explica que esta problemática no está circunscripta sólo a los shows de Netflix y compañía, sino a una nueva mentalidad que permea todos los ámbitos, incluso la industria del cine, con películas cada vez más largas. "La serialización era una mala palabra en una época, pero ahora casi todos los programas se estructuran así; también los dramas que se emiten semanalmente están pensados para ser vistos en formato maratón", afirma. Pese a esto, según Sepinwall, cuando el material es lo suficientemente interesante puede estirarse todo lo que se quiera.
Narrativa y guión
Matías Orta, periodista y director del sitio web A sala llena, coincide en que la clave reside en los personajes y en cómo se lleva la historia más que en la extensión: "Pienso que pasa más por la calidad del contenido. La historia, los personajes son lo primero que se debe sostener en cualquier formato. Todo el equipo creativo debe encargarse de que la historia crezca a nivel capítulo y temporada. A diferencia de las series tradicionales, éstas se filman de un tirón, pero eso tampoco quita que desde el vamos se le deje de prestar atención a la calidad del producto. Incluso si una temporada está enfocada como un piloto compuesto de varios capítulos, debe poder apoyarse sobre bases bien sólidas para no perder ritmo y conservar el interés".
Lo cierto es que el relato "descomprimido", en el que ya no es necesario generar un clímax emocional episódico, también habilita matices a la hora de relatar, y hasta permite trabajar distintos subgéneros o matices tonales dentro de un mismo show. "Estamos ante un tipo de experiencia estética particular, en ese sentido muy cercana a la idea de tener un libro de cómics. No creo que haya menos minuciosidad por capítulo, entendiendo minuciosidad como trabajo sobre la escritura y la producción. Ya no son necesarios giros o acciones tan contundentes en cada capítulo, porque el autor entiende que no puede estar sorprendiendo al espectador cada dos minutos, y porque uno se aburre de eso también. El guionista tiene que dosificar la información, trabaja a cuentagotas; cada capítulo no puede tener acciones tipo clímax de capítulo final", agrega Fabio Villalba, docente de guión y montaje de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido en la UBA.
"En esta nueva cultura de 'maratonear', los shows que mejor se articulan son los que se perciben como una película larga, con distintos puntos de tensión, y otros que sirven para conectar un hecho con otro. Por eso, es tan notoria la diferencia entre una serie creada con esta vocación y otra gestada en un modelo anterior. En definitiva, el consumo de streaming TV genera una especialización en el público y la obligación de exigirles más a los responsables de estas series. Eso, en todo caso, sólo puede resultar en una mejor televisión para todos", proyecta con optimismo Lucas Baini, editor de la revista especializada La Cosa.
Mientras tanto, desde la web también surgen canales de TV que trasmiten vía Internet y aspiran a crear televisión de modo experimental. "El canal es una colección de puntos de vista personales en el que la gente trata de entender el mundo en que vivimos", resume el cineasta Spike Jonze, programador de contenidos de Viceland, el nuevo canal de la revista Vice. Otros canales de este estilo son Esquire Network y Current TV, reconvertido en Al Jazeera America. En cuanto a formatos, Viceland parece estar probando de todo sin casarse con nada, viendo qué funciona mejor para cada relato.
A nivel local, Odeón es una de las pocas plataformas argentinas de video a pedido (on demand) donde se pueden ver películas y series. El canal UN3TV es el exponente con más éxito entre los millennials, con contenidos que se salen de la norma. "El canal UN3 pudo consolidarse como un referente en estas cuestiones. Basta ver Eléctrica, de Esteban Menis, y Tiempo libre, a cargo de Martín Piroyansky. Predominan las comedias de estilo estadounidense, pero bien adaptadas a la impronta local, con personalidad propia. Muchos de los mejores talentos están haciendo sus armas ahí", concluye Orta.
Con sus fortalezas y sus desafíos, cada vez más cineastas y productores advierten que el streaming es un territorio fértil y prometedor, con las implicancias que esto trae no sólo para el paradigma de producción, sino también para los cánones artísticos y de formación del gusto. Esto recién comienza, y por ahora, no hay ningún spoiler que pueda adelantar cómo va seguir.