Tus lágrimas, Lionel
Yo no sé si lo sabés Lionel, pero te voy a contar un secreto: llorás y se nos desarma el mundo. No se trata tanto de tu tobillo, sino de nuestro desgarro.
Es loco porque las historias se leen injustamente hacia atrás, pero vos sabés cómo duelen caminando hacia adelante.
Llorás y nos acordamos de que en estos años te hemos negado mucho más que tres veces.
Como discípulos distantes, hoy los mismos que decían que no tenías carácter te llaman “Mi Capitán”. Y tu llanto los hace sentir culpables.
Llorás y sabemos que no naciste ni Campeón del mundo ni de América.
Llorás y recordamos que te sembramos de dudas. Si algo sabemos hacer es volver locos a los que tienen talento, hasta el punto de hacerlos dudar de si tienen algo especial para ofrecer. Y conseguimos hacerte dudar.
¿Resucitar? Eso es el diario del lunes. Resucitar era absolutamente imposible.
Te vemos llorar y nos quebramos porque en tu rostro de hombre de nuevo sos un niñito de 7 años desilusionado por no haber metido ese gol en una cancha poceada de Rosario.
Cae otra lágrima y tenés 12 y estás pinchándote el muslo solo en tu habitación... mendigándole centímetros a la vida para poder sonreír (porque de eso se trata este juego para vos... de ser feliz y sonreír).
Llorás y nos da bronca, porque a tu llanto no podemos entrar, es tu espacio sagrado y allí estás solo de nuevo. Y la soledad es un plato que has saboreado desde dentro, lo has metido en tu boca, lo has masticado con hiel y lo has tragado sin chistar. Padeciente.
Y nosotros, tus Judas veletas, también nosotros te lo dimos a probar.
Llorás y de nuevo tenés 27 años y perdés una final del mundo con Alemania. Y “caminaste la cancha” y “nunca serás como Diego que tiene un mundial y lo ganó solo”. Son frases para nosotros. Son balas en tu sien.
Llorás de nuevo y tenés 29 y perdés la final de la Copa América contra Chile. Cometés el error de ser humano y erras un penal. Y está todo bien pero humano no te queremos. Quizás viviste demasiado en Barcelona y no entendés, acá precisamos becerros de oro. Nos enloquece adorar, elevar y ver caer.
Esa noche es el día y la hora en que finalmente te inoculamos nuestro aguijón. Ya lo decía Sartre: “el infierno son los otros”. Y nosotros fuimos tu infierno. Sabemos hacerlo.
Esa noche te logramos morder el talón. Ese mismo que ayer explotaba, lo mordimos nosotros tan solo dos Copas América atrás. Sí, lo sé parece el Antiguo Testamento pero fue solo 8 años atrás. Los años de un argentino son como los de un perro. Y ya lo dijo Casciari: vos sos un perro.
En aquella noche negra de 2016, confesaste: “Intenté ser campeón con Argentina y no se dio. La selección se terminó para mí”. Fue la primera vez que fuimos consientes de que nuestra lanza había traspasado tu costado.
Histéricos (tenés que entendernos) pedimos frenéticamente tu vuelta, de rodillas te rogamos disculpas, porque en el fondo sentíamos que quizás (sólo quizás) nos habíamos pasado de rosca. Comprendenos, cuando llorás nos pasan cosas.
Hay algo que tenés que entender (no podrás): somos peores y mejores que cualquier lesión que puedas tener e incluso imaginar. Somos los opuestos, nos habita la contradicción. Un día te llamamos Thánatos y al día siguiente Eros.
Habíamos puesto sobre tus hombros nuestras decepciones y no hay espalda que aguante eso (preguntáselo a Diego si no). Debías remediar nuestros males, no tenías que ser feliz vos, tenías que hacernos felices a nosotros y habías fracasado en ello.
Durante años, callado llevaste ese yugo con una elegancia excelsa y una paciencia que, te confesamos, nos estremeció incluso a nosotros, hombres duros de corazón.
En tres años, en tan solo tres años, desde junio de 2021 para acá, resucitaste y cambiaste nuestras vidas. Y en esto no te confundas, esto no se trata de fútbol. Es horrible escribirlo, pero es así. Acá se juega la vida.
Argentinos, demandantes intensos y frustrados seriales, queríamos que lloraras por nosotros, Lio, necesitábamos que fueras, de verdad, nuestro. Pero no se nos dio.
Calladito, hiciste un cambio de frente y a fuerza de goles y de lágrimas, nos hiciste tuyos.
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Nicolás José Isola es Filósofo y PhD. Coach Ejecutivo, especialista en liderazgo y storytelling.