Trump y un camino con turbulencias hasta 2020
La segunda parte del mandato presidencial traerá más controversias, por las investigaciones en su contra y una economía que, pese a su firmeza, acumula desequilibrios
Los principales especialistas en política norteamericana coinciden en que la segunda mitad de la presidencia de Donald Trump será más controversial, incierta y disruptiva que la primera. Enfrenta una Cámara baja en manos de los demócratas (dispuestos a avanzar en todo tipo de investigaciones que pondrán a la defensiva a la Casa Blanca), las potenciales derivaciones del Rusiagate (la investigación en la cual avanza el fiscal especial Robert Mueller), una economía que sigue firme pero acumula desequilibrios y amenaza entrar en recesión antes de las próximas elecciones y, en relación con esto último, una notable cantidad de precandidatos opositores con atributos innovadores que no dudan en desplegar, para instalarse, un variado arsenal de críticas, denuncias y propuestas alternativas.
En este contexto, Trump viene profundizando su singular estilo de liderazgo personalista y confrontacional: vació su gabinete de figuras moderadas, con experiencia y algo de autonomía, para reemplazarlo con un equipo mucho más atento a sus caprichos y capaz de adaptarse a su desprecio por la planificación y los usos y costumbres típicos de Washington. Consolida así el reino de la improvisación y los conflictos permanentes, de la intuición y las negociaciones forzadas, de la provocación para incomodar a los ocasionales enemigos y obligarlos a ceder con el fin de evitar el peor escenario.
Las críticas provienen incluso del propio Partido Republicano, que acaba de sufrir una dura derrota electoral en muchos estados, a pesar de haber retenido el Senado. En esa cámara, Rob Portman (Ohio) lidera un grupo moderado que le pidió a Trump que reabra el gobierno y luego negocie la cuestión del muro en la frontera sur. Antes lo había hecho Mitt Romney, candidato presidencial en 2012 y exgobernador de Massachusetts, recientemente elegido por el estado de Utah.
Vale la pena recordar que los mormones y las mujeres fueron los principales integrantes del movimiento Nunca Trump, que trató de impedir, sin éxito, que lograra la nominación del GOP. Es cierto que algunos intelectuales que al principio rechazaban su figura tienen hoy posturas más contemplativas, como el notable historiador Niall Ferguson. Sin embargo, la cantidad de libros escritos por exfuncionarios o allegados al presidente Trump que exponen aspectos polémicos, tanto de su administración como de su persona, se multiplican de manera continua. Es el caso de Unhinged: An Insider's Account of the Trump White House, de Omarosa Manigault Newman, según el cual existen audios en los que se oye al presidente efectuando comentarios racistas. Este mes aparecerán dos obras autobiográficas en el mismo sentido.
Por un lado, las memorias de Cliff Sims, uno de sus asesores más cercanos en materia de comunicaciones, que describen con bastante objetividad las pujas internas y los conflictos entre miembros claves del entorno más cercano al mandatario. Por el otro, el exgobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, publicará Let Me Finish, donde sostiene lo que en nuestro medio denominaríamos "la teoría del entorno": el problema no es Trump, sino el equipo que lo acompañó y, en especial, su yerno Jared Kushner. Recordemos que Christie, que lideró el equipo de transición y fue mencionado como potencial reemplazante de John Kelly como jefe de Gabinete, mantiene un antiguo pleito con la familia política de Trump: cuando era procurador de su estado, metió preso al padre de Jared, Charles, suegro de Ivanka e importante empresario del sector inmobiliario.
"Nos hemos acostumbrado a las cosas más absurdas", me dijo ayer un viejo compañero de estudios, que es funcionario federal desde hace casi 25 años, en relación con la declaración de Trump de que nunca había trabajado para los rusos. "Los más viejos tenemos ahorros, pero muchos empleados jóvenes o de menor jerarquía no podrán pagar su alquiler o su hipoteca a fin de mes", afirmó en referencia a la imposibilidad de abonar salarios, lo cual, para algunos analistas, podría adelantar la contracción económica.
Cada día estalla un escándalo nuevo y se profundizan viejas riñas sin solución de continuidad, incluyendo la cuestión del muro. Mientras tanto, la vida cotidiana de los americanos presenta, como ocurre habitualmente, enormes contrastes. El boom del consumo disimula, parcialmente, la caída de la bolsa de valores y las crecientes preocupaciones en el mercado inmobiliario. Y el bajísimo desempleo desmiente, al menos hasta ahora, las hipótesis tremendistas sobre el impacto de la robotización.
En paralelo, tres hombres mueren por día en promedio en incidentes en los que está involucrada la policía. La mayoría de ellos son negros o latinos. En los últimos tres meses, más de medio millar de personas sufrieron heridas de armas de fuego en la ciudad de Chicago. Un centenar falleció. Rahm Emanuel, exjefe de Gabinete de Obama y alcalde desde 2011, resignó presentarse a una nueva reelección por la ola de violencia e inseguridad que sufre su ciudad. Otras 86 personas fueron víctimas de los incendios en Paradise, California, consecuencia de una prolongada sequía, evidencia de los problemas del cambio climático que Trump niega (a pesar de un informe publicado por su gobierno a fin de diciembre en el que se presentan pruebas más que contundentes).
La epidemia de opiáceas, por su parte, no encuentra techo: si bien no hay estadísticas específicas, las muertes por todo tipo de sobredosis son cercanas a 67.000 por año y la cifra continúa incrementándose. En parte por eso, la tasa de suicidios, sobre todo de jóvenes, sigue subiendo (en particular en áreas rurales). La inmigración de trabajadores ilegales, fundamentalmente de origen mexicano, está en sus niveles más bajos en medio siglo. En la frontera se acumulan familias y chicos provenientes de otros estados fracasados de América Central, en especial Honduras. Convertir a esos refugiados en una amenaza a la seguridad de los norteamericanos contradice, a propósito, los datos oficiales: la tasa de criminalidad entre inmigrantes ilegales es menor que el promedio general, incluso en los estados fronterizos.
Trump sigue gozando de niveles de aprobación nada despreciables (alrededor del 40%) y mantiene un firme control de su partido. Más allá del alboroto cotidiano, algunas de sus políticas merecerán con el tiempo mayor reconocimiento, en especial en materia de desregulación financiera, fomento a la producción de energía, impulso al sector privado y cuestionamiento a ciertos principios y verdades consagradas en materia de política exterior y de defensa que merecían ser al menos revisadas. Tratará de lograr su reelección en 2020 y ya demostró lo cómodo que se siente en el fragor de las campañas. Enfrentará a un Partido Demócrata que, a pesar del triunfo de noviembre pasado, carece de un liderazgo claro y de un candidato competitivo. A diario se suman nuevas figuras a una lista de por sí numerosa y diversa, en la que sobresalen el exvicepresidente Joe Biden, el exprecandidato Bernie Sanders y, aunque parezca mentira, hasta la propia Hillary Clinton. Varias senadoras (Liz Warren, de Massachusetts; Kamala Harris, de California, y Kristen Gillibrand, de Nueva York) se han sumado a la lucha, impulsadas por el nuevo papel de la mujer en la política y la sociedad. Otras figuras, como los texanos Beto O'Rourke y Julián Castro, agregan matices a este proceso preelectoral que será interminable: 22 meses en los que tanto los norteamericanos como buena parte del mundo estarán pendientes de esta puja con final incierto: ¿será capaz Trump de retener su cargo? ¿O habrán los votantes de su país de decirle, al mejor estilo Trump, "you are fired"?