Trump, no tan malo para el país
Pasado el shock inicial de la elección de Trump , los mercados financieros han reaccionado muy constructivamente. Si bien el nuevo gobierno estadounidense está demorando mucho más de lo previsto en dar a conocer sus equipos de gobierno, hay múltiples trascendidos coincidentes que permiten esbozar una primera aproximación a la política económica que se viene. Las iniciativas se pueden agrupar en tres dimensiones: reforma impositiva, impulso a la obra pública y desregulación en petróleo y gas. Son todas importantes, pero el eje central pasa por lo primero, la reforma impositiva. Allí hay a su vez tres iniciativas centrales: reducción de la presión tributaria (bajar ganancias empresariales al 20% del 35% actual); la eliminación de la deducción al pago de intereses, excepto en los créditos hipotecarios, y la controvertida BAT (border adjustment tax) o ajuste de impuesto de frontera.
Coherente con sus promesas de campaña, Trump propicia una cerrazón del mercado americano no a través de los aranceles a la importación, sino eliminando la deducción en el pago a las ganancias por los costos de los insumos importados. Si un importador/distribuidor de indumentaria vende sacos de vestir importados a US$ 150 y tiene un costo de importación de 100 y un costo de marketing y distribución de 20, hoy paga impuesto a las ganancias por 30 (que es la diferencia entre el precio de venta de 150 menos la suma de los costos de 100+20). Con la reforma tributaria, pasaría a pagar ganancias sobre 130. Sólo podría deducir el costo de marketing y distribución. La componente importada se computará como si fuese un beneficio.
Este enfoque estaría dando por tierra con el "Orden Internacional de Posguerra" que se inició en Bretton Woods, y que se aceleró en las últimas décadas en lo que llamamos globalización, que es el corolario de un conjunto muy amplio de políticas que van desde lo educativo hasta la adopción de normas contables homogéneas en la mayoría de los países, que sirvieron para facilitar la movilidad del capital y de las inversiones, de la mano de la transformación de la computadora de un instrumento de procesamiento de datos a una herramienta de análisis y comunicación. Desde hace muchos años el mundo funciona en una globalización centrada en el mercado estadounidense. El crecimiento de Japón, Corea, China y la mayoría de las economías exitosas en las últimas tres décadas está basado en el mercado estadounidense. Ni qué hablar de México y Canadá a partir del Nafta, pero incluso de Alemania, que se ubicó sistemáticamente primera o segunda en el ranking de países exportadores a fuerza de proveer maquinaria y equipo a las economías exitosas para la fabricación de los bienes que en su mayoría tienen su demanda final en los EE.UU.
Todo eso está en jaque con el ajuste del impuesto de frontera, BAT. La pregunta es: ¿hasta dónde piensa llegar Trump? Todavía no lo sabemos porque ni conocemos los proyectos de ley, sólo tenemos trascendidos. Algunos confían en que hay mucho bluf, que al final del día se impondrá el Trump empresario, negociador.
¿Cómo quedaría la Argentina en un mundo camino a la desglobalización? Paradójicamente, no quedaría tan mal. Años de intentos autarquizantes estarían jugando a favor, y el mercado estadounidense cuenta por sólo un 6-7% de nuestras exportaciones. En estos momentos los recursos internacionales están volviendo en una magnitud no prevista hasta hace pocas semanas a los fondos que invierten en mercados emergentes, que han logrado cifras récord de nuevas suscripciones la semana pasada. El dilema de los gerentes de esos fondos es: ¿dónde invertimos? Con los grandes países exportadores en jaque potencial, el atractivo relativo de la Argentina en la región aumenta.
Hay varias lecturas si, como parece, la política económica de Trump sigue el camino esbozado aquí. Una es que, a pesar de lo imprudente del endeudamiento reciente, Wall Street estaría para seguir tomado deuda, tolerando los desequilibrios de la economía argentina. Esto permitiría al Gobierno mantener un altísimo gasto público, perpetuando el atraso cambiario que ya tenemos, una situación que pondría al Gobierno en un nuevo dilema: como conciliar el salvavidas financiero a su gasto público récord con el deterioro de la economía real resultante de la caída de la competitividad por el ingreso de dólares por deuda. No hay que olvidar que es justamente la economía real la que tiene el mayor impacto electoral a través del empleo.
Ex secretario de Finanzas