Trump, entre Rusia y China
¿Avanzarán los Estados Unidos hacia una política de nueva détente con Rusia? Algunas de las designaciones del presidente electo Donald Trump en política exterior así parecen revelarlo. Los nominados candidatos para la Secretaría de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, Rex Tillerson y el general Michael Flynn, han sido catalogados como "prorrusos" por la prensa norteamericana. Tal vez más que nunca, en el inicio de esta nueva administración norteamericana, el vínculo con Rusia es el eje del debate sobre la política exterior, en un escenario en el que conviven la expectativa y la inquietud.
Vivimos en un mundo plagado de dudas y escasas certezas. Entre estas últimas, resulta evidente que el mundo parece avanzar al multilateralismo y es palpable el traslado cada vez más acelerado del centro de poder mundial del Atlántico al Pacífico. Es en ese contexto en que el ascenso de China a potencia global tiene las características de lo inexorable. Resulta inevitable referirnos a 1972. Entonces, el presidente Richard Nixon y su asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, llevaron adelante la política exterior más creativa y novedosa de la Guerra Fría: buscaron un acercamiento a China Popular para contener a la Unión Soviética. En Pekín, Mao le dijo a Nixon: "Me gustan los tipos de derecha, ustedes pueden hacer aquello que los de izquierda sólo pueden decir".
No pocos advierten que Trump podría intentar una política similar, pero al revés. En el mundo actual, la hegemonía de Occidente no está desafiada por Rusia, sino por China. Es en ese sentido en el que deben interpretarse algunas expresiones. Aquellas como las que llevaron a Tillerson a cuestionar las sanciones impuestas a Moscú en 2014 tras la anexión -o recuperación- de Crimea. Ese contexto también ayuda a explicar un hecho aún más trascendente y significativo: la llamada telefónica entre Trump y la presidenta de Taiwán, hace algunas semanas, que alarmó a las autoridades chinas ante la posibilidad de un abandono de la política de "una sola China".
Un acercamiento de Washington a Moscú ofrecería una nueva oportunidad a bajo costo. Por un lado, buscaría un entendimiento en materia de lucha contra el terrorismo extremista, un punto de cooperación e intereses comunes para Rusia y los Estados Unidos. En segundo lugar procuraría evitar la profundización de la cercanía de Moscú con Pekín, una política a todas luces contraria a los intereses de largo plazo de Occidente y que sólo se puede comprender históricamente a partir de la política de expansión de la OTAN en Europa del Este, una acción que Rusia entendió como una agresión a sus intereses nacionales y que en el año 2005 llevó a Putin a pronunciar la frase más polémica de su vida: "La disolución de la Unión Soviética fue el peor error geopolítico del siglo XX".
Una política semejante del nuevo gobierno norteamericano buscaría, en palabras de Niall Ferguson, una restauración de la máxima kissingeriana según la cual los Estados Unidos deberían estar más cerca tanto de Rusia como de China con relación al grado de cercanía de ellas entre sí. Es decir, 1972, pero en el sentido inverso.
El inicio de una nueva administración en los Estados Unidos ofrece una renovada oportunidad política de alcanzar un balance de poder mundial que genere estabilidad y seguridad internacional, en un mundo complejo ante el cual resulta imprescindible una lectura desapasionada y realista de los acontecimientos.
Embajador en Costa Rica