Tres formas para declinar la pasión
Sobre El gran plan, de Paula Perez Alonso
Organizado en tres partes que funcionan con fuerte grado de autonomía, El gran plan, nueva novela de Paula Perez Alonso (Buenos Aires, 1958), tiene, sin embargo, un leitmotiv que la vertebra: la pasión. Así pues, en cada una de esas partes, la protagonista desgrana, a partir del relato de momentos clave de su vida, las distintas formas que puede adoptar esesa pasión.
En la historia que abre el volumen, la autora, alternando las voces narrativas ("Sos esta y sos aquella.") se centra en la pasión amorosa. Él es un "raptor serial" que la aparta a Ella, la protagonista, de su mundo previsible, de su matrimonio opaco, convirtiéndola en su cautiva. Pero no hay, en su proceder, hostigamiento: por el contrario, hay seducción. El raptor seduce –lo que, en un sentido etimológico, es "llevar aparte"– a las mujeres mediante artilugios no explicitados, pero con un convencimiento tan férreo que burla, si acaso lo hubiese, cualquier conato de resistencia. Él se las lleva, y ellas, como bajo un embrujo, se dejan llevar. En la casa que comparten, él lo controla todo, pero no la obliga a ella a que se quede.
La estrategia narrativa de Perez Alonso consiste aquí en crear una atmósfera regida por el erotismo y acechada por la claustrofobia que, en términos de intensidad, se mantiene sin altibajos y se granjea la atención del lector. Con todo, en la dialéctica que se da entre el raptor y la cautiva –o cautivada– hay un núcleo supurante que no es explorado lo suficiente, y cuya exploración franca quizás le habría conferido al texto mayor espesor.
Ya en la segunda parte de El gran plan, la protagonista se encuentra en el desierto de Atacama. Una noche, en un bolichón porteño, un grupo de noruegas le había contado sobre esa árida región chilena y, en especial, sobre una Sociedad Secreta que al parecer vive ahí. "Ella vislumbró el alivio", –escribe la narradora–, "la ilusión de la huida.". Va al desierto a purgarse de los efectos del embrujo; va a "ese espacio inmenso opuesto a las prisiones". Traba relación con un arqueólogo, un astrónomo, una antropóloga, un geólogo y, de manera más estrecha, con un director de cine. Tal vez tales científicos sean, en efecto, la Sociedad Secreta de marras. Pero lo cierto, en cualquier caso, es que en Atacama ellos llevan un modelo de vida gregario, no exento de ambiciones, sustentado por la pasión por el conocimiento, siempre al son de cifras y vestigios, de morfologías y constelaciones.
Otro tanto ocurre con el director de cine, hombre patético y desbordado, que está dispuesto a adoptar una estrategia sacrificial y sin retorno para que su última película, donde muestra la luz de Atacama, trascienda el circuito de festivales de cine: dice que se suicidará en público. Este relato funciona más bien como interludio en el que se entreveran, algo inconexamente, reflexiones ensimismadas sobre la huida como necesidad y concepto, sobre arte y literatura, y observaciones sobre investigaciones científicas en curso. Asimismo, echa luz sobre las otras historias que componen el libro. Sin ir más lejos, se bosqueja, en pocos párrafos, un perfil del padre de la protagonista, de cuyo derrotero se ocupa la última parte –la más extensa– de El gran plan.
Cuando lo tenía todo dado para triunfar como empresario, el padre, lector refinando, se desvía y sale tras los pasos del poeta norteamericano Ezra Pound. Con él sucede como con la mayoría de los personajes del libro: siente –eco borgeano– que la verdadera vida está en otra parte. Deviene "etnógrafo de Pound", visita los psiquiátricos en los que estuvo internado el autor de los Cantares, preguntándose sobre la causa de su adhesión al fascismo, cuando vivía en Italia, durante la Segunda Guerra Mundial. El tono allí abreva en el ensayo literario, el biografismo y la narración intimista. Ésta es la parte más ambiciosa de un libro que, a pesar de varios pasajes logrados y tras su pátina de experimentalismo formal –el uso de distintas voces narrativas, la fragmentariedad, la imbricación de distintos registros–, apela a una tranquila lógica de las proporciones: una cuota de erotismo, un grupo de personajes algo excéntricos, profusas referencias cultas y los bemoles de una relación paterno-filial.
EL GRAN PLAN
Por Paula Pérez Alonso
Tusquets
220 páginas
$ 279