Tránsito
En 2009, cuando Mauricio Macri era jefe del gobierno porteño, aparecieron las primeras bicisendas en la ciudad de Buenos Aires. Su sucesor, Horacio Rodríguez Larreta, le imprimió al asunto una intensidad de vértigo y la ciudad se llenó de ciclovías por todos lados. Con el tránsito cada vez más complicado y el precio de los combustibles por las nubes creció la cantidad de gente que pedalea por esos estrechos circuitos.
Todo bien con las bicisendas, pero hay tramos que resultan insufribles e inoportunos. Hay varios ejemplos, pero pongamos por caso el de Marcelo T. de Alvear, especialmente desde Uriburu hasta Pueyrredón. En horas pico, con autos estacionados a la derecha y las ciclovías a la izquierda, más las líneas de colectivos que transitan por ahí y quienes maniobran para llegar o irse del Instituto del Diagnóstico, deparan a los automovilistas una marcha trabada y a paso de hombre. Eso, sin contar a los que paran en doble fila.
Para colmo, el frecuente lavado de contenedores de basura suele coincidir algunas tardes con el pico de afluencia de vehículos por la salida de los chicos del colegio. ¿No podrían hacerlo en otro horario? El atoramiento del tránsito se vuelve mucho peor.