Transición energética: “recalculando”
La pandemia del Covid nos hizo creer que era posible una brusca reducción de las emisiones de carbono y poder arribar a un net-zero en pocos años. La invasión de Rusia a Ucrania nos shockeó como un balde de agua fría en el sentido opuesto. El preaviso del congelamiento de Houston en 2021 no bastó.
Cambios súbitos, drásticos y a 180°: Inglaterra vuelve a abrazar el petróleo del Mar del Norte; Alemania extiende el plazo de sus centrales a carbón; el hidrocarburo gas natural y la energía nuclear se transformaron en “verdes” repentinamente y el carbón dejó de ser “tan negro”; hoy se simplifican las regulaciones para acelerar los proyectos de LNG en Europa y se subsidian los combustibles fósiles; se sanciona a Rusia pero se le sigue pagando el gas y a los Estados Unidos el presidente Maduro de Venezuela les parece amigable.
Los ministros de energía europeos se rasgaban las vestiduras contra los herejes contaminadores (con slogans anti combustibles fósiles) y hubiesen enviado a la hoguera a quienes sostenían hace pocos meses lo mismo que hoy ellos aceptan y promueven.
¿Tan errados estábamos? ¿Tan contradictorias son las organizaciones y veletas sus conducciones? ¿Tan pocas convicciones sostenían nuestras políticas energéticas? Pretendemos comprenderlo desde la psicología y el comportamiento humano, mediante una analogía con la Pirámide de Maslow en la energía.
La pirámide de Maslow, o jerarquía de las necesidades humanas (ver gráfico), es una teoría propuesta por Abraham Maslow en su obra “A Theory of Human Motivation” de 1943. Obtuvo una importante notoriedad, no solo en el campo de la psicología sino en el ámbito empresarial, del marketing y la publicidad. Maslow formula en su teoría una jerarquía de necesidades humanas y defiende que conforme se satisfacen las necesidades más básicas (parte inferior de la pirámide), los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados (parte superior de la pirámide).
La lucha por el cambio climático se ve ahora desdibujada en los países de mayor poder adquisitivo. No por los mayores costos que trae aparejado al sistema energético, sino por la inseguridad en su abastecimiento: ¡cuando se desciende del tercero al segundo escalón! No se trata de maldad, ni pretender destruir el planeta, ni hipocresía. Sino darnos cuenta que estamos en una grada inferior y allí no coinciden las prioridades y necesidades. No nos interesa en absoluto lo que pueda pasar en los escalones superiores hasta que no hayamos vuelto a escalar.
Se trata de una pirámide escalonada. No es lineal. No tiene sentido ofrecerle un palco en el teatro Colón a disfrutar de la Filarmónica de Viena a un padre de familia que no alcanza a alimentar a sus hijos. No va a valorar excelsa partitura mientras permanezca en las graderías inferiores. Quizás hasta se sienta ofendido por el convite.
Lo mismo sucede en la energía: un billón de personas en el mundo que no tienen acceso a la electricidad como la conocemos en nuestros hogares les resulta imposible ponderar como un valor supremo la no emisión de carbono en su generación.
Las energías renovables las podríamos ubicar en los peldaños de la cima: “Asignación válida de los recursos energéticos” mientras que la transición energética, la sostenibilidad, las restricciones ambientales, se posan en la cúspide de la pirámide de Maslow de la Energía: “Aceptabilidad”.
La dirigencia rodó por las escaleras, a lo mejor espabilándose, frente a las exigencias e inminentes cortes de gas o electricidad. “Desde esa puerta he visto los ocasos, Aquí el incierto ayer y el hoy distinto. No nos une el amor sino el espanto…”, nos recordaba José Luis Borges en su soneto Buenos Aires. No se trata de un cambio de paradigma, sino comprenderlo bajo esta mirada esclarecedora de lo primitivo de nuestros comportamientos que se trasladan a la energía.
Se ha visualizado desde allí abajo que la utopía del “Net Zero Emissions by 2050″ (1) (Aceptabilidad) carece de sentido (pirámide escalonada: para que aparezcan las nuevas necesidades o deseos de los peldaños superiores se deben haber satisfecho previamente las del escalón que estoy pretendiendo resolver o padeciendo) mientras no se resuelva el acceso a la energía, su seguridad y confiabilidad en el abastecimiento. Ninguna chance -según este postulado- de prosperar si no se superan todos los pasos previos y sin tomar atajos.
Por si no nos quedaba claro: “A pesar de las promesas de contribuir a los esfuerzos globales para reducir las emisiones, China continuará maximizando el uso del carbón en los próximos años a medida que atiende su seguridad energética” (segundo escalón de la pirámide de Maslow de la Energía), dijeron esta semana los principales formuladores de políticas chinos. El presidente chino, Xi Jinping, ha dicho a los representantes de su mayor región productora de carbón, Mongolia Interior, que China “no puede ser parte de la realidad” y que es “rica en carbón, pobre en petróleo y escasa en gas”, según informó Reuters. La transición energética es un proceso largo y China no puede simplemente “pisar los frenos” al carbón, según Xi.
Bill Gates ha dicho que cuando se trata de comprender las realidades energéticas, “necesitamos aplicar las matemáticas al problema”. Los hidrocarburos suministran más del 80 por ciento de la energía mundial: entonces, ¿para qué demonizarlos?
A los políticos y los expertos les cautiva invocar el lenguaje “lanzamiento a la luna”. Pero transformar la economía de la transición energética no es como poner a algunas personas en la luna varias veces. Es como poner a toda la humanidad en la luna, de forma permanente.
Muchos dirigentes se sitúan en la azotea de la utopía mientras el resto de los ciudadanos argentinos oscilamos en los dos primeros estribos. Tratando de tener acceso a la energía y pretendiendo una buena confiabilidad del suministro a tarifas y costos razonables.
Recalibrando: ojalá esta reflexión nos permita replantearnos en que escalón de la pirámide nos encontramos, y cómo gestionar para ir ascendiendo en la satisfacción de nuestras necesidades energéticas sin saltear escalones y evitando dar volantazos improcedentes que nos llevan de banquina a banquina en nuestras políticas energéticas.
Mientras transitemos en la Argentina el primer peldaño de la “supervivencia energética” (desabastecimiento de gasoil, anuncios de cortes de gas a las industrias y al GNC vehicular y posibles apagones) es absurdo acelerar la transición energética. No porque no lo deseemos, sino porque el ser humano se comporta así según Maslow. Sostenemos lo mismo en lo que a energía se refiere.
Ingeniero, exsecretario de Energía de Neuquén