Torcer el oportunismo a favor de la transparencia electoral
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El comienzo del año electoral en medio de la pandemia del Covid-19 nos enfrenta a la necesidad de continuar adaptando nuestras instituciones a un contexto que no habíamos siquiera imaginado, mucho menos legislado.
Mientras las autoridades sanitarias aconsejan reducir el traslado, aglomeración y contacto entre personas al mínimo, han comenzado a surgir discusiones acerca de la inconveniencia que significa la celebración de estas elecciones.
Las primeras reacciones del oficialismo ante esto son más que preocupantes.
Desde suspender las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias, hasta unificarlas con la elección general en una especie de ley de lemas nacional, hasta lisa y llanamente postergar las elecciones hasta el momento que se considere más conveniente para sus intereses. La argumentación a favor de estas ideas es brutalmente demagógica. Apelan al miedo al contagio y al ahorro de gastos. Son muy coherentes, despilfarran recursos públicos por un lado y procuran ahorrar en aquello que los somete a control, al mejor funcionamiento de la democracia.
Los argumentos del Gobierno, la situación sanitaria y el gasto que conllevan, omiten considerar otras opciones superadoras favorables a nuestra estabilidad institucional que permitan mantener las elecciones programadas sin desatender la salud de la población.
La adopción en esta emergencia de la boleta única de papel es el método más sencillo, económico, transparente y de fácil implementación que nos permitirá no solo encarar estas elecciones en el marco de una pandemia, sino hacer una experiencia que mejore nuestro sistema electoral también a futuro.
No se debe utilizar la emergencia sanitaria como excusa para el avasallamiento de derechos de la ciudadanía. Hemos aprendido a prescindir de la presencialidad en algunas cuestiones que antes nos parecían impensables, la esencialidad de las elecciones no debería ser una cuestión sujeta a debate. Debemos velar por el pleno ejercicio de los derechos políticos y garantizar la integridad del proceso electoral.
La esencialidad de las elecciones no debería ser una cuestión sujeta a debate
La demora en la implementación del plan de vacunación del gobierno y las múltiples dificultades que se han presentado en el momento de contener diferentes brotes epidemiológicos evidencian la necesidad, ahora, de contemplar alternativas a la modalidad en la que suelen desarrollarse los comicios en nuestro país.
Las leyes de lemas tuvieron su apogeo en nuestro país en la década del ’90 -en las provincias de San Luis, Formosa, Santa Cruz, Tucumán, Misiones, Chubut, Santa Fe, Jujuy, Salta, Santiago del Estero, San Juan y La Rioja- y fue paulatinamente reemplazada por las elecciones primarias simultáneas y obligatorias, excepto en Santa Cruz aun habiendo sido declarada inconstitucional por la justicia provincial.
Proponer una la ley de lemas con el pretexto de simplificar el proceso electoral esconde la intención de producir el mayor disparate que se pueda concebir en el ya complejo de por si sistema de representación, que el voto a favor de un candidato se atribuya a otro.
Al oficialismo y a sus enfrentamientos internos, les resulta conveniente sugerir esta modalidad de elección porque les permite administrar la interna partidaria evitando el surgimiento de una oposición desde el interior del mismo partido y prioriza sus necesidades por sobre la legitimación del proceso electoral ya que las contradicciones que surgen entre los votos emitidos y los resultados electorales en comicios en los que se ha implementado el sistema de lemas genera disconformidad y confusión en la ciudadanía.
Otras alternativas son posibles y no están siendo consideradas por el gobierno nacional pese a que desde mediados del 2020 viene la Dirección Nacional Electoral viene analizando el desarrollo de los comicios en otras partes del mundo en contextos pandémicos aún más imprevisibles que el que nos toca atravesar en la actualidad.
Desde nuestro partido hemos propuesto, entre otras, acortar el tiempo entre las primarias y las elecciones generales para evitar que las campañas políticas y los procesos electorales ocupen la mayor parte del año, disminuir los topes de gastos de campaña de los partidos políticos y alianzas que no presenten listas alternativas en las primarias y modificar el instrumento de votación por la boleta única de papel para reducir gastos y posibilidades de contagios en el momento de concurrir a los centros de votación.
No podemos permitir un cambio en las reglas del juego a esta altura del proceso. Solo deben aceptarse modificaciones razonables aceptadas por los principales actores partícipes del proceso procurando garantizar la participación electoral, la igualdad en el acceso y ejercicio del sufragio y la equidad en las condiciones de competencia, el secreto del voto, y el control ciudadano de parte de los fiscales partidarios y de las autoridades de mesa.
Es posible, es fácil, solo requiere voluntad democrática por sobre el oportunismo y la conveniencia de los partidos y frentes en competencia.
Diputado nacional por CABA (UCR-Juntos por el Cambio)
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