Todos tenemos que trabajar por la justicia
Mensajes y acciones del nuevo Gobierno permitieron que salieran a la luz distintas operatorias realizadas por empresarios y funcionarios del gobierno anterior para favorecerse y enriquecerse. Mucho de esto ya era viejo, había sido denunciado hace años por periodistas y políticos opositores y parece que la "Justicia-Judicial" poco hizo al respecto, al igual que la Policía.
La televisión se burla y la gente se ríe: no sabe quién dice qué y muchos creen más en los presuntos delincuentes que en los magistrados. La "Justicia-Judicial" como sistema está cuestionada. "Sea como sea, esta especie de mani pulite judicial nos permitirá arrancar de nuevo", escuchamos. Demasiado grave, demasiado profundo para ser tan simple.
Para reducir la pobreza, la corrupción y unir a los argentinos, además de una reforma instrumental y ética del sistema judicial se necesita un cambio cultural en la forma de interpretar y vivir la Justicia. La Justicia le corresponde a otro, decimos. Con ello nos desligamos de muchas de las consecuencias de nuestros actos. Debemos comprender que, aun sin ser conscientes de ello, aportamos una cuota importante de la Justicia que impera en la sociedad en la que vivimos y que tanto criticamos y queremos cambiar.
¿Dónde está la Justicia? ¿Quién hace Justicia?
La pregunta suele tener respuestas rápidas: en la Constitución; en los tribunales y sus sentencias; en ministerios o consejos; el Congreso o fuerzas de seguridad. Documentos o instituciones. Las personas en su diario vivir no cuentan.
Es hora de una autocrítica y reflexión. Buscar en otro lado, y mirar a maestros, médicos, científicos, bomberos, asistentes sociales, obreros, comerciantes y estudiantes. ¿Será que vos y yo tendremos algo que ver?
Pensar la Justicia como virtud moral ayuda a comprender la situación. Implica la constante y permanente voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde. Una dirección hacia donde orientar nuestra voluntad, procurando se convierta en hábito. Justicia como valor. Como valor, no es propiedad de poder ni autoridad alguna, sino que está al alcance de todas las personas, ya sea Ricardo Lorenzetti, Sebastián Casanello, la maestra de una escuelita rural, vos o yo.
La Justicia como institución y la Justicia como norma -los jueces y las leyes- tienen en un Estado de Derecho un mandato especial: disponer el marco mínimo de convivencia de la sociedad e intervenir en la resolución de los conflictos que se susciten. Pero desde que nos levantamos a la mañana hasta que un juez interviene para resolver un conflicto en el que estemos involucrados, existe un largo trayecto. Tiempo y espacio que es nuestro, en el que lo justo de la sociedad que decimos merecer no lo establece la "Justicia-Judicial", sino que depende de cómo ejercitemos la cuota diaria y cotidiana de justicia que está a nuestro alcance. ¿Cómo hacemos justicia? Involucrándonos con lo público, ayudando al necesitado, cumpliendo las leyes, siendo tolerantes con el vecino, denunciando irregularidades, respetando la opinión del otro, pacificando, reduciendo la hipocresía, siendo solidarios, dialogando, dando bueno ejemplos, no dejándola pasar. Sí, atreviéndonos a ser justos. Un mínimo por dónde empezar: la Declaración Universal de los DDHH de la ONU de 1948.
Trabajar y educar desde el Estado en una noción amplia de justicia colabora con este cambio cultural. De esta forma contribuiremos a que las instituciones y las leyes, que se manifiestan a través de personas que forman parte de la misma sociedad cumplan con la cuota de justicia que les corresponde. En cuestiones de Justicia no hay otros, somos todos.
El presidente Macri en la celebración del Bicentenario -al reiterar el llamado a la unidad- pidió que la verdad gobierne entre nosotros y nos alejemos de la viveza criolla, la mentira y la corrupción. La justicia, como valor cotidiano de vivencia personal, es lo que permitirá la existencia social en paz y armonía.
Secretario de Planificación Estratégica del Ministerio de Justicia de la Nación