Todos quieren ver a Mona Lisa
Volvamos a hablar de la Mona Lisa. Las reseñas al Museo del Louvre la llaman “la obra maestra más decepcionante del mundo” porque para poder verla el visitante debe hacer dos horas de cola, detenerse unos segundos delante de ella y seguir camino.
Cada año el Museo del Louvre es visitado por 9 millones de personas. Y de ellas, el 80% entra al salón de la pintura de Leonardo da Vinci para pasar sin detenerse delante de otras pinturas. Es la “Monamanía”, lo exactamente contrario a eso que hoy llaman una experiencia inmersiva.
Vincent Delieuvin, curador de arte del siglo XVI del Louvre, propone que la lleven a una sala especial, más grande y con acceso propio, “detrás de un cristal de seguridad, por lo que a primera vista parece un sello postal”.
Ahogada en su exceso de aura, la pintura más famosa de la historia vive tiempos de mudanza. Víctima del narcisismo cultural, porque decir estuve viendo a la Mona Lisa es decir yo estuve ahí, subrayando con especial énfasis el “yo”. ß
Algo más...
Como la peregrinación hacia la Mona Lisa se ha convertido en un suplicio de colas, alguien sugirió poner un cupo de visitas. En 2019, Jason Farago, crítico de The New York Times, propuso en chiste que el cuadro tuviera una museo para él solo. La modificación propuesta va en el camino de ese chiste. ß