Tinelli: bailando por un sueño... político
La Barra ya fue. O casi. Ahora Marcelo Tinelli se siente más a gusto en cada viaje que emprende a Necochea, no solo porque de allí es su mujer, Guillermina Valdes, sino porque ese balneario le parece una exacta combinación entre Bolívar (la apacible ciudad bonaerense donde nació, a 360 kilómetros de Buenos Aires) y Mar del Plata (el popular balneario al que iba de vacaciones con sus padres cuando era chico). De la suave brisa esteña al inclemente ventilador del sur de la costa atlántica, hay un cambio de vientos en su vida. Menos cool, más popu. Algo cruje por dentro de la máxima figura de la TV argentina.
A fuego lento, ¿se cocina un nuevo Tinelli? Bajar varios cambios. Dejar atrás cierto frenesí. Recuperar algunas raíces. No solo por los respetables 58 años que ya tiene y por los 30 que el año que viene cumplirá su bullanguero artefacto televisivo, el más exitoso y el de mayor permanencia en la historia de la pantalla chica local.
Mientras en la superficie el animador pelea cada noche por un rating que este año se le presenta más esquivo (empezó demasiado tarde, el mes pasado; Telefe le opone tres tanques imbatibles en tanto que él recibe migajas de una tira que no camina y el " Bailando por un sueño" ya no es lo que era, aunque anteanoche volvió a quedar primero), de a poco en boxes ya hace rato ha comenzado a armarse otro prototipo tinellesco de perfil mucho más bajo, que viene mudando lentamente de piel y se prepara, sin fecha ni meta precisa, para dar el gran salto a la política.
Los dirigentes de carrera, tanto del oficialismo como de la oposición (Tinelli habla con todos y de algunos, incluso, es amigo), lo estudian con deseo y recelo contradictorios. Estiman su poder mediático, aunque hoy ya sin la centralidad que supo tener hasta hace pocos años, y querrían tenerlo en sus filas, pero sin que les dispute los premios mayores que se reservan para sí mismos. Tinelli, hombre de acción, no se ve como legislador y la intendencia de Bolívar ya le queda chica. Dicho sea de paso, en su pueblo, la cuadra donde nació lleva su nombre y los de su madre, su padre y su abuelo denominan a instalaciones de esa localidad de la que el conductor de ShowMatch es notable benefactor, siempre con la ayuda de los gobiernos de turno que pagan así su aparición en la foto con tal descomunal celebridad. En unos días, por sus calles, se pondrá nuevamente al frente de la edición N° 20 de la maratón Dino Hugo Tinelli. Perjura que no hubiese acordado con el FMI aunque también tiene en claro que no está para presidente.
Pero la realidad argentina es tan azarosa que nunca se sabe, si de la noche a la mañana, por fuera de la política tradicional, se hace un lugar para que aparezca un émulo de Berlusconi o Trump que trepa hasta la cumbre del poder sin escalas desde el corazón de la TV. Sería, eso sí, algo totalmente novedoso. Ningún presidente, de Perón a Macri, llegó a la Casa Rosada sin pasar antes por cargos de menor rango.
Más que algo inminente, aunque su nombre empieza a ser repetido públicamente por figuras como Sergio Massa, Miguel Ángel Pichetto y Juan Manuel Urtubey -tres de los cuatro referentes del Peronismo Federal que armaron esa foto con una cabecera sugestivamente vacante-, Tinelli parece haber puesto a girar ese platillo a un costado cual malabarista cuya atención sigue focalizada en el número que está presentando y que, en su caso, es defender con uñas y dientes la nave insignia de su escudería: ShowMatch. Y en pensar cómo alimentar a La Flia, su nueva productora, sumando ficciones y programas de entretenimiento para el año que viene. La pasión y el expertise de Tinelli cuando se lo escucha hablar pasan más por ese lado que por la política.
Pero, atención, desde hace un año y medio, en sus ratos libres, el hombre viene tomando clases particulares de política y economía con profesores de la Universidad Di Tella y ha armado un equipo dentro de su fundación, que hasta integra un politólogo, para conversar sobre temas sociales y políticos. Y mediante ella logró proveer de agua caliente a una escuela de Rinconadillas, un pueblito de tejedores, detrás de un gran salar, de Jujuy, y de juegos a una escuelita de Purmamarca, entre otras acciones. O conversa de la difícil problemática actual cuando visita una pyme en La Plata, un comedor en Laferrère o una escuela en José C. Paz. Por su metier, Tinelli entiende más de inteligencia emocional que de política tradicional. En ese campo juega con viento a favor: todo el mundo lo conoce. Y él se sabe mover.
Ese enorme conocimiento, ¿podría en algún momento traducirse en votos?
Le trasladamos la pregunta a Jorge Giacobbe, director de la encuestadora Giacobbe & Asociados. "La crisis de los partidos -responde- genera un proceso en el que la política ?importa' personas con prestigio construido en otros ámbitos. En la Argentina sucede hace décadas. Pero no todo trasplante es exitoso. En el caso de Tinelli en particular, quizá la sociedad no lo quiera votar a presidente -las encuestas en tal sentido no lo favorecen-, pero tal vez le permita ingresar a ?la carrera' política rindiendo los exámenes que esta desee".
¿Habrá algún día un "¡Buenas noches, América!" desde la cadena nacional?
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