Tik Tok cumple, X dignifica (el peronismo como categoría histórica)
¿El peronismo es historia? Nos lo preguntamos al observar el presente y los numerosos desencuentros de esa fuerza política. Y también al observar que no hay “un” solo peronismo, sino tantos como dirigentes haya. También lo vemos en la cantidad de gobernadores que hoy se identifican con esa fuerza: solo 5 de 24. Nunca en la historia el peronismo fue minoría de tal forma. Ojo, no nos referimos a sus chances electorales (que seguramente puedan recomponerse para volver a ganar) o a su capacidad de gobernar (que seguramente seguirá intacta por muchos años) sino a su “locus político”, o sea, al lugar que ocupó en la historia argentina como modelo de acumulación de poder, como visión de país y como estandarte de representación de grupos e intereses. En ese sentido el peronismo es una meta narrativa que la posmodernidad ha dejado obsoleta, al igual que lo ha hecho con la familia nuclear, el trabajo asalariado o el capitalismo consumista.
Entonces, ¿a quién o a quiénes representa el peronismo?
El peronismo es un tango. Una invención argentina melancólica, propia de la modernidad industrial y asalariada con la que los +50 se cantan a sí mismos diciéndose entre ellos que todo tiempo pasado fue mejor.
Gran parte del extravío en el que se encuentra hoy el peronismo tiene que ver con su esencia como movimiento futurista. El peronismo nació futurista, con ideas de vanguardia, muy novedosas para su época como la justicia social, el voto femenino, la gratuidad de la universidad pública, el ascenso social y la sustitución de importaciones. También su liturgia y su mecánica fueron innovadoras a mediados del siglo XX, esta última caracterizada por ser un “movimiento con base territorial” que por entonces era una novedad frente a la tradición institucionalista de los partidos políticos tradicionales como la UCR, el Partido Socialista o el Partido Intransigente. Todo en el peronismo fue vanguardia y futuro, las ideas, las formas, las prácticas. Hoy que es pasado el peronismo no se encuentra a sí mismo, “no se halla” como se dice en gran parte del norte argentino.
La última vez que el peronismo fue vanguardia fue en el período 2003/2007 (que con suerte podemos estirar hasta 2010) con ideas como el reconocimiento de nuevos sujetos de derechos, la ampliación de derechos, la patria grande latinoamericana, el estado presente, la asignación universal por hijo, el matrimonio igualitario, la digitalización de algunos trámites en el estado. La mayoría de estas ideas en el plano social-cultural, muy poca innovación en materia económica o productiva donde la entrada en la era del conocimiento y la innovación digital fueron más cartel de marketing que ganancia concreta.
Después de eso sólo vinieron malas vibras. La pelea sin sentido contra el campo, la profundización de la grieta, intolerancia a los otros y la victimización ante la crítica. El discurso político peronista (y los recursos de sus gobiernos) se centraron principalmente en el conurbano, se olvidó de las provincias y fue perdiendo de a poco el favor de sus aliados partidos provinciales (Rio Negro, Neuquén, Misiones). También se olvidó de los jóvenes. Las encuestas en 2017 ya advertían que ellos pedían empleo y seguridad, y el gobierno nacional les respondía con derechos y programas sociales. Y llegó la pandemia de #Covid19 y la postpandemia y vimos a los cuentapropistas, los changarines, los trabajadores precarizados y los jóvenes en las periferias urbanas, votando opciones no peronistas en 2021. Algo se rompió y esto lo pudimos confirmar en 2023. Y así fue que de la mano del doble comando (Cristina Kirchner y Alberto Fernández) el kirchnerismo poco a poco dilapidó la hegemonía interna y externa que supo construir bajo el brillante mito de “nacional y popular”.
No se sienta sólo el peronista de paladar negro en su rodada cuesta bajo; ni siquiera en eso es vanguardia. Ya a mediados de los 90s comenzamos a ver el agotamiento de los partidos de centroizquierda, los partidos laboristas y las opciones socialdemócratas en el viejo continente en lo que conocimos como “fatiga democrática” o “eurodecepción” de los cuáles el 15M o la primavera árabe fueron corolarios. Tampoco se sientan las nuevas derechas extremas artífices de la estocada, ellas simplemente estaban allí. El propio Milei ha reconocido que hubo muy poco mérito propio en su meteórico ascenso y que todo se debe a los enormes errores del último kirchnerismo y a la “burrada” de ofrecer como candidato presidencial al ministro de Economía responsable de la inflación récord.
Volviendo al peronismo, pocos en sus filas avisaron de la gravedad de su obsolescencia. Las categorías de análisis de sus dirigentes son casi obsoletas, la poca autocrítica que se escucha es culposa, auto flagelante, sufrida y no termina en ninguna medida de fondo. Para botón de muestra basta con el último Congreso Nacional del PJ. En medio de la crisis más grande del peronismo desde el inicio de la democracia en el Congreso Nacional del PJ no pasó nada. Nada de nada.
Una profunda autocrítica interna de la que salgan medidas efectivas es solamente el comienzo. También debe reconocer el peronismo que su caja de herramientas es vieja. Y para muestra basta un botón: “ganar la calle” y “copar la plaza” son herramientas del pasado. No estamos diciendo que no vayan a ser efectivas en varias elecciones por venir, estamos diciendo que son cada vez menos efectivas. Actualmente es más importante hacer tendencias en redes que ganar la plaza del pueblo. ¿No sabe usted compañero qué significa hacer ratio en redes? Estacione el bondi, deje a un lado el bombo y el choripán que nuestros tiktokers de 16 años se lo explican. Hacer ratio es una de las tantas tácticas existentes para ganar tráfico y volumen en redes sociales. Consiste en hacer más viral un comentario que su propio posteo original y de ese modo desplazar el centro de la atención hacia el comentario, algo así como ganar la plaza, pero en las redes.
Objeto de culto, lastimado y lastimoso, el peronismo se habla a sí mismo en lugar de hablarle a la sociedad. Representante de una Argentina que ya no existe, sigue buceando en su caja de herramientas moderna e industrializada, sumiéndose cada vez más en la peor de las ignorancias: la de no saber que no sabe.
Córdoba, director consultora Zuban Córdoba y asociados; Maldonado, doctor en Ciencia Política