Textos impresos, lecturas digitales
CRUCES. La literatura e Internet viven una impredecible era de intercambios
La crítica literaria enfrenta como primer desafío la comprensión del entorno tecnológico en que ahora funciona el sistema cultural. Para esto es necesario partir de la aceptación de que los soportes materiales de las obras del arte verbal no son simples vehículos de contenidos traducibles, sino que son factores esenciales de la propia naturaleza artística de tales obras y de las prácticas que involucran (composición, difusión, lectura, respuesta).
Con esto en mente, quizás se pueda entender que la literatura no es una categoría universal idéntica a sí misma desde Homero hasta el presente, sino un fenómeno histórico: la literatura, como institución, depende fundamentalmente del soporte "libro impreso", surgió con los albores de la imprenta industrial, a fines del siglo XVIII y se encuentra en lenta retirada frente a los avances del mundo digital.
Vivimos este momento paradójico y apasionante del encuentro de textos modernos (fundados en la matriz impresa) con lecturas posmodernas (moldeadas por el universo digital). Estos cruces se han dado en otros momentos de la historia de Occidente (oralidad y escritura, rollos de papiro y códices de pergamino, libros manuscritos y libros impresos), ya demasiado alejados en el tiempo para poder ver con claridad cuánto tienen en común con nuestro presente y nuestro futuro inmediato.
Lo primero que nos enseñan es que no se trata de mundos paralelos y separados, sino que la interpenetración es muy profunda: así como lo oral deja su impronta en lo escrito, o el diseño de la página manuscrita sigue moldeando la del libro impreso, aunque se haya inventado tres siglos antes que la imprenta, así también perviven formatos como el e-book o los fondos digitalizados de las bibliotecas: la traducción/transición siempre será lenta e incompleta.
Antes de Internet, la literatura como institución era el horizonte absoluto de toda práctica literaria, era impensable un "afuera de la literatura". En el actual contexto, en cambio, la labor de escritores y de críticos literarios se va desarrollando cada vez más en contienda con esa institución, que se percibe tan potente como externa: un síntoma de esto es la imposibilidad de poder juzgar con un mínimo de certeza o de consenso qué es "buena o mala literatura" (o aun qué es literario y qué no lo es).
Por supuesto, la evolución cultural no espera por nadie: los lectores se entusiasman compartiendo sus impresiones y experiencias de lectura y los gigantes informáticos desarrollan algoritmos para procesarlas, medir tendencias, afinar ofertas de contenidos, potenciando nuevos mecanismos de "consagración" literaria.
¿Y la crítica literaria? Parafraseando a Lévi-Strauss hablando de la historia, la crítica puede hacer grandes cosas con la literatura, siempre y cuando se salga de ella. Desde que las obras literarias circulan como mercancías en una sociedad de mercado (desde fines del siglo XV) siempre ha habido divergencias entre las preferencias de la crítica especializada y los gustos del público lector. Eso no cambiará, pero puede reorientar su tarea al proveer de criterios que permitan a los usuarios salir de la mera efusión subjetiva e impresionista y practicar modos más sofisticados de leer en el mundo digital, una función cuya eficacia dependerá de la habilidad para operar en lo que José Van Dijck llama "el ecosistema de medios conectivos".
El autor es profesor de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), investigador del Conicet y presidente de la Asociación Argentina de Humanidades Digitales (http://aahd.com.ar)
Leonardo Funes