Test de Julio
El amor de los cronopios es proporcional al odio. Pero esta no es una división, sino un vaivén
Buen mes para incitar a un cronopio; estamos en julio, los cronopios son invento de Julio Cortázar, y acaba de salir una bellísima edición de su existencial y juguetón libro: Historias de cronopios y de famas (Alfaguara), con ilustraciones de Elenio Pico (el creador de aquella revista de culto, Lápiz Japonés). Pero hay más: el hartazgo de los binarismos ideológicos, trillados y obtusos. Renovemos la alegría de elegir, nuevamente con la imaginación al poder. Ni buitre ni pingüino, ni micro ni macro, ni blanco ni negro. Basta de divisiones tajantes y superfluas impuestas por la realidad. Es el regreso de los cronopios y famas.
Luego de una presentación de esta plataforma ficcional, a cada cual su identidad profunda.
Para aquellos que no los conocen, los cronopios son criaturas endebles, maravillosas, con super ganas de vivir, pero tan desaforados que se chocan con sus propios recuerdos. No los archivan ni almacenan, les prestan atención, que no es lo mismo...¿Saben que un cronopio es capaz de acariciar suavemente un recuerdo cuando lo encuentra andando por su casa, y decirle: "no vayas a lastimarte" o "cuidado con los escalones"? El problema lo tienen con los olvidos… como el "cronopio pequeñito que buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta."
Entre los cronopios, el exceso de amor produce odio, al tiempo que ese odio, ¡es una prueba de amor!
El amor de los cronopios es proporcional al odio. Pero esta no es una división, sino un vaivén. Entre los cronopios, el exceso de amor produce odio, al tiempo que ese odio, ¡es una prueba de amor! Veamos cómo se las arreglan en sus relaciones familiares. Antes que nada, casi no tienen hijos porque es una alegría desmesurada, como buena experiencia cronopiana. Si un cronopio tiene un hijo, "enseguida lo invade la maravilla y está seguro de que su hijo es el pararrayos de la hermosura y que por sus venas corre la química completa con aquí y allá islas llenas de bellas artes y poesía y urbanismo". ¿Y qué hace? Se inclina ante su hijo maravilla quien, "como es natural", lo odia minuciosamente". Pero al cronopio no le importa. Él también odió a su padre, y por eso es capaz de comprender que "ese odio es otro nombre de la libertad o el vasto mundo".
Por otro lado –o ladera de la vida- andan los famas. No "se creen mil" por famosos, sino que son miles, por libidinosos. Olvidé decir que así como Cortázar describe a los cronopios como "tibios", presenta a los famas como "fecundos". O sea, son procreadores. Pero así como generan vida, la embalsaman. Sí, los famas compactan sus recuerdos, los archivan y de una manera grotesca: "fijan el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra." Y convierten a sus deseos en esperanzas. Éstas conforman la tercera población ficcional que acompaña a los cronopios y los famas: las esperanzas, que, a diferencia de las comunes (volátiles, lejanas e inalcanzables), son sedentarias, "igual que las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan". Cortázar propone una clasificación sintética y vital para estas tres identidades (incluida en el libro): El fama es infra-vida, la esperanza es para-vida y el cronopio la super-vida. ¿Qué hubiera dicho Shopenhauer de la voluntad y representación de estas criaturas cortazarianas? Porque todavía falta asomarse al libro: los dibujos de Elenio Pico influyen en la elección. Los famas se rigen por la recta, a los cronopios los modula la curva y las esperanzas (olvidé decir que son "bobas") parecen televisores diminutos.
Formas de ser para estar en el mundo sin caer en las superficiales alternativas de la realidad.