Tentar al demonio
"Ni loco compraría dólaresen este momento".
(De Guido Sandleris, presidente del Banco Central.)
Temerario al extremo de la inconsciencia, así fue el debut del presidente del Banco Central al afirmar que ni loco compraría dólares y vaticinar -implorar- que los argentinos "dejaremos de lado la obsesión actual con el dólar y podremos enfocarnos en lo que necesita la economía". Sandleris pareció acertar. Hasta anteayer el dólar se mostró sumiso a sus deseos. ¿Suerte de principiante o perverso truco del astuto dólar?
A ese viejo demonio o deidad los argentinos lo construimos a nuestra imagen y semejanza y nos expresa mejor que cualquier obra de arte o hito histórico porque es impredecible, traicionero, cambiante, con alma de tirano y muy dado a expresar en vano su confianza en Dios (In God we trust), pero depositándola en el valor del billete pues a materialista nadie le gana al dólar, y al argentino. Y como el argentino, el dólar engaña con su propensión a largos períodos de letargo hasta que despierta y pega el salto.
Sabemos que con él no se joroba, al dólar no se lo invoca en vano y lo peor es azuzarlo y desafiarlo como Sandleris porque el billete siempre gana y los que perdemos por culpa de bocones y lenguaraces somos nosotros. ¿A cuántos devoró en el altar de los sacrificios desde que un lejano Lorenzo Sigaut pasó a la historia hace 37 años por compadrear con aquello de que "el que apuesta al dólar pierde"?
Al acecho, el billete verde tal vez aguarde para demostrarle a Sandleris quién manda y tiene la última palabra, terreno en el que el Gobierno no parece muy ducho y tiende a creer que la palabra y no los hechos forjan la realidad, que los enunciados construyen nuestro presente y futuro. ¿Dónde están los famosos brotes verdes? ¿En qué esquina se perdió aquel bendito segundo semestre en el que todo mejoraría? ¿A quiénes salpicó la lluvia de inversiones? ¿Y el mejor equipo en 50 años, a qué juega?
Y así hasta llegar a la última frase célebre, que le tocó enunciar al ministro de Justicia: "Nunca puede ser bueno para un país que un expresidente esté detenido". Un tierno, Germán Garavano. Quizá lo conmueve la vergüenza que acarrea a un país llegar a ese extremo. Mejor no imaginarlo. ¿Mejor evitarlo? Claro, no delinquiendo previamente, pero la carne es débil. Garavano habrá pensado en Menem, quien al liberar a los represores de la dictadura argumentó: "No puedo ver ni a un pájaro enjaulado". Menem, otro tierno, que gracias a la Cámara de Casación suspira aliviado con Garavano.