Te amaré: como un perro: al extremo
La semana pasada se cumplieron 10 años de la muerte de Roberto Fontarrosa.
Una buena noticia para aquellos que defienden los derechos humanos de los animales: en estos días se encontró una coincidencia entre el hombre y el perro. Según un informe -publicado esta semana por la revista norteamericana Science Advances- la exuberancia afectiva de los canes podría deberse a que comparten una base genética con nosotros los humanos.
A ambos los reúne una enfermedad conocida como el síndrome de Williams-Beuren. Los humanos que padecen de este síndrome se comportan con amabilidad excesiva, tratan a los extraños como amigos y viven una sociabilidad intensa e indiscriminada.
Entonces, ¿el cariño de nuestros perros sería genético? Podemos mirar a nuestros canes como frutos de una rama (muy distante) del árbol de la evolución. Como primos muy, pero muy lejanos, a tal punto que la historia ha borrado todo rastro de familiaridad.
Pero en todo perro afectuoso hay un hombre con un afecto desordenado. Y todo hombre demasiado afectuoso tiene algo de perro.