Tardía adolescencia kirchnerista
Hay mucha preocupación en el oficialismo por el resultado de las PASO. Advierte tardíamente lo que el observador menos avisado podía intuir hace tiempo: que la desastrosa gestión del gobierno nacional en todos los campos, pero especialmente en el sanitario, el económico y el social, ha provocado un malhumor social que tendrá su inevitable correlato en las urnas.
Esa sensación térmica se profundizó con el Olivosgate, que el Presidente, con una torpeza llamativa en quien fue toda su vida un operador político, en lugar de dejar que se diluyera entre la vorágine de nuevos acontecimientos que impactan a la opinión pública, ha logrado mantener vivo, mediante su pretensión de negar lo innegable y de asumir el protagonismo aún en la esfera judicial, actuando como abogado en causa propia.
Los abogados sabemos que no es aconsejable que nos defendamos a nosotros mismos. Y menos lo debería hacer un presidente. Por un lado, este no debería dedicar una parte considerable de su tiempo a tareas de orden personal, que pueden hacer, y mejor, otros colegas. Por el otro, la intervención de un tercero pone cierta distancia entre la causa y el imputado, que a un presidente ya muy jaqueado por la realidad y su constante mala praxis le sería muy útil.
Pero Fernández reúne en sí mismo una combinación explosiva: es torpe, pero también orgulloso. Tiene un altísimo concepto de sí mismo, de sus cualidades como político, como profesor, como abogado y como orador. Habla todos los días, y suele equivocarse. Su figura se erosiona cada vez más y él cree que la va a levantar con su palabra, que es como una pala que cava cotidianamente el pozo.
Los consultores del Frente de Todos detectaron no solo una significativa pérdida de votantes en su bastión más importante, el Gran Buenos Aires, sino también en una franja social que en buena medida los había acompañado desde hacía una década, la de los jóvenes. De ahí los esperpénticos gestos de pretendido acercamiento a ese sector, que tuvieron su más notoria exhibición en las vulgaridades de la señora Tolosa Paz. ¿Jóvenes? Sexo y droga, habrán pensado. Y se quisieron vestir de adolescentes.
Pero es una empresa imposible. Los jóvenes valoran más que nada la autenticidad. Los adultos que “hacen” de jóvenes les resultan ridículos. Y los conocen muy poco si tienen de ellos esa imagen tan superficial y frívola. Quieren vivir con libertad, estudiar, trabajar, disponer de oportunidades de desarrollar una vida mejor. Les molesta el autoritarismo, como quedó claro en los alumnos que filmaron a esa profesora de La Matanza que abusaba de su posición dominante mediante el maltrato más increíble.
Sin nada que ofrecer más que el rotundo fracaso de su gestión, el kirchnerismo se aferra a lo que cree su tabla de salvataje: el “Ah, pero Macri”, que con buen humor, después de haberlo vapuleado con datos duros que su interlocutor no pudo refutar, le enrostró Martín Tetaz a Carlos Heller. No les queda más que tomar cualquier frase de Macri y retorcerla para darle cualquier sentido. Así, Cafiero salió a decir que cuando Macri expresó que si el gobierno no cambia se deberá ir, quería dar un golpe de Estado. Era obvio que el expresidente se refería a que el pueblo votaría por una alternativa. ¿Era un golpe de Estado el pedido de renuncia formulado a Fernando De la Rúa por la senadora Cristina Kirchner el 20 de diciembre de 2001?
El espectáculo que da el oficialismo es bochornoso. Pero no basta con afirmarlo: es necesario ir a votar, tanto en las PASO como en las generales. Si no lo hacemos los que defendemos la república, la democracia, la libertad, el trabajo y el progreso, el aparato clientelar del kirchnerismo hará que el resultado no sea el que refleje el verdadero sentir de la sociedad. No hay excusas. Son muchos los instrumentos de que disponemos para revertir esta lamentable decadencia, pero el más poderoso nos espera en el cuarto oscuro.
Diputado Nacional (Juntos por el Cambio- Pro) - CABA