También nos quieren robar el 10 de diciembre
El 10 de diciembre es una fecha de todos los argentinos. Ese día de 1983 se inició nuestra democracia, que ha atravesado duras pruebas, como las grandes crisis económicas, pero mantiene su vigencia. El año próximo se cumplirán 40 años de esa luminosa jornada, tan cargada de esperanzas.
Pero el kirchnerismo, que siempre aboga por lo colectivo, en este caso, como en tantos otros, hace un uso parcial y faccioso de la historia. Ha presentado un documental en el que retuerce los hechos de tal forma que quien lo mira desprevenidamente puede creer que Néstor y Cristina Kirchner son los padres fundadores de la democracia argentina. Por supuesto, son también los adalides de los derechos humanos. Hay una breve y vaga mención a Raúl Alfonsín, pero más como un oscuro predecesor de los próceres santacruceños que como un protagonista.
Es una farsa que se inició el 24 de marzo de 2004, cuando en la ESMA, luego de ordenarle al entonces Jefe del Ejército que bajara un cuadro de Jorge Rafael Videla, Néstor Kirchner pidió perdón en nombre del Estado argentino por no haber hecho nada en las dos décadas precedentes por los derechos humanos.
Por suerte, la película Argentina.1985 tuvo el mérito de reinstalar públicamente la memoria de aquellos años fundacionales. Pero también difuminó la verdad, para que el paladar kirchnerista no se sintiera molesto. De otro modo no se explica el retaceo a la figura de Raúl Alfonsín, al extraordinario trabajo de la Conadep, a los indultos de Carlos Menem (que debemos considerar aprobado por lo menos tácitamente por el entonces menemista matrimonio Kirchner) y la oprobiosa referencia a un político y ciudadano ejemplar como Antonio Tróccoli, una vejación gratuita e innecesaria a su memoria. había forjado una excelente relación con las autoridades militares de su provincia, durante la dictadura que gobernó el país desde 1976 a 1983. Ese desinterés se prolongó cuando era gobernador y no permitía actos de organizaciones de DDHH en Santa Cruz. Por eso, la escenificación que montó a partir de 2003 es de un cinismo inconmensurable.
La decisión de someter a juicio a quienes perpetraron actos criminales en el marco del combate al terrorismo y –lo que aviesamente se suele olvidar- a las propias cúpulas de las sanguinarias organizaciones terroristas fue tomada por Alfonsín con coraje como la forma de dar vuelta una página de violencia e irracionalidad y sentar sobre bases éticas la naciente democracia. El peronismo había avalado la autoamnistía dictada por los jerarcas del gobierno de facto.
Los herederos de aquella “juventud maravillosa”, cuyo norte no era la democracia liberal sino una dictadura de izquierda, son los que ahora pretenden deslegitimar el impecable proceso penal en el que fue condenada Cristina Elisabet Fernández de Kirchner a través de pruebas contundentes. Incapaces de negar los hechos, se dedican a intentar erosionar la credibilidad de los jueces y fiscales que cumplieron acabadamente su función.
Hace pocas horas, además, una mujer que acompañaba a Artemio López, uno de los consultores que hace encuestas para la condenada, agredió al fiscal Diego Luciani en un restaurante de Mar del Plata. El escrache es siempre un método fascista y cobarde. En el caso del fiscal Luciani, es también inútil: nada lo va a apartar de su sereno y firme compromiso con la justicia.
Exdiputado nacional – Presidente Asociación Civil Justa Causa