También en Hebraica, van por todo
La Sociedad Hebraica Argentina es una vieja institución cultural y deportiva que siempre honró a la comunidad judía de la Argentina por su pluralidad democrática. Recuerdo haber visto en su magnífica cinemateca de la calle Sarmiento muchas de las películas prohibidas por la dictadura militar del 76 pese a la censura. Dos de quienes manejaban el área de cultura en ese entonces fueron amenazados de muerte y uno de ellos, Gerardo Mazur, hoy sigue trabajando allí.
En sus salones y también en el enorme predio que la Hebraica tiene en Pilar se realizaron siempre todo tipo de actividades culturales, también aquellas concernientes a la política comunitaria. Jamás las diferencias políticas o ideológicas fueron motivo para impedir la libre expresión de las ideas. El único límite fue siempre el mismo: el antisemitismo y la negación del Estado de Israel.
Las elecciones que próximamente se realizarán para elegir nuevas autoridades de la AMIA muestran por primera vez la interferencia de las formas políticas que el gobierno nacional implementa en todos los órdenes. Entre otras interferencias, el enorme caudal de fondos que tanto el propio Estado como las empresas amigas del Gobierno desembolsan para torcer las decisiones comunitarias de la DAIA y la participación de personajes como un conocido empresario mediático -en su momento expulsado por un tribunal de ética comunitaria por haber malversado fondos pertenecientes a los familiares de las víctimas de la AMIA-, que con frondosos aportes dinerarios provenientes de la publicidad oficial trata de reinstalarse en las instituciones de donde fue expulsado.
Se pueden ver en las calles de Buenos Aires enormes y costosísimos carteles de propaganda que sugieren votar por el nuevo espacio político financiado desde el oficialismo. Como nunca antes, millones de pesos son gastados en propaganda política comunitaria. Uno de los motivos es procurar que no vuelva a ocurrir lo que pasó con el acuerdo con la República de Irán. El Gobierno no quiere volver a sufrir semejante desobediencia por parte de las entidades judías.
Como parte de este panorama, una decisión del actual presidente de la Sociedad Hebraica conmovió a dirigentes y socios acostumbrados al pluralismo. El señor Oscar Olender impidió aquello que siempre sucedió: que las distintas agrupaciones políticas puedan realizar actos de difusión tanto en el club de Pilar como en la sede central de la calle Sarmiento. Esta vez, sólo dos de las cuatro listas consiguieron los permisos, no así dos de las opositoras. La razón que telefónicamente y desde los Estados Unidos dio Olender para justificar tal decisión es que no había tiempo para todas y prefirió darles el espacio sólo a quienes tenían mayor cantidad de votantes.
La decisión del presidente de la Hebraica motivó una fuerte denuncia en los medios comunitarios por parte del grupo "AMIA es de todos", que lo acusaron de tener actitudes antidemocráticas. Este curioso acto de utilización del poder echa por tierra una vieja tradición comunitaria de la que todos los argentinos de origen judío nos sentíamos orgullosos: la pluralidad.
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