Taiwán, otra vez motivo de tensión en las relaciones entre EE.UU y China
La República China, hoy más conocida generalmente como Taiwán, está emplazada territorialmente en la isla de Taiwán, también llamada: Formosa, que está separada de la costa de la República Popular China por un estrecho por donde circula un intenso tráfico comercial, por vía marítima y aérea, cada vez más estrechamente ligado a empresas productivas de los dos países que, en los hechos, han integrado fuertemente sus operaciones.
Seis millones y medio de personas viajan anualmente entre la isla y el continente que, paso a paso, se han ido acercando e integrando industrialmente, cada vez más.
Una clara mayoría de los casi 24 millones de actuales habitantes de Taiwán, esto es algo más del 60% de la población isleña, considera que vive en una nación que, sostienen con legítimo orgullo, ha sido totalmente independiente desde el 7 de diciembre de 1949. Y quieren que lo siga siendo.
Apenas un 3,5% de ellos sostiene -en cambio- que son chinos y que viven en democracia y libertad, aunque siendo chinos y estén habitando uno de los países más adelantados y modernos del mundo actual, que hoy es reconocido por el éxito milagroso de su fuerte crecimiento y acelerado desarrollo.
Taiwán, cabe recordar, dejó de ser un estado miembro de las Naciones Unidas en 1971, cuando la República Popular China la reemplazara, por decisión expresa de la Asamblea General. Hoy sólo 14 de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas reconocen la independencia de Taiwán. Y se trata de muy pequeñas naciones, respecto de las cuales Taiwán pone a disposición, como una suerte de notorio quid pro quo, sus posibilidades en materia de ayuda financiera.
En Taiwán se habla, predominantemente, el clásico idioma mandarín.
Para la actual China comunista, el tema es bien distinto. Cuando de Taiwán se trata, sostiene, es apenas una "provincia china rebelde", que no puede tenerse como "Estado soberano", de ninguna manera. Lo que es absolutamente distinto, por cierto, de la visión de la propia Taiwán.
Los Estados Unidos han sido -y siguen siendo- el principal proveedor de armas y pertrechos militares a Taiwán. Y el garante ostensible de su independencia, en los hechos.
La relación bilateral entre los EE.UU. y la República Popular China atraviesa hoy por un evidente momento de pronunciada tirantez y, más aún, está inmersa, lamentablemente, en un proceso bastante acelerado de deterioro. Para preocupación del resto del mundo, por cierto.
Por esto, como era de suponer, el reciente anuncio oficial norteamericano de que el secretario de Salud de los EE.UU., Alex Azar, visitará próximamente a Taiwán, ha generado una reacción airada del gobierno chino que sostuvo, con visible indignación, que esa inusual visita del alto funcionario norteamericano, "pone en peligro la paz y seguridad en el estrecho de Taiwán". Duro. La mencionada rápida y no inesperada reacción de las autoridades de China ha sido efectivamente así: terminante.
En rigor, la visita de Alex Azar será la del funcionario de más alto rango del Poder Ejecutivo norteamericano a Taiwán desde 1979. Obviamente, ella no podía, en modo alguno, pasar desapercibida.
Esa visita, por lo demás, interrumpe una actitud norteamericana de extrema prudencia en este delicado tema, que había mantenido -como constante- durante las últimas décadas. Y la reemplaza ahora por una postura más asertiva y desafiante, que parece no tener, para nada, en cuenta la firme posición del gobierno de Pekín sobre la cuestión de Taiwán, para el que la mera idea o posibilidad de secesión de Taiwán supone una verdadera pesadilla política.
Hoy la presidente de Taiwán, elegida libremente por su pueblo, es una mujer de mucho peso y tremendo coraje: Tsai Ing-wen, quien -desde el nacionalismo y el anti-comunismo- rechaza muy contundentemente la idea de que pueda siquiera existir la posibilidad de hablar de "una sola China".
China, desde hace rato ya, emite "ruidos de guerra" y realiza con frecuencia ejercicios que tienen ostensiblemente que ver con una posible invasión militar a Taiwán. Esto último, naturalmente, no atemoriza a los norteamericanos. Pero genera un obvio clima de alta intranquilidad, que -entre otras cosas- alimenta la tensión existente en torno a la cuestión no resuelta de soberanía respecto de la isla de Taiwán.
China, por su parte, acaba de sancionar a la importante empresa norteamericana Lokheed Martin, por proveer armas de última tecnología a las calificadas fuerzas militares defensivas de Taiwán.
Como cabía suponer, ante la grave crisis que en la actualidad afecta a los habitantes de Hong Kong en su difícil relación con las autoridades centrales de la República Popular China, algunas de sus empresas y empresarios se están trasladando a Taiwán, donde esperan no caer en manos del autoritarismo que aún prevalece en la conducta y decisiones de las autoridades de Pekín.
Habrá que seguir muy de cerca lo que, en más, suceda respecto de Taiwán. Porque en su derredor se libra una de las batallas políticas y estratégicas más complejas en defensa de la vigencia de las libertades personales esenciales de millones de seres humanos que, comprensiblemente, viven preocupadas cuando tratan de anticipar cuál será su futuro.
Exembajador de la Argentina ante las Naciones Unidas