Tailhade, el abanderado del peligroso mecanismo de la discordia
Eric Campbell era un actor inglés grandote que pasó a la posteridad como el antagonista por excelencia de Charles Chaplin en once películas. Con invariable cara de pocos amigos y modales bruscos, a Campbell le pintaban gruesas cejas y conseguía una máscara temible y amenazante. ¿Cómo no recordarlo? Era el mesero que sacudía al personaje entrañable de los bigotitos en un restaurante porque no tenía con qué pagar la cuenta, y el matón de la cuadra al que todos temían y que Carlitos vigilante, de milagro, lograba poner en caja, entre otros tantos villanos.
El diputado del Frente de Todos Rodolfo Tailhade es un émulo involuntario y precario de los guapos malandras que Campbell supo componer para el más glorioso cine mudo: solo que el clon criollo además de gesticular se hace escuchar de manera estridente. Su especialidad son las bravuconadas de baja estofa, aunque está muy lejos de ser gracioso como la inolvidable contrafigura de Chaplin.
Sus performances son más lineales y tan escandalosas mediáticamente como poco efectivas a nivel judicial. Con más de medio centenar de denuncias ya presentadas en Tribunales, terminan invariablemente desestimadas o en sobreseimientos.
Su última proeza procaz fue insultar al periodista Joaquín Morales Solá al llamarlo “turro decrépito” porque no fue de su gusto la columna que publicó ayer en este diario que le recordaba que las declaraciones juradas de los magistrados que pide son públicas. “Si el pedido de Tailhade no significa nada en la realidad de los hechos -lo desnudó Morales Solá-, tuvo, sí, la sinceridad de delatar quiénes son los fiscales amigos si bien se mira a los que omite”. Se trata de los fiscales Paloma Ochoa y Franco Picardi, de Justicia Legítima. “Con tales omisiones, el favor se lo hizo a los fiscales independientes”, completó el columnista y Tailhade estalló. Ni Campbell, como el villano preferido de Chaplin, lució tan colérico y fuera de sí como el denunciador serial oficialista.
Que Tailhade tenga estos exabruptos cada vez más recurrentes ya no sorprende a nadie. Es lo que mejor le sale. Del diputado ultracristinista no se puede esperar otra cosa que este tipo de irrupciones grotescas y violentas, siempre carentes de las más mínimas argumentaciones. Además, Morales Solá ya aclaró anoche en el programa de Alfredo Leuco, por LN+, lo que todos sabíamos: se trata de un esfuerzo inútil porque no se va dejar amedrentar. No obstante, alertó sobre un peligro concreto: “Tailhade no me va hacer nada, pero esas palabras las leen o las escuchan los fanáticos anónimos que te pueden dar una trompada en la calle o tirarte el auto encima”. Y agregó algo bien inquietante: “Acá hay un problema con las palabras violentas, porque terminan en hechos violentos”.
Lo que sí es llamativo y muy grave es el silencio, que no puede ser otra cosa que cómplice, del Partido Justicialista, especialmente de su flamante titular y, al mismo tiempo, presidente de la Nación, Alberto Fernández. Tampoco emitieron opinión al respecto sus ministros y funcionarios relacionados con el ámbito de los medios de comunicación. Los gobernadores también apretaron bien sus labios y pasaron de largo el tema.
El desentenderse no los sobresee de culpa porque, tal como dice el dicho, “el que calla, otorga”. No son, pues, silencios indiferentes que, como tales, también serían igualmente graves. Se trata de algo peor: resultan silencios cómplices que avalan y naturalizan una anomalía que se repite cada vez más.
Es un pequeño ejército de energúmenos que se amplía día a día. El modus operandi es muy parecido en unos y otros. Salen deslenguados por las redes sociales o en programas de radio y TV hiperoficialistas a hacer ruido (y producir humo, mucho humo y así distraen de los temas esenciales). Conforman la guardia pretoriana de Cristina Kirchner, que también dicta cátedra en la materia al maltratar y amenazar a algunos tribunales que la juzgan, en transmisiones abiertas desde sus redes sociales que excitan a sus acólitos.
Se avala así en silencio desde lo más alto del poder un perverso mecanismo de irritación continúa que se retroalimenta en el malhumor social expresado en las cada vez más frecuentes protestas callejeras y en editoriales periodísticos flamígeros, con los cuales se victimizan sin hacerse cargo de las tempestades que desatan para así poder recomenzar de vuelta ese nefasto circuito vicioso.
"Es un pequeño ejército de energúmenos que se amplía día a día. El modus operandi: salen deslenguados por las redes sociales o en programas de radio y TV hiperoficialistas a hacer ruido (y producir humo, mucho humo y así distraen de los temas esenciales)"
Los responsables de cortar esa inconducente cadena de odio son quienes están en el poder. Pero no sucede: en vez de recrear un clima de convivencia, prefieren ser beligerantes. Es un equipo variopinto que trabaja con cierta autonomía, pero que avanza con el guiño de no ser frenados: además de Tailhade, lo integran Óscar Parrilli, Leopoldo Moreau, Aníbal Fernández, Gregorio Dalbón, Dady Brieva y Martín Soria, con la participación estelar reciente de Coco Sily, que amenazó con trompear al diputado Fernando Iglesias si se le cruza.
La lista es mucho más amplia, pero alcanza con mencionar a algunos de sus abanderados. Actúan con el beneplácito silencioso y tácito de quienes nada opinan de las barbaridades que van declarando por aquí y por allá. Tampoco se desmarca el tan locuaz presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, que subió su perfil protagónico con su proyecto de baja de ganancias, que ya obtuvo sanción en Diputados y va en busca de convertirse en ley en el Senado. Pero de los insultos a Morales Solá, ni una palabra.
"En sus deposiciones tuiteras nocturnas incluyó en sus diatribas a Luis Majul, Jonatan Viale y Alfredo Leuco, a los que rotuló como el “tren fantasma”. También acusó a LN+ de no ser un canal de TV sino un proyecto político"
El silencio cómplice tiene sus consecuencias: al no percibir malestar alguno en sus filas, Tailhade redobló la apuesta y tras las condenas de Adepa, Fopea y la Academia Nacional de Periodismo ratificó de todos modos su desborde al ironizar: “Fui muy generoso en la calificación”, en referencia a sus improperios contra Morales Solá. Pero no se conformó con eso. En sus deposiciones tuiteras nocturnas incluyó en sus diatribas a Luis Majul, Jonatan Viale y Alfredo Leuco, a los que rotuló como el “tren fantasma”. También acusó a LN+ de no ser un canal de TV sino “un proyecto político” y en otro tuit extendió su insulto de “sicario barato”, que había usado en su diarrea matinal contra el columnista de LA NACION, para apuntarle también al periodista de Clarín, Daniel Santoro.
Un país que agoniza con su economía maltrecha, con un 42% de la población sumergida en la pobreza y una pandemia en curso, que vuelve a mostrarse virulenta, necesita con urgencia de consensos y diálogos fructíferos para resolver tamaños problemas pendientes, no de desbocados que hacen perder el tiempo y atizan el fuego de la discordia.
Decía el filósofo Bertrand Russell: “Tenemos que aprender a tolerarnos unos a los otros. Aceptar que alguien diga cosas que no nos gustan. El amor es sabio; el odio es estúpido”.