Sustentabilidad fuerte es aquella que reduce la pobreza
En el mundo, más del 50% de la población es pobre; eso nos hace pobres a todos, sin que haya excusas válidas que eviten resolver este problema de forma sostenible
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La sustentabilidad tiene tres pilares y un concepto; los pilares son social, medioambiental y económico, mientras que el concepto es ganar dinero enriqueciendo a la comunidad y al medioambiente. Buena parte de los expertos coinciden en llamar a la sustentabilidad social (aquella que se enfoca en enriquecer a la comunidad con el desafío central de reducir la pobreza y problemas vinculados con ella) sustentabilidad fuerte, porque consideran que mientras haya pobreza será muy difícil poner recursos y energía en el cuidado del medioambiente, así como resultará improbable alcanzar el desarrollo económico.
Pacto Global, el brazo orientado a la sustentabilidad de las Naciones Unidas (ONU), fija objetivos globales que siempre incluyen el “fin de la pobreza” como prioritario; esto ocurrió con los Objetivos del Milenio que se plantearon con vistas al año 2000, luego con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que se plantearon con vistas al año 2030 y recientemente en el “Pacto para el futuro”, que reafirma y amplía los ODS con vistas a 2045. Lo cierto es que la ONU presentó este año el informe Balance de Progreso de los ODS considerando que, por tratarse de una agenda fijada en 2015, hoy era razonable conocer el progreso de los 17 objetivos fijados. ¿Los resultados? El avance promedio entre todos los objetivos es del 17%, mientras que hay 6 objetivos con un indicador de 0% en “meta alcanzada o en vías de alcanzarla”, entre ellos el ODS 1 “Fin de la pobreza”.
El último informe del Banco Mundial Pathways out of the Polycrisis señala que la reducción de la pobreza se ha estancado debido a las crisis simultáneas que enfrenta el mundo a partir de la pandemia de Covid-19, las conmociones climáticas, la elevada deuda, la fragilidad y los conflictos. Las últimas mediciones de pobreza (del Banco Mundial, previas a la pandemia) mostraban que en el mundo más del 50% de la población es pobre; en concreto significa que más de 4000 millones de personas lo son, y eso nos hace pobres a todos y a cada uno de nosotros sin que haya excusas válidas que eviten resolver este problema de forma sostenible.
¿Qué hacemos frente a este escenario que nos presentan los líderes globales? ¿Nos resignamos? ¿O innovamos? La falta de éxito en la reducción de la pobreza se debe a la insistencia en métodos que ya han demostrado no ser capaces de lograr el objetivo de reducir la pobreza. Cuando compartimos nuestros bienes o dinero con quienes son pobres (caridad, filantropía, compasión) les brindamos una cuota de confort temporal que de ninguna forma les permite salir de la pobreza. Pero no se trata de hacer “amable” a la pobreza, sino de reducirla.
Cuando compartimos nuestro tiempo y energías con quienes son pobres (voluntariado) les dejamos algo de valor que, como no estuvieron involucrados en su factura, no sabrán cómo cuidarlo ni replicarlo, por lo que les aportará un beneficio que cuando se diluya no será posible reponer. Es claro que de la pobreza se sale con ayuda –solo unos pocos privilegiados pueden lograrlo por sí mismos–, pero la ayuda solo puede considerarse tal cuando al día siguiente de haber sido recibida no vuelve a necesitarse; en caso contrario se desfigura para convertirse en asistencialismo.
La salida de la pobreza queda para el lado de la riqueza –considerando riqueza a la condición en que podemos satisfacer, sin dependencias, las necesidades básicas para avanzar hasta donde seamos capaces–, por lo que nuestra ayuda debe facilitar el tránsito hacia la prosperidad de quienes hoy son pobres. ¿Cómo lo hacemos? Muy simple, si en vez de compartir nuestro dinero, bienes o voluntad compartimos nuestros talentos con quienes hoy son pobres vamos a brindarles lo necesario para llevar adelante un rol que les permita recibir dinero a cambio sin dependencias.
¿Suena parecido a capacitación en oficios? Sí, pero con algunas sutilezas que hacen la diferencia. En primer lugar las personas pobres, en especial aquellas que están en situación de vulnerabilidad, no tienen la posibilidad de recibir educación como la puede recibir alguien que está en una situación diferente, y eso no tiene que ver con falta de capacidad, sino que el obstáculo es la emergencia permanente en la que están sumergidas, crisis que las envuelve y las absorbe. Además, no solo necesitan los talentos relacionados con un rol en particular sino todos los accesorios que no han incorporado debido a su condición, complementos necesarios para salir adelante con un rol, cualquiera sea este.
El cómo es sencillo y requiere de muy pocos pasos; comienza con diálogo para saber si la persona está dispuesta a recibir ayuda (es imposible ayudar a quien no está dispuesto a recibir ayuda) y conocer si va a poner su cuota de esfuerzo, ya que la ayuda no hace magia ni funciona en automático. También es necesario saber qué le apasiona y cómo se imagina saliendo adelante, ya que si compartimos talentos que no lo entusiasman las chances de progreso serán nulas. Cuando identificamos el rol que le permitirá transitar el camino de la prosperidad buscamos a quienes estén dispuestos a compartir sus talentos en forma de mentoría uno a uno, transmitiendo lo necesario para aplicarlo con éxito para luego pasar a los talentos accesorios.
Imaginemos que a quien vamos a ayudar es una mujer que considera que producir y vender ropa para bebés es su pasión; convocaremos a quien comparta con ella sus talentos para identificar las lanas e hilos apropiados, las agujas y el sistema de tejido mejor, la forma de diseñar los tejidos, el empaque conveniente, el proceso de las etiquetas… para luego contar con quien comparta sus talentos vinculados con el marketing para que sepa cómo ofrecer sus productos, cómo ponerles precio; a quien le enseñe a abrir una cuenta bancaria o billetera virtual, cómo pagar, cómo cobrar; quien le transmita la forma de convocar a sus colaboradores, cómo contratarlos, cómo pagarles, cómo darles indicaciones.
Necesitamos talentos diversos que implican convocar a muchas personas porque, entre las cosas que quedan claras frente al agotamiento de los modelos de reducción de pobreza que ya no brindan resultados está el hecho de que la ayuda no es cuestión de superhéroes sino que los problemas de la comunidad los resuelve la comunidad con cada uno aportando lo mejor que tiene, y lo que brinda resultados de valor.
Cuando la persona está enriquecida con talentos (por cierto, ambos lo logran, ya que quien comparte sus talentos se enriquece con el intercambio) es necesario un paso más para superar el obstáculo que se genera en los ambientes vulnerables: la historia les ha demostrado a quienes viven en ambientes vulnerables que los intentos por salir adelante suelen terminar en frustraciones dolorosas y, para evitar que las sufran sus seres queridos, los persuaden para que no hagan el intento.
Para superar este obstáculo es necesario dar validación social a quienes están en condiciones de abandonar la pobreza sin dependencias; esto se logra en una fiesta en su comunidad donde referentes locales –deportistas, músicos, famosos con origen humilde– les transmitan frente a sus vínculos el orgullo que sienten por lo que están por hacer y les auspicien éxito en su tránsito por la senda de la abundancia. El último punto por cambiar es dejar de hacer el bien como si se tratara de una acción clandestina y comunicarlo de forma profesional y abierta para capitalizar lo hecho, evitar interpretaciones erradas –o, lo que es peor, interferencias externas con intenciones negativas–, potenciar el orgullo de quienes participaron de la acción y dejar una huella clara que pueda ser seguida –o adaptada/mejorada– por otros.
Hoy estamos fracasando en el intento de reducir la pobreza; si en vez de retroceder para aumentar el impulso y seguir intentando con métodos que llevan demasiado tiempo sin resultados nos atrevemos a probar otros nuevos vamos a tener éxito. El planteado es uno de ellos, pero vale la pena intentar otros; es tiempo de arriesgar para cambiar y enriquecernos todos. La humanidad, que nos incluye, lo merece.
Experto en sustentabilidad, autor de Lazos comunicantes y Ayuda sustentable