Superar el capitalismo a la Argentina, el gran desafío
El país debe convertirse en una verdadera democracia liberal, donde gana quien mejor compite; lo que viene ocurriendo es lo contrario: una democracia corporativa donde la suerte del inversor depende de lo que obtenga del funcionario
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Uno de los rasgos que más llaman la atención de este período electoral es que, desde el cierre de listas, la crisis transcurre en simultáneo con un estado de ánimo bursátil positivo, fácilmente detectable en las cotizaciones de los activos. Hay motivos. La Argentina está barata y, lo más gravitante, el mercado acaba de confirmar que el candidato del oficialismo será Massa y sin acompañantes de fórmula hostiles a la inversión privada: no habrá en las boletas opciones anticapitalistas con posibilidades de ganar. “Se acabó la izquierda: Sergio es más de derecha que yo”, resumieron a este diario en la gerencia de un banco.
Esta presunción parte en primer lugar del esfuerzo por la unidad que viene haciendo la coalición gobernante. Hasta Grabois, que arrancó la campaña con críticas furibundas a Massa, terminó de acoplarse al proyecto. “Metete conmigo, Sergio, no seas tan cobarde”, había sorprendido el 19 de mayo, cuando lanzó el programa “Argentina humana, Juan XXIII”, pero su ímpetu fue perdiendo intensidad con los días hasta que, esta semana, aclaró lo que haría en caso de perder la primaria: “Si Massa gana, obvio que voy a pedir el voto por él”. Incluso Andrés Larroque, marginado de las listas después de haber respaldado la fórmula bonaerense Kicillof-Magario hasta el último instante y contra la voluntad de Máximo Kirchner, expuso que tenía claro que apoyaría al candidato elegido por la vicepresidenta. En el oficialismo dicen ahora que las diferencias en la provincia no fueron tan graves, por lo que le auguran al dirigente camporista un regreso pleno al trabajo de campaña: se trata de un militante, explican, y esa adhesión depende en realidad de la actitud con que lo reciba alguien que valora esos gestos de abnegación, que es Cristina Kirchner. “Ella le va a poner la mano en el hombro y todo va a quedar atrás”, dijeron en un municipio donde gobierna el peronismo.
La coalición oficialista tiene esa ventaja sobre otros partidos. Una palabra de la líder basta para recomponer el orden interno; tiene lo que en lingüística se conoce como poder performativo. “Hágase”, dirá ella y, casi como en el Génesis, y salvando las distancias infinitas, las cosas ocurrirán. Es una armonía que no existió durante la gestión de Alberto Fernández, pero que se reinstala en campaña para tranquilidad del catalán Antonio Gutiérrez Rubí, que viene quejándose de las fracturas entre el Presidente y Cristina Kirchner casi desde 2019. El asesor de estrategia, que llegó en estos años a evaluar apartarse del proyecto como consecuencia de esos desencuentros, no descarta ahora un triunfo oficialista en segunda vuelta. Sus encuestas le dan a Massa entre 24 y 28 puntos de intención de voto según cómo se haga y en qué momento la medición, y entre 7 y 8 a Grabois. Y está además convencido de que, si Patricia Bullrich derrota a Rodríguez Larreta, las posibilidades de ganar ascienden incluso al 80%.
Los empresarios y el mercado observan la escena sin tener demasiado claro qué puede pasar, pero confiados en que en todo caso la que viene será una administración menos resistente al capital. Y, en el caso de Massa, hasta favorable. Basta con repasar el comportamiento de las acciones en los últimos días para advertir que las que más subieron son las de mejor relación con el líder del Frente Renovador. Entre el viernes 23 de junio en que sorprendió con su postulación y el lunes 26, el siguiente, Edenor, distribuidora de Vila, Manzano y Filiberti, subió 16% en la Bolsa de Nueva York y 17% en la de Buenos Aires. Y la del banco Macro, que encabeza Jorge Brito, 9% y 7%, respectivamente.
Nada que no haya ocurrido en otras oportunidades y con candidatos o protagonistas distintos. El lunes 22 de noviembre de 2015, al día siguiente del triunfo de Macri sobre Scioli, la acción de Mirgor, grupo que conduce Nicolás Caputo, “hermano de la vida” del expresidente, empezó en la plaza porteña un recorrido alcista que no se interrumpió hasta el 29 de julio del año siguiente. Fueron 8 meses en los que subió nada menos que 275 %.
Es cierto que no todo termina resultando siempre como supone el mercado. Pero la sola existencia de esas apuestas por activos afines al poder pone de relieve cuál es el mayor desafío de la Argentina: convertirse en país en el que gana quien mejor compite. Una verdadera democracia liberal. Lo que viene ocurriendo hasta ahora es lo contrario y se acrecentó con los controles de precios y el cepo: la suerte del inversor depende de lo que obtenga del funcionario. Una democracia corporativa en la que los “especialistas en mercados regulados”, como definió Repsol a Eskenazi, son oro en polvo.
Hay ejemplos más gráficos que otros. López Murphy y el auditor Juan José Calandri (Coalición Cívica) hicieron esta semana pedidos de informe por el contrato de AySA en que Filiberti, dueño de Transclor y cercano a Massa y a Malena Galmarini, quedó como único oferente. La sospecha de quienes denuncian es que la licitación está hecha a medida. Pero ¿qué pasa cuando es el sistema en sí mismo el que depende de la discrecionalidad del funcionario? Hay, por ejemplo, multinacionales que han escuchado en los últimos tres años en la Secretaría de Comercio la recomendación de sustituir importaciones comprándole producto a Transclor. El objetivo parece loable: cuidar las divisas y reservarse el acceso al mercado único de cambios para otras operaciones.
Es entendible que haya empresarios urgidos por reunirse con los candidatos o enterarse al menos de cómo piensan. Varios fondos de inversión se han contactado en estos días con el equipo de Milei. El martes, durante un almuerzo para pocos, un desarrollador de real estate de primera línea le preguntó a Patricia Bullrich si una eventual presidencia no la iba a llevar, como a Macri, a “perjudicar a la industria” con una apertura económica exagerada. “Vamos a tener una integración inteligente con el mundo, no vamos a ser ingenuos”, le contestó la candidata.
La Argentina necesita superar esta encerrona mediante la fundación de un nuevo orden que trascienda las circunstancias electorales. Como dice el analista Claudio Zuchovicki, con Massa en la fórmula, y a diferencia de los tiempos de Vicentin, el mercado interpreta que no está en juego la propiedad privada. Es una certeza módica que no garantiza la degradación de ese sistema, que es el capitalismo de amigos, algo que crece en la medida en que la crisis se va haciendo estructural. Al día siguiente de las primarias presidenciales de 2019, con el triunfo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, la acción del Banco Galicia, una de las más representativas del panel, se desplomó de 35 a 17 dólares. Siguió bajando hasta tocar los 3 dólares en 2022 y se recuperó este año, con el último repunte, que la dejó otra vez en 17. Es todavía el nivel de aquella corrida, la mitad de lo que valía días antes. El recorrido de la Argentina en los últimos años es ese, paulatino y descendente, de a uno o dos escalones por gobierno.