Solidaridad con los que menos tienen
"No te olvides de los pobres", la recomendación deslizada por el cardenal Claudio Hummes al oído de Jorge Bergoglio en la Capilla Sixtina convertida por Francisco en sello de su pontificado, resuena en el mensaje papal para la I Jornada Mundial de los Pobres que se celebrará el tercer domingo de noviembre. Dirigida a estimular a los creyentes sin distinciones religiosas y a quienes no lo son para que reaccionen ante la cultura del derroche y hagan suya la cultura del encuentro, constituye una invitación a unos y otros para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad. "Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres quienes han levantado fronteras y muros, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna."
En la tradición de las jornadas mundiales establecidas por los papas desde el quiebre histórico del Vaticano II, Francisco acudió a esta porque aporta un elemento evangélico y que completa a todas: la predilección de Jesús por los pobres. Para llamar a la conversión de los cristianos y subrayar el vínculo entre fe y vida, el Papa se vale de Juan: no amemos de palabra, sino con obras, convertido ahora en el lema de esta primera jornada.
Con citas bíblicas ("Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha") del evangelista Lucas ("Vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos según la necesidad de cada uno") y poniendo de ejemplo a Francisco, el Poverello de Asís, el mensaje reconoce que ha habido ocasiones en que los cristianos no han escuchado el llamamiento, pero valora cuántas páginas de la historia en 2000 años han sido escritas por cristianos que han servido a los más postergados.
Una lista "inacabada y cruel" traza el mensaje papal cuando se "considera a la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada". Porque aunque se reconozca la dificultad que surge en el mundo contemporáneo para identificar de forma clara la pobreza, ésta desafía con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada.
Ante ese escenario del escándalo por la propagación de la pobreza en grandes sectores sociales, de una riqueza descarada que se acumula en pocas manos tantas veces manchadas de ilegalidad y explotación ofensiva de la dignidad humana, "no se puede permanecer inactivos ni tampoco resignados", proclama el Papa e invita a responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad.
Es esa pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes impidiéndoles encontrar un trabajo; la que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando el mérito de quien trabaja y produce. Todos estos pobres pertenecen a la Iglesia «por derecho evangélico» como dijo el beato Pablo VI, al inaugurar la segunda sesión del Vaticano II y obligan a la opción fundamental por ellos, dice hoy Francisco.
"Benditas las manos que se abren para acoger y ayudar a los pobres; son manos de esperanza. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones»; son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios."