Socios plenos de Irán
Luis Timerman y Héctor D'Elía. No nos confundimos. Querían confundirnos. Nombres y apellidos de la misma idea: alinear a la Argentina con el régimen teocrático, fundamentalista y terrorista iraní.
Toman la causa AMIA como coartada y, por caminos diferentes, van juntos al mismo lugar: acusar, como hace Luis, a los judíos e israelíes por el atentado, y, como vergonzosamente ahora, cuando ya de tanto papelón, de tanto engañar y contradecirse, Héctor acusa a la comunidad judía de obstruir la Justicia y de impedir que avance la causa. Trabajan en el mismo equipo, pero no fueron reclutados ni contratados por la misma vía. Uno siempre dependió de la embajada de Irán, viajó a Teherán y se abrazó, entre otros, con quienes están imputados en la causa AMIA. Del otro, sabemos que vamos a cobrar todos los argentinos por su negligente mala praxis; con consistente improvisación en la gestión confunde, con aproximación adolescente, ser un militante soldado de Cristina con el cargo de canciller de la República.
Vergüenza nos da, ya no que entrega a la comunidad judía, sino a la Nación argentina. Llegó a cónsul vendiéndole a Cristina lo que Kirchner nunca compró. Ofreció sus conexiones con el lobby judío americano que podría sumarle al Gobierno, y termina por la vía de acceso que vendió, que le compraron y que no tenía, entregándole la causa a Irán. Una impunidad sellada con su firma, en la que se mata a las víctimas de la AMIA y se le da vida a la sociedad con Irán, y, ahora, además, acusando a toda la comunidad judía.
El último agravio de Héctor es el mismo al que nos vino sometiendo durante años Luis: acusar a la comunidad judía y al Estado de Israel. Sólo un canciller desesperado puede dispararse a sí mismo. Vienen con letra por izquierda y actúan con prácticas de derecha.
Como quienes odian a los blancos, incendian comisarías o pegan puñetazos a los que no piensan igual, ejercen violencia al negar lo que prometieron ante las Naciones Unidas: que hablarían con todos los partidos, con los familiares y la comunidad. Prepotencia con la que nos llevan puestos, firmando sin consultar, luego de dos años de reuniones con los iraníes (que sí saben lo que hacen y, para sus intereses, lo hacen bien). Obligando para mayor legalidad -pero sin legitimidad, ya que no podrán superar su inconstitucionalidad- a que sus senadores y diputados, por obediencia sin conciencia, tengan que votar y avalar la entrega que ya firmó nuestro canciller.
Hacen de las víctimas, victimarios, y confunden sus argumentos ideológicos -en una especie de ideología al mejor postor- con lo que es responsabilidad del Estado.
El Estado es quien debe responder por la causa AMIA; no dirigentes, referentes, ni siquiera representantes o funcionarios en circunstanciales períodos de tiempo; ya que, justamente, sus errores y aciertos quedan en el balance de la responsabilidad de un Estado, no de un presidente o un partido. Desde Carlos hasta Cristina, es el Estado argentino el que debe dar respuesta al hecho de que en la causa AMIA no hay nadie condenado y preso, ni en la conexión local ni en la internacional, y al hecho de que ahora quieren "exterminar" la causa con esta "solución final". Menos memoria, cero justicia, sólo garantía de impunidad.
Lo cierto es que están aseguradas las liberaciones de las alertas rojas de Interpol, no bien se habilite el acuerdo por ambos países, según consta en el memorándum. Lo demás es incierto. Promesas y mentiras. Cuando descubrimos una mentira, vienen nuevas promesas. Argumentan la falacia infantil: "Si no contestan ni aportan nada, ¡peor no podremos estar!". "El mundo todo sabrá que Irán miente y no quiere colaborar?" ¡Nos intentan engañar! ¡Nada será igual después de que seamos socios de Irán!
El inaceptable pacto que firmó el canciller, y del que deberá responder ante la memoria y la justicia, es su responsabilidad; por la entrega de los argentinos -¡no de los judíos!- que se quiere convertir en ley. Pero no nos van a confundir. Tanto Luis como Héctor comparten el objetivo de que Teherán tenga habilitada en la Argentina -gestionada por ellos y votada por el Congreso- la nueva embajada latinoamericana de impunidad, negocios y poder.
Sólo nos falta confirmar lo que intuimos: si lo que proponen Luis y Héctor es lo que avala Cristina. De ser así, lo que no sabemos es quién va a responder por el Estado argentino cuando tengamos que explicar que los imputados están libres, que la conexión internacional está en el punto final y que, además, ya que estamos -y es, sin dudas, el motivo principal que se aseguraron antes de firmar- seremos socios plenos de Irán.
© LA NACION
lanacionar