Sobre textos, méritos y maestros
No me interesan los libros de texto y los manuales con un contenido predigerido y con guías didácticas que pretenden resolver la tarea docente pero matan el amor por los libros. Además, tampoco reemplazan a un buen maestro, como ninguna tecnología lo hace. Los libros, en papel o en línea, son fundamentales en la escuela y en la vida, pero los libros reales. Libros de cuentos, de historia, ensayos, novelas, libros sobre la naturaleza, libros con autor. Hasta las enciclopedias y los diccionarios son interesantes, pero los libros de texto, no. Los libros verdaderos conmueven, inspiran, enamoran. Nada de eso pasa con un libro de texto. Alimentar a los chicos con libros de texto es como alimentarlos con comida rápida. Cada escuela debería presentar un menú exquisito de libros verdaderos cada año y todos los chicos deberían poder acceder a ellos. Las editoriales venden libros de texto porque los ministerios y las escuelas piden libros de texto, pero si se pasara a una política de libros más sofisticada, el negocio no se vería perjudicado en absoluto. Hay excelentes libros verdaderos para todas las edades.
Meritocracia en la escuela. Si por mérito entendemos reconocimiento de los logros teniendo en cuenta los puntos de partida de cada alumno, con sus historias y condiciones socioeconómicas a cuesta, vale. Si no se considera la situación de desventaja de la que parten muchos chicos y se asume que están todos en igualdad de condiciones midiendo los logros con la misma vara, la meritocracia es una trampa como lógica aplicada a la educación obligatoria. Lo que sí serviría son los sistemas meritocráticos aplicados a la selección de los docentes y a quienes toman decisiones de política educativa y son puestos en los ministerios. Ahí sí habría que seleccionar por mérito y privilegiar la excelencia.
Maestros de antes, ¿eran mejores? Los nostálgicos dirían que sí; antes era mejor y el mito funciona no solo para la docencia sino para todo. Es cierto que antes los docentes tenían prestigio social y una autoridad incuestionada. Pero los modos en que se construye prestigio y autoridad hoy son más complejos, no surgen por ocupar un cargo sino por el reconocimiento del valor de las prácticas. La autoridad hoy no es algo que se detenta sino una relación de reconocimiento. Por lo tanto, en estos días es más difícil ser docente. ¿Docentes de los de antes serían buenos docentes ahora? La respuesta es no. Un docente que por ejemplo suponga que la secundaria no es para todos, que no sabe interactuar con la tecnología, que cree que las alumnas por ser mujeres no serán buenas en matemáticas y que su autoridad reside en su investidura y no en sus prácticas sería un típico docente de antes y hasta tendría prestigio, pero hoy sería un muy mal docente.
La autora es Directora del Área de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella