Reseña: Los diarios de Emilio Renzi. Un día en la vida, de Ricardo Piglia
El autor como personaje de una novela verdadera
"Comenzar a crearse a sí mismo y hacer de Gombrowicz un personaje, como Hamlet o Don Quijote”, escribió en 1954 el propio Witold Gombrowicz en su monumental diario, dándose ánimos para seguir adelante. En Un día en la vida Ricardo Piglia (Adrogué, 1941-Buenos Aires, 2017) reflexiona en un par de líneas sobre cómo convertir sus anotaciones en diario mientras lee al escritor polaco que quedó anclado casi un cuarto de siglo en la Argentina. Antes lo cita, hablando de la obra de Cervantes: “Cada hombre posee su realidad, distinta, y el universo se refracta en cada uno de nosotros de manera distinta”. Piglia es por momentos quijotesco (porque la literatura siempre se enzarza con molinos de viento muy concretos) y por otros hamletiano (ve fracasos cuando algo sale bien, e incluso llega a pensar en el suicidio), pero, a pesar de la influencia del histriónico Gombrowicz, conserva también su sintonía con Cesare Pavese. La sombra de El oficio de vivir sigue ahí, reconocida e ineludible.
Piglia pulsea a cada paso de Un día en la vida, tercer y último tomo de sus diarios, con el futuro de las anotaciones que lleva. Entre tantas consideraciones se destaca una de Renzi, el apellido detrás del que se vela apenas el autor y que los lectores ya conocían de sus cuentos y novelas. Si algún día los apuntes se publican deberían funcionar como “una obra de no ficción, una novela verdadera, un testimonio real y un documento histórico”.
Un día en la vida cumple de manera todavía más radical que sus antecesores (Años de formación y Los años felices) con ese objetivo. La primera mitad del volumen –un diario clásico, precedido por un prólogo narrativo– va de 1976 a 1982. Son años clave en términos colectivos, dominados por la dictadura, y personales, porque es hacia el final de esa etapa que Piglia logra culminar Respiración artificial, la narración cifrada con la que, siente, llega a convertirse en el escritor que se había propuesto ser.
Sería un error reducir el atractivo de Un día en la vida a su construcción formal. Del magma fluctuante de las notas no sólo surgen formulaciones sobre la vida y el oficio. También se revela una psicogeografía de autor, con los cines, bares, librerías de Buenos Aires, que es también el retrato de una época. “Jamás he escrito tan poco en estos cuadernos, un año en cincuenta páginas, y a la vez éste es el año más cargado de acontecimientos de la historia”, escribe un jueves de octubre de 1976. “Lo peor es la siniestra sensación de normalidad”, dice sobre el golpe de Estado. A pesar de la angustia que le produce, como a Dedalus, la pesadilla de la historia –que incluye alguna turbia visita– Piglia continúa con su registro. El atelier de escritura de Respiración artificial, que se resuelve en un fabuloso sprint, es una nouvelle en sí misma.
La primera persona es seria, siempre orgullosa de su inteligencia, la de un personaje real que, como los de ficción, no teme exponerse en sus contradicciones. El anecdotario del campo literario es un hilo que seguramente entretendrá al lector actual. Por ahí aparece un temprano Alberto Laiseca y un “sirviente” de Osvaldo Lamborghini que demuele a Piglia en un artículo de Vigencia –la revista que “hace la política cultural de la dictadura”– y no es otro que César Aira.
Piglia siguió escribiendo sus cuadernos después de 1982, pero es en ese año, mediado el libro, que la cadena cronológica se interrumpe. ¿Por qué? Renzi lo explica en un capítulo intermedio, “Los finales”, con una entonación que recuerda a Thomas Bernhard. Se produjo entonces un drástico cambio de época, una cultura había sido derrotada “y lo que venía después era previsible y mundano y no formaba parte de la historia de la formación de su espíritu personal”.
La segunda mitad del volumen está dedicada, entonces, a lo que queda del témpano autobiográfico. “Un día en la vida” narra en tercera persona, como si fuera un cuento, una jornada con amigos. El libro se cierra con una serie de entradas sin fechas, que ponen en acto la utopía de un diario organizado según secuencias temáticas. No falta ahí la enfermedad y sus estragos.
Con sus diferentes giros y máscaras, que acercan la experiencia y a la vez la ponen a distancia (el ejercicio, dice RP, lo aprendió de Kafka), la totalidad de Los diarios de Emilio Renzi excede cualquier género: son diarios formidables, pero también algo más a lo que habrá que encontrarle un nombre.
LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI. UN DÍA EN LA VIDA
Por Ricardo Piglia
Anagrama. 350 págs., $ 395