Sobre financistas estafadores y víctimas complacientes
“Estafa” viene del italiano “staffa”, que significa estribo. En sus orígenes, “estafa” era el cuento (en lunfardo, “chamuyo”) que alguien hacía para pedirle “prestado” a otro su caballo. De esa manera, el cuento servía como “estribo” para subirse al caballo ajeno.
Así como George C. Parker vendíó dos veces por semana el Puente de Brooklyn a lo largo de varios años o Bernard Madoff estafó a inversores estadounidenses por 52.000 millones de dólares, Daniel Viglione se convirtió en la más reciente versión criolla de los “engatuzadores” financieros.
Se hizo conocido en Mar del Plata como periodista especializado en economía. Orientó su oficio a los consejos de inversión y ahora acumula denuncias por entre 500.000 dólares y 5.000.000.
“Vivos” como Viglione hubo, hay y habrá siempre, pero lo importante no pasa por saber que existe gente deseosa de estafar sino otra pasible de ser estafada. Para tener éxito con su nefasta conducta, estos delincuentes necesitan encontrar personas con escasa cultura financiera y grandes ambiciones económicas, una combinación peligrosa.
¿Qué responsabilidad les cabe a las víctimas de las estafas financieras? ¿Cómo pueden evitar ser estafadas? ¿Acaso no deben confiar en nadie?
Responsabilidad y cultura financiera
Las personas sin formación financiera a las que Daniel Viglione estafó deben estar dolidas con la situación. Es comprensible. Fueron víctimas de un delincuente.
Sin embargo, como de todo se debe aprender, resulta necesario que asuman un grado de responsabilidad en lo sucedido.
Muchos estudian para conseguir un mejor trabajo y percibir un sueldo mayor, pero no leen siquiera una columna de finanzas personales para interiorizarse sobre las mejores alternativas para invertir su dinero. De lo contrario, sabrían en qué consisten mecanismos como el de la “flor de la abundancia” que mencionamos en la última columna.
La típica lectura errónea que realizan estas personas consiste en tomar las finanzas de una manera radical, como si solo existieran dos opciones a la hora de invertir: perder poder adquisitivo con plazos fijos o arriesgarse a ser estafado por financistas inescrupulosos, cuando en realidad existe una amplia gama de alternativas que no requieren tanto conocimiento del ahorrista o inversor y donde el riesgo de estafa es muy bajo gracias a que sus operaciones se encuentran reguladas por organismos como la Comisión Nacional de Valores (CNV) o el Banco Central (BCRA).
Cuando nos ofrecen inversiones con rendimientos muy superiores al promedio, debemos asumir -sin importar lo que nos digan o qué artilugios utilicen para intentar convencernos- que el riesgo de esa colocación es mucho más alto que el de las opciones más populares, como los plazos fijos o los “ladrillos”.
En el caso de Daniel Viglione, la rentabilidad que ofrecía era del 40% anual en dólares, claramente superior a las tasas que pagaba el mercado.
Adquirir cultura financiera no significa pensar que estos rendimientos son imposibles de alcanzar en el corto plazo. Implica comprender que en el largo plazo es realmente muy difícil sostener ese nivel de rentabilidad. Si alguien nos lo ofrece como si fuera sencillo, en realidad pretende engañarnos.
Por otra parte, ir incorporando términos de la “jerga” financiera (que en estas columnas utilizamos como defecto profesional pero que ayuda a los lectores a familiarizarse con este mundo tan apasionante del dinero), nos convierte en un interlocutor válido ante personas que nos proponen administrar nuestro patrimonio. Entenderemos qué nos están diciendo y podremos determinar si su propuesta y su visión tiene sentido.
Algunos tips para evitar ser estafados
La principal plaza financiera sobre la que se vuelcan las inversiones en acciones de empresas y títulos de deuda pública y privada es la Bolsa de Comercio. Se trata de operaciones controladas por entidades privadas y reguladas por organismos públicos. Pese a su transparencia, en nuestro país menos del 5% de la población la elige como destino para su dinero. No es el peligro de ser estafados el que los ahuyenta sino el escaso conocimiento del menú de activos financieros ofrecidos y la volatilidad en los precios de las acciones y de muchos bonos. Así como las subas encandilan, las bajas aterran.
La CNV es el organismo que audita a los agentes y a las Sociedades de Bolsa para evitar estafas. En la historia reciente de la Bolsa, son muy poco frecuentes este tipo de delitos. No obstante, siempre es bueno seguir algunos consejos:
1) Invertir solo con agentes registrados: Quienes operan en la bolsa local deben asegurarse de que su operador se encuentre registrado en la Nómina de Agentes y Sociedades de Bolsa
2) A nivel internacional, evitar las cuentas “ómnibus”: Son cuentas “madres” cuyo titular es un tercero. El inversor no es titular de manera directa sino que su cuenta se “cuelga” de la principal. El inversor siempre debe ser el titular de la cuenta para poder reclamar garantías oficiales en caso de estafas, como las otorgadas por la FINRA (Financial Industry Regulatory Authority) y la SIPC (Securities Investor Protection Corporation) en el plano internacional para inversiones bursátiles. Cualquier tipo de inversión en donde un custodio de capitales no emita resúmenes de cuenta a nuestro nombre ya de por sí tiene un origen turbio y peligroso.
3) Realizar retiros parciales, sabiendo que tampoco es garantía: Un primer indicio de que podemos estar siendo estafados surge cuando nos dicen que si queremos acceder al rendimiento prometido debemos reinvertir constantemente los intereses sin hacer ningún tipo de retiros parciales. Es importante no aceptar este tipo de condiciones y realizar retiros cada tanto para “testear” al administrador del dinero, quien igualmente más adelante podría estafarnos. En los esquemas piramidales se les paga a los clientes más antiguos con los fondos que aportan los nuevos, hasta que todo se desmorona y al cabo de meses o años no se le paga a nadie. Por ello, si los intereses son altos, en caso de desconfianza conviene realizar retiros agresivos hasta que se cubra el total del capital invertido en un principio.
4) Utilizar Internet para investigar: Es muy probable que nos quieran convencer de la urgencia de realizar ya mismo la inversión, caso contrario la rentabilidad será más bajas. Con este apuro por la supuesta oportunidad de inversión, se busca que el potencial estafado no disponga de tiempo para investigar las referencias del administrador del dinero y el modelo de inversión que ofrece. En Internet existe una muy buena base de datos de estafas. Se puede consultar en foros de inversores si la rentabilidad ofrecida es razonable o buscando en Google historias sobre el tipo de inversión que nos ofrecen.
5) Evitar mercados “apalancados” y volátiles: El apalancamiento o “leverage” ocurre cuando se deja en garantía algún tipo de activo para conseguir dinero fresco, que será utilizado para comprar otro activo que volverá a ser utilizado como garantía para obtener más dinero. Esta conducta puede incrementar exponencialmente las rentabilidades, aunque también las pérdidas si las decisiones son equivocadas. El mercado internacional del FOREX, que opera por el diferencial (spread) de monedas, es un claro ejemplo de ello, como así también el mercado de las Opciones Binarias. Recomiendo a las personas que no sean expertas en finanzas mantenerse alejadas de este tipo de operaciones. No las ejecuten por cuenta propia ni acepten que otros lo hagan por ustedes.
Conclusión
Adquirir cultura financiera sirve para darse cuenta cuándo un administrador ofrece una operación too good to be true (demasiado buena para ser cierta). No necesariamente será un estafador como Viglione. Puede, incluso, creer realmente que hace lo correcto y que la inversión rendirá sus frutos. O tender trampas más elaboradas, como la gigantesca estafa que tuvo lugar con las hipotecas de Estados Unidos en 2008, donde ahorristas e inversores perdieron miles de millones de dólares por no comprender cabalmente el riesgo que corrían al comprar bonos supuestamente seguros.
Para ser buena, toda inversión debe poder explicarse de manera sencilla. Cuando la explicación es compleja y nos quedan dudas sobre cómo se obtiene la renta, mejor no subir a ese barco.
Claro que para poder detectar luces amarilla hace falta, primero, desconectarnos de la emoción que genera la codicia o, peor, la envidia de ver a familiares, amigos y conocidos ganando dinero con una inversión.
El deseo de “dinero fácil” es, en la mayoría de los casos, una fata morgana (una suerte de ilusión óptica) que puede costarnos muy caro.