Sobre calles y derrotas
En la cartografía porteña figuran varios nombres que refieren a batallas ganadas en la gesta de la independencia patria, pero es bueno pensar por qué no están también las contiendas perdidas, como VIlcapugio y Ayohuma
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Sabemos, pues lo dice el tango “Balada para un Loco”, que las tardecitas de Buenos Aires tienen ese ‘qué se yo’, ¿Viste?. Y las callecitas, también. Pero ¿Tienen esas callecitas porteñas un lugar para rememorar antiguas derrotas? En principio, pareciera que no.
Cuando en la escuela se estudia la gesta de la independencia argentina se aprenden los nombres y circunstancias de las batallas libradas para emancipar la región del yugo realista. Así se enumeran muchas contiendas victoriosas, pero surgen también estos combates perdidos que quedan para siempre en la memoria: Cancha Rayada, que es la caída que sufre San Martín en Chile y Vilcapugio y Ayohuma, sendos triunfos realistas sobre las tropas de Manuel Belgrano en el Alto Perú.
Pues bien, a lo que iba: ninguna de estas batallas tiene un lugar en la nomenclatura de las calles de Buenos Aires. La excepción sería Tacuarí, única senda porteña que refiere a una derrota en el campo de combate, en 1811, en Paraguay.
No llevan estas líneas la pedante intención de cuestionar los criterios para definir los nombres que figuran en el plano de la ciudad, pero sí la de pensar un poco en ello ¿Esas batallas perdidas no forman parte de la gesta independentista al igual que Maipú, Chacabuco, Suipacha o la misma Florida, que sí tienen su lugar entre las calles de Buenos Aires? ¿Prima la consigna, acaso bilardista, de que solo sirve la victoria para tener un reconocimiento perdurable?
Claro que no soy el primero que plantea esta cuestión. De hecho, hubo en la ciudad de Buenos Aires dos calles llamadas Vilcapugio y Ayohuma. Pero la denominación duró menos de seis meses. La ordenanza para bautizar esas arterias con el nombre de las dos derrotas sufridas por Belgrano el 1 de octubre y 14 de noviembre de 1813 respectivamente fue emitida el 28 de octubre de 1904. El 19 de mayo de 1905, en tanto, ambas calles recibieron las denominaciones de Casco y Arcamendia. Paradójicamente, se reemplazaba la referencia a dos contiendas contra España por dos españoles, Víctor Casco de Mendoza y Domingo de Arcamendia, ambos de la partida que llegó a Buenos Aires en 1580 junto a Juan de Garay.
Existe otra anécdota en ese sentido que recoge Alberto Piñeiro en su libro Barrios, calles y plazas de la ciudad de Buenos Aires. Este historiador señala que, a comienzos del siglo XX, hubo en Lanús calles llamadas Vilcapugio y Ayohuma. En 1911, un artículo publicado en LA NACION cuestionaba estos nombres atribuyendo tales denominaciones a la escasa instrucción de quienes las habían bautizado. Sin embargo, cuenta Piñeiro, quien había sugerido los nombres para esas calles al fundador de la ciudad, Guillermo Gaebeler, había sido el propio Bartolomé Mitre, a la sazón, quien fundó este diario.
Mitre había querido homenajear al General José María Paz, que había combatido en ambas batallas. Como detalle no anecdótico resta decir que, lo que hoy se llama Lanús, se fundó en 1888 con el nombre de Pueblo General Paz.
De regreso a Buenos Aires, debemos decir que, si bien ni Vilcapugio ni Ayohuma figuran en los planos porteños, allí sí se encuentran, desperdigados por la ciudad, una veintena de militares que batallaron en alguna de esas contiendas, o en ambas. Además del mismísimo Belgrano, y el General Paz, pueden sumarse a la lista de calles en su homenaje Díaz Vélez, Warnes, Forest, Correa, Falucho, Helguera, Superí (muerto en Ayohuma), Bernaldes (prisionero en Vilcapugio), Remedios del Valle y otros.
Tomás de Anchorena le escribió desde Jujuy en 1814 una carta a su hermano Nicolás, en la que hacía una encendida defensa de Belgrano, tras las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, por las que el prócer estaba siendo fuertemente cuestionado. En el comienzo de esta misiva, el político y abogado deja una frase para una postrera reflexión: “Ya es sabido que todo general vencedor es un héroe, aunque sea un facineroso o tirano, y que el vencido es un inicuo, aunque esté lleno de virtudes, porque los pueblos (…) juzgan las acciones por su resultado”.