Siwa, a la conquista de lo inútil
Oasis. La revista cultural apuesta a la "literatura geográfica" y borra fronteras entre ficción y ensayo
A diferencia de otras épocas en la industria gráfica local, las revistas culturales en papel hoy son escasas. Carapachay, Humo, Cuaderno (la revista gratuita de la Biblioteca Nacional), Los Inútiles, El Ansia son algunas de ellas. Entre todas sobresale, única en su plan descomunal, Siwa, la revista de literatura geográfica que editan, en conjunto, Salvador Gargiulo, Esther Soto, Héctor Roque Pitt y Christian Kupchik.
“Surgió como un modo de vindicar la desaparición, obligada por las circunstancias, de otra publicación, Otros Países y Continentes, dirigida por Gonzalo Monterroso entre 1992 y 1997 –dice Gargiulo, responsable además de Club Burton, librería situada en el barrio de San Telmo-. Con Pitt y Kupchik encaramos, en 2007, esta publicación, en una época donde la literatura de viajes parecía alzarse victoriosa (el tiempo diría lo contrario) por sobre todos los demás géneros.” El nuevo número de Siwa incluye un dosier de 32 páginas sobre la estirpe literaria de los vientos, escrito por Monterroso, donde se refiere a Bóreas, la Eólida. los vientos de la canícula árabe y los monzones.
Como lo sugiere su nombre sugiere, Siwa se asemeja a un oasis. Hasta el momento se publicaron cinco números; cada uno con un enfoque no sólo original sino además exhaustivo. El número 5, que salió a fines de 2016, tiene como materia privilegiada un elemento natural inasible: Historia natural y moral de los vientos. Como los números anteriores de la revista, también éste se puede leer online en www.siwa.clubburton.com.ar/publicaciones_siwa.php (pero no es lo mismo que leer la revista impresa en papel satinado).
Hacia una literatura geográfica
“Tratamos de disipar o hacer más laxo el límite entre lo ensayístico y lo ficcional, entre lo real y lo imaginario –señala Kupchik-. En este sentido, definimos la idea de ‘literatura geográfica’ como el más adecuado a nuestros propósitos: la literatura aporta su dosis de ficción y la geografía, su dosis ensayística. En esa coyuntura, Siwa busca un territorio propio.”
La idiosincrasia de Siwa, como la de cualquier revista de cultura, se ajustó con el paso del tiempo. “El primer número cuenta con veinticuatro páginas y, por desidia del imprentero (o quizás como represalia a nuestra indolente propuesta de financiación), salió de color amarillo, como si sufriera ictericia –cuenta Gargiulo-. Las notas saltaban de un tema a otro, pero todas abonaban una misma afición por lo extravagante, la literatura apócrifa, los viajes reales e imaginarios, los faros, las utopías, las teratologías y los autores heterodoxos y marginales. El número 2 es, si se quiere, de corte más ensayístico e incluye un dosier sobre los asuntos del Septentrión. La tercera entrega incluye otro, de tono lírico y en clave de centón, que trata sobre la imposibilidad de viajar. La cuarta representa el intento de rescatar un género en boga durante la gran época de las exploraciones: el islario, en homenaje a Alonso de Santa Cruz, el último ‘insulógrafo’ que diera el Viejo Mundo.”
La incorporación de Esther Soto en la producción ejecutiva significó un cambio de rumbo radical para Siwa: logró autofinanciarse, pese a quintuplicar los costos de producción. El nuevo número, que cuesta 500 pesos, en cierto modo se amortiza con el placer y la espera. La revista se publica de tanto en tanto.
“El quinto número, con un tratado sobre vientos reales y figurados, abordados desde los más distantes y diversos puntos de vista, representa un juego del conocimiento y de la imaginación suscrito por casi cuarenta autores donde convergen el relato, la literatura de viajes, la poesía, el ensayo, la biografía”, dice Gargiulo.
En las casi trescientas páginas hay poemas de Hugo Padeletti y de Federico Bianchini, ensayos de Kupchik, Pitt y Gargiulo, Natalia Gelós, Diego Erlan y Jorge Consiglio, José Emilio Burucúa y Alejandro Winograd, entre otros. El diseño gráfico, a cargo de Aldo de Lousa, y la selección de imágenes de Gargiulo convierten la revista en un objeto bien sólido sobre el rey del aire. Para atesorar.
También firma un texto (“Zondeando”) una de las escritoras más dúctiles del país. “Frente al viaje ornamental, cuando no rendidor, la literatura geográfica de Siwa plantea una conexión alucinógena con la toponimia –dice María Sonia Cristoff, autora de Falsa calma e Inclúyanme afuera-. Frente a las cruzadas antiintelectualistas, Siwa es críptica; frente al totalitarismo de los números que cierren, es desbordada; frente a la exigencia de visibilidad permanente, es esporádica y errática; frente a la estridencia generalizada, es pausada; frente al culto de la pantalla táctil, pesa en las manos, un poco como esos libros que leíamos en la infancia.”
Para Cristoff, participar de la expedición quieta de Siwa reivindica una virtud desinteresada (como toda virtud): “Hacer algo por puro gusto, poner la amistad por encima de muchas otras cosas, perderse en asociaciones impensadas. En su apuesta por la conquista de lo inútil, Siwa es la revista más contestataria que he visto en años”.
Única en su especie, la revista recupera la edición artesanal, detallista y cuidada, en la que cada lectura y cada mirada reservan sorpresas. “Imaginamos un espacio que privilegiara lo excéntrico, entendiendo por ello el deseo de encontrar el tono y la nota singular, cierta curiosidad impenitente que es lo que pone en marcha no sólo al viajero sino también la escritura –indica Kupchik-. Desde la apuesta gráfica, con grabados de los siglos XVIII y XIX, hasta la elección de los temas, nos inclinamos por un anacronismo deliberado que ponga en cuestión un sistema de lectura marcado por el vértigo y la banalización. En Siwa propiciamos otro tiempo, donde se recupere el placer por una lectura morosa, una tradición que se vincula también con el disfrute del viaje inmóvil, que es como se plasmó durante mucho tiempo la idea de literatura.” A las palabras de Siwa no se las lleva el viento.
¿Es posible entonces, como se lee en uno de los poemas de “Breviario del viento” compuesto por Padeletti y que se incluye en el número 5, “recorrer los altos paraísos/de desmandada belleza y canto/ para aventar las losas y los lutos”? Provisto de una revista-brújula como Siwa, los lectores sólo necesitan dejarse llevar.